La centralidad de la cultura del traductor: La Celestina de Fernando de Rojas y la creación del estilo en traducción
Este texto se publica de forma simultánea en inglés y castellano. La versión inglesa puede leerse en el número 2 de The AALITRA Review: A Journal of Literary Translation.
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Fernando de Rojas escribió su historia de pasión y conflicto social siendo estudiante de Leyes en la Universidad de Salamanca cuando tenía veinte y pocos años, hacia 1496. En diversos prólogos y epílogos, ofrece algunos comentarios excusatorios e irónicos acerca de la génesis de su obra y de cuál era el contexto de la lectura de literatura en el siglo XVI. Al parecer, encontró un capítulo manuscrito en un aula, lo leyó, le gustó su estilo y, dado que disponía de quince días de vacaciones, decidió terminarlo. El libro se publicó en 1499 en dieciséis capítulos. Rojas lo sometió a continuación al examen de otros compañeros de estudio, quienes le recomendaron que lo ampliara porque habían disfrutado con los personajes. Eso fue lo que hizo y añadió entonces cinco capítulos más. La versión final de La Celestina se publicó en 1500. Ni Rojas ni su impresor pudieron imaginar que con el tiempo La Celestina sería considerada como una obra clave en el desarrollo de la ficción en la prosa europea y en el castellano en tanto que lengua literaria; como un experimento con la forma novela casi cien años antes de Cervantes, antes de que el género existiera como tal. De modo más inmediato, debieron de quedar asombrados al ver que se convertía en un «éxito de ventas» en Europa, traducido a muchos idiomas (entre ellos, el italiano, el inglés, el hebreo y el latín) y con una multitud alud de secuelas por parte de otros escritores peninsulares que esperaban beneficiarse de su éxito. Rojas llegó a ser abogado en Talavera (Toledo) y no volvió a escribir nunca más. Su obra maestra es, en gran medida, poco conocida y poco leída en el mundo anglohablante. ¿Podía, en tanto que traductor, hacer algo al respecto? ¿Por qué habría hacerlo? ¿Y cómo intentaría recrear la originalidad estilística del siglo XVI en un estilo inglés que sonara original al cabo de más de quinientos años? Esbozaré, en primer lugar, el contexto histórico en el que vivió y escribió Fernando de Rojas. La década de 1490 fue un período tumultuoso para la Península Ibérica, un momento histórico decisivo en el que los Reyes Católicos emprendieron la construcción de un Estado-nación basado en la pureza de sangre: la España comprometida con el imperio y la cruzada. En 1492, cayó Granada, el último reino árabe, con lo que finalizaron más de siete siglos de gobierno musulmán en algunas zonas de la Península; se promulgó el decreto de expulsión de los judíos; y Colón se embarcó en un viaje que pondría los cimientos de la futura expansión imperial. En ese momento, los Reyes Católicos ya habían refundado la Inquisición, que enseguida se convirtió en una especie de policía nacional entregada con fervor a la erradicación de la herejía entre conversos y moriscos (cuya expulsión final se decretó en 1611), así como a la persecución de cualquier persona sospechosa de participar en actividades «impuras». Los turbulentos cambios promovidos por el Estado encontraron la oposición de los súbditos católicos que se habían acomodado a una forma de rudimentaria coexistencia, de los más afines a posiciones teológicas erasmistas y de los moriscos y conversos. Al mismo tiempo, la sustitución del latín por el castellano y la difusión de la imprenta dieron lugar a un número cada vez mayor de materiales de lectura a disposición de todos, lo cual puso en cuestión el monopolio de la Iglesia sobre el control de las ideas y la interpretación religiosa. Rojas pertenecía a una familia de conversos que se había bautizado a finales del siglo XIV. Algunos miembros de su familia sufrieron persecuciones, murieron en la hoguera y vieron confiscadas sus propiedades. Su suegro perdió posición social y propiedades por haber realizado comentarios heréticos. En Salamanca y su universidad convivían clérigos y profesores de tendencias en conflicto, astrólogos, místicos y lingüistas. Castilla la Vieja no tardaría en convertirse en uno de los centros de las revueltas campesinas de los comuneros. El tono de la novela refleja el vigor y la efervescencia de ese viejo mundo condenado a través del lenguaje de prostitutas y criados rebeldes que emplean una exuberancia shakespeariana en el debate retórico y las burlas alcohólicas. Traducir a Rojas enfrenta su obra y el contexto histórico su obra con los del traductor: los factores que lo llevan a convertirse en traductor literario, su propia lectura de la novela y la tradición existente de traducir La Celestina al inglés, su cultura y su contexto histórico. Para mí, esa alternancia lingüística nunca fue un problema y siempre me pareció «natural» hasta que entré en la escolarización formal a los cinco años, cuando se me dijo para mi sorpresa que no hablaba un inglés correcto; me ocurrió de nuevo cuando aprobé al final de la primaria la reválida del Eleven Plus, que era la puerta de entrada a una educación superior y a una carrera profesional que sólo entonces, tras el final de la Segunda Guerra Mundial y la expansión del Estado del bienestar y la educación universal, se hicieron accesibles para las familias trabajadoras. La grammar school me introdujo en un mundo formado en gran medida por los hijos de la burguesía local que no vivían en viviendas sociales y que no hablaban en no estándar y en estándar. Aprendí latín, francés y castellano, lenguas en las que empezamos desde cero. A La Celestina llegué también tras una exposición intensiva a las obras de los «jóvenes airados» de la década de 1950 como John Osborne y de los realistas sociales como Stan Barstow, Alan Sillitoe y Shelagh Delaney en la asignatura de Inglés General de los dos últimos años de secundaria, que resultaron notables por su atención a la clase social y el lenguaje y por la hostilidad universal a la literatura de quienes se especializaban en ciencias, una hostilidad que se expresaba en violencia verbal hacia el profesor. No obstante, semejante exposición permitió un espacio para el debate de la experiencia de clase, por más que siempre como algo exótico y ajeno; y fue también un antídoto para la combinación del esnobismo de los colegios privados (rugby, no fútbol; Iglesia Anglicana; The Times, no The Daily Mirror; el Third Programme de la BBC, no Radio Luxemburg) y la misión civilizadora de F. R. Leavis que excluía cuanto no era «alta» cultura. Enseguida quedé sorprendido por la descripción de Rojas de la vida en una ciudad pequeña, al vivir yo en una localidad donde las personas se conocían por el nombre de la calle en la que vivían, las historias familiares eran de dominio público y existía una rica y poderosa clase de terratenientes y una amplia clase de trabajadores (agrícolas, sobre todo) extremadamente pobres. No importaba que hubiera ocurrido quinientos años atrás, el miedo sentido por Celestina y sus amigas y por los sirvientes ante el poder de los magistrados, la policía y los ricos me recordó el tono de las historias familiares: el desalojo de mi abuelo y su familia cierta Navidad de la granja que ocupaban en la propiedad del terrateniente; el encarcelamiento de una muchacha de doce años denunciada por el párroco de la Iglesia de Inglaterra por arrancar flores de los jardines del asilo de pobres del pueblo; los «jornaleros» del sector de la imprenta, que solían aparecer en las épocas de mayor trabajo (sobre todo, en Pascua y Navidad) con la esperanza de conseguir algún empleo ocasional; y los terratenientes que combatían la introducción de la industria en la economía local con el fin de conservar una fuerza de trabajo dócil y dependiente de la tierra. Los personajes del cuarto estado de Rojas me impresionaron mucho: temían el poder, pero no se acobardaban y defendían sus derechos; el lenguaje que utilizaban en unos diálogos extremadamente vivaces tenía un tono literario diferente del de los campesinos de Lope de Vega o incluso de Sancho Panza, que no parecía muy contemporáneo. Mis propias exploraciones de los dialectos del inglés y la sociedad inglesa se vieron ampliados para siempre cuando fui a Cambridge, donde recibieron una nueva influencia de profesores como Raymond Williams (ah, las estructuras de sentimiento); luego vino Oxford, me convertí en joven revolucionario del 68 (ah, la dialéctica de la historia) y enseñé en colegios de Londres (ah, las habilidades mixtas integrales), antes de dedicarme a la traducción literaria (ah, el reto de escribir) o a la enseñanza universitaria (ah, la teoría y la práctica de la traducción). En la universidad volví a leer La Celestina y me encontré con una crítica obsesionada por la cuestión de la autoría: ¿escribió de verdad Rojas todo el libro? La edición española de la década de 1920 que utilicé contenía grandes secciones en cursiva que se consideraban como añadidos de otra mano. Las investigaciones españolas modernas han continuado en gran medida por semejante senda, y la ansiedad textual ha oscurecido el impacto de los personajes y el lenguaje. Por su parte, los estudios del hispanismo británico han preferido ver en la obra una defensa de la justicia poética moral: los amantes merecen morir porque han utilizado una alcahueta como intermediaria. Se han centrado en los desventurados amantes y, tras demonizarlos, han relegado los demás personajes a la tradición medieval. Ambos bandos se han complacido, y aún se complacen, en rastrear las influencias, llenar las páginas de notas eruditas y a menudo mojigatas. El conflicto social y el contexto histórico apenas reciben atención. Al fin y al cabo, las creencias de los principales hispanistas del Reino Unido han oscilado entre el «alto» catolicismo, el protestantismo y el elitismo liberal. Una visión complementaria ha sido leer la novela como un libro cómico sin más y en el que nada debe tomarse muy en serio, evitando con ello el terreno moral o la relevancia social. Las interpretaciones de los críticos estadounidenses Stephen Gilman y Dorothy Severin, más sensibles en términos sociales y políticos, fueron tratadas con benévolo paternalismo por figuras como sir Peter Russell, titular de la cátedra Alfonso el Sabio de Literatura Hispánica en la Universidad de Oxford, paladín del enfoque de la comicidad y hoy resucitado y celebrado en forma literaria por Javier Marías bajo el personaje de sir Toby... En otras palabras, los estudiosos han contribuido a la marginación de esta obra maestra del Renacimiento que habría sido reconocida sin duda como una obra digna de Cervantes y Shakespeare de no ser tan crítica socialmente, de haber sido escrita en inglés o de haber gozado de una tradución crítica o traductora diferente. Mi paso a la traducción literaria fue inseparable de un vínculo que establecí a principios de la década de 1980 y que también acabó por ayudarme a restaurar La Celestina en mis horizontes. En 1981-1982 preparé y publiqué una edición crítica de Campos de Níjar de Juan Goytisolo; poco después traduje el primer volumen de su autobografía, Coto vedado, y me convertí en su traductor habitual al inglés. Goytisolo ha sido un escritor exiliado desde 1956; es un vindicador de las raíces musulmanas de la cultura española y un defensor e intérprete de un canon literario de obras olvidadas o expurgadas por el establishment literario español, un árbol literario en el cual él mismo ha injertado su producción. La novela de Rojas constituye una obra central en ese canon alternativo. Para celebrar su quinto centenario, Goytisolo escribió un ensayo que traduje para Los Angeles Times (en la época en que ese diario tenía los fines de semana un suplemento literario). Mientras traducía el ensayo, volví a leer la novela y pensé en el proyecto de una nueva traducción; empecé incluso a utilizar extractos de diversas traducciones al inglés como material en los seminarios de traducción que impartí en el Centro Británico de Traducción Literaria en Norwich, del que fui nombrado director. Sin embargo, ser director de un centro nacional de traducción literaria significaba que disponía de muy poco tiempo para traducir. Sólo después de dejar Norwich y convertirme en traductor independiente a tiempo completo en Barcelona en el 2004 la idea se volvió factible. La presenté a Dedalus Books, que tiene una amplia trayectoria de traduciones de clásicos europeos. El azar quiso que retradujera al mismo tiempo La Celestina y Juan sin Tierra de Goytisolo. Goytisolo había retocado la parte final de su trilogía e insistió a sus editores estadounidenses que encargaran una nueva traducción. Ambos proyectos ?la demolición por parte de un moderno tardío del lenguaje literario convencional y los mitos nacionalistas; y la primera novela vernácula creadora de un nuevo lenguaje literario, un nuevo género, y además en vena rebelde? me alentaron a mostrarme atrevido en términos estilísticos. En ninguno de los dos casos quise, como traductor, conformarme con lo que se había hecho. Tomé dos decisiones estratégicas como traductor. En primer lugar, deshacerme del marco de la comedia humanista y devolver al lector inglés una narración más cercana a la voz de un lector profesional en las inflexiones del traductor interpretativo. En segundo lugar, decidí que no buscaría crear una forma de inglés shakespeariano (la tradición traductora convencional) puesto que, si el genio del lenguaje de Rojas procedía de su original mezcla de castellano de la calle y registros literarios, entonces su «conmoción de lo nuevo» exigía un inglés que intentara crear una mezcla original de inglés de la calle y de una diversidad de registros literarios. En cualquier caso, el lenguaje de la traducción no podía ser insípido y debía estar animado por un vigoroso sentido de la oralidad. Ese rasgo se vio reforzado por mi experiencia de traducir a Juan Goytisolo y en ese momento, de forma simultánea, Juan sin Tierra; por difíciles que fueran las imágenes, la narración discontinua y antilineal, el inmenso repertorio de referencias, el lenguaje debía estar inspirado por una musicalidad oral susceptible de atrapar al lector: el arte está en el ritmo. La modificación de la presencia física de la prosa en la página resultó relativamente sencilla. Los únicos ajustes que tuve que hacer fueron los añadidos de nombres o verbos declarativos para que quedara claro quién decía qué a quién. La creación del estilo que buscaba me llevó doce borradores en poco menos de tres años. Supuso una serie de investigaciones literarias (desde Chaucer hasta las madames del siglo XVIII) y la liberación de diversas voces de mi pasado para los subordinados. Ofreceré a continuación un ejemplo de la traducción de un monólogo de Celestina extraído del principio del capítulo V. La alcahueta camina por la calle tras su primer encuentro con Melibea; se ha convencido de la hipocresía de la joven (desea reunirse con Calisto, pero su posición social no le permite reconocerlo) y se felicita de su éxito a la hora de infundirle la idea de una eventual cita. Celestina va a contarle a Calisto esas buenas perspectivas. En este fragmento concreto de 300 palabras hay unos 120 cambios. En una novela de unas 60.000 palabras, eso significa algo del orden de unos 24.000 cambios de palabras. Y esos cambios están siempre en función de una reescritura global, de una búsqueda del estilo deseado. Deseo subrayar este hecho por si algún editor considera que los traductores literarios están demasido bien pagados o por si alguna administración universitaria o algún crítico literario considera que los traductores son plumíferos ocasionales. Salvo algunas ojeadas para los seminarios, nunca había leído enteras las traducciones anteriores y me propuse no hacerlo hasta quedar satisfecho con mi propia traducción. Con objeto de ilustrar la tradición de traducir a Rojas, incluyo las versiones de ese fragmento realizadas al inglés por James Mabbe, John Clifford y Margaret Sayers Peden y, al francés, por Aline Schulman. Todas mantienen el marco del diálogo teatral. La de James Mabbe (JM) es arcaica porque data de 1631; está mucho más cerca en el tiempo de Rojas y su inglés es el inglés literario contemporáneo. De acuerdo con la práctica de la época, realiza ampliaciones, y sus adornos suelen indicarse en cursiva en muchas ediciones modernas. La traducción de John Clifford (JC) es un ejemplo de las numerosas traducciones para el teatro que parten de la premisa de que la «obra» no es representable y hay que recortarla hasta conseguir que lo sea. Clifford redujo el texto en más de un 40 por ciento para el montaje realizado por Calixto Bieito para el festival de Edimburgo en el 2004, y Bieito llevó a cabo nuevos recortes durante el proceso de producción. Como director, Bieito es conocido por su afición a la desnudez y la provocación; sin embargo, la traducción está firmemente anclada en el modo arcaizante. La traducción de Margaret Sayers Peden (MSP) es un tour de force en este sentido y se publicó en septiembre del 2009, tres meses después de que Dedalus publicara la mía (PB) en el Reino Unido. Peden quiso que el inglés se pareciera cuanto fuera posible al castellano, a expensas incluso de resultar molesto. Tanto las traducciones de Clifford como de Peden, al optar por lo arcaico, traducen en la tradición de Mabben haciendo lo contrario de lo conseguido por Rojas, es decir, un castellano sorprendentemente nuevo para su época. Aline Schulman (AS), la traductora de Juan Goytisolo al francés, opta por un tono contemporáneo, pero evita utilizar palabras que hayan entrado en el francés a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El texto castellano pertenece a una edición en curso, fruto de mi experiencia de traducción.
A continuación de cada ejemplo, se añade la sucesión de modificaciones hasta llegar a la versión final. Los números entre paréntesis indican el borrador correspondiente, ya sea en pantalla o en papel (marcado este último con una p). Las diferentes correcciones proporcionan una instantánea de cómo el estilo final surge de los borradores nacidos de una estrategia que es coherente pero que se lleva a cabo por impulsos. El estilo se hace cada vez más afilado y denso.
Las traducciones contemporáneas mantienen las «O» y siguen la senda de Mabble. JC ha elegido un eco más cercano en «cruel encounter». Ni JC ni MSP deciden mantener las formas thee, thou, etcétera, que habrían hecho más auténtico su estilo arcaizante; por lo tanto, lo que buscan es un arcaismo modificado. (Sin embargo, todo depende del lugar en el que uno se sitúe en el mundo anglosajón; tenía unos tíos que utilizaban todo el tiempo el thee y el thou como parte de su dialecto de Yorkshire.) AS crea un ritmo conservacional más convencional e incluso incluye observaciones explicativas en la petición de la Celestina. PB difiere radicalmente en varios puntos con objeto de crear un inglés que refleja el murmurar de una vieja que camina de forma apresurada por la calle. Es un híbrido. «Close shave» y «sweat» pertenecen al registro contemporáno coloquial y casi de cómic; «cunning wins cunny» introduce un juego de palabras inspirado en la frase «Cunny is money» de una madame del siglo XVIII; por supuesto, el original también es divertido en su combinación de osadía e ingenio. «Short-tempered» lleva a «short fuse», que introduce la idea de explosión. El estilo se afila así a lo largo de los borradores. El editor Eric Lane hizo valiosas sugerencias en relación con los apartes y con ciertos giros que percibió como demasiado contemporáneos. A veces las acepté, como en el caso en que eliminé «I owe you one»; por más que ahora, en esta comparación, me pregunte si no habría tenido que responder creando algo más agudo o si acerté al añadir ese toque más convencional a las murmuraciones de Celestina. ¿Añade esa traducción formalmente más equivalente o «correcta» un tono neutral que mi interpretación no sólo trata de evitar sino contra la que de hecho escribe? También es cierto que destaca más en este análisis pormenorizado de uno de los monólogos de Celestina y que se nota menos en una lectura seguida de todo el libro.
JM puede parecer aquí demasiado verboso y pierde ritmo, pero no pierde el elemento lúdico en sus añadidos con la aliteración en «favourable furtherance... found». JC recorta drásticamente para el teatro. AS también utiliza la aliteración: «femelle farouche», «plantes... pierres», «mots magiques». PB introduce tres añadidos: «all the time in the world» y «with the nether world», buscando la naturalidad del personaje, y «the battle is half won», desarrollando el sabor militar; y las aliteraciones: «softened... female», «stones and spells». Una decisión fundamental fue hacer que la alcahueta y a veces alguien de su entorno se refieran a ella como «Celly». Este cambio nació de la necesidad de reflejar su constante uso de diminutivos y del deseo de crear un aspecto más familiar y afectuoso para el personaje, demasiadas veces interpretado como distante, cruel o lisa y llanamente malvado. En «Celly» también resuena «cunny»; y además es breve, con lo que ayuda a mantener la oralidad, el ritmo y la tensión, una falta de aliento a la que también contribuyen las concisas exclamaciones «Snake oil! White thread!».
La contundencia de la versión de JM reside en su énfasis en el cariz sexual de las divagaciones de Celestina («frolic with thyself») y la inventiva de su vocabulario («soldering», «prattling», «graduates in my art»), así como en sus gambitos coloquiales más conversacionales («A pox upon») y en la referencia a «hit [the nail] on the head». JC presenta de nuevo ecos de JM con el «rumpling and folding» y juega con la repetición, como en «favour... disfavour» y «run... outrun». La Celestina de MSP suena cada vez más señorial y meliflua, confiada y madura. MSP interpreta «nuevas» como faldas nuevas en lugar de como las noticias a las que se refieren las otras traducciones, y podría ser una lectura válida. Su traducción subrayaría un posible juego de palabras de Celestina. AS presenta la aliteración «maîtresses dans le metier». PB continúa con el registro coloquial, «Old girl», «job», «Blast», «Lady Luck», «bull’s eye» (y militar), la aliteración en «mending... maidenheads» y la naturalización con el cambio de «fifteen» por «a dozen».
JM enfatiza de nuevo la preocupación de Celestina por el deseo sexual y las relaciones lesbianas cuando acaricia el cordón («let me hug thee a little» y «oh, how my heart leaps»), aunque esas exclamaciones también pueden estar motivadas por la perspectiva de ganar dinero. JC reduce aquí otra vez de modo drástico el texto. MSP se ciñe mucho a la formulación del original. Celestina y sus compañeros son aficionados a los proverbios y las observaciones lapidarias, y a lo largo de toda su traducción PB utiliza el equivalente inglés si existe o inventa uno en un estilo que encaja con sus caracterizaciones por medio del lenguaje. En general, los proverbios se hacen más cortantes, y su humor aumenta (en otro lugar Celestina se lamenta «A house without males pales» y aquí también refuerza el sentir de una vieja confiada que acude a toda prisa a su cita con Calisto). Resulta ilustrador el desarrollo del inglés en el caso de «quien las sabe, las tañe», un proverbio procedente del ámbito musical. El primer intento introduce la palabra pluck, suscitada por la idea de pulsar un instrumento de cuerda. A lo largo de los borradores, el sentido de «pluck» se desliza hacia la idea de desplumar un pájaro, hasta que la transformación es absoluta y se llega a un nuevo proverbio inglés, «Who thinks, drinks». Esta traducción subraya el ritmo, la idea de que Celestina es una negociante inteligente y aficionada al vino. PB da también otro giro más al motivo del «cunny» añadiendo que es «a past mistress at the cunny arts». El corrector de Dedalus sugirió unas pocas correciones; una aceptada aquí fue el uso del anticuado «damsel» que proporciona a la frase final un tono más irónico. He aquí todo el monólogo para que pueda leerse en su integridad.
A menudo, los estudiantes y los jóvenes traductores literarios que salen de las universidades con sus flamantes títulos me preguntan cuál es la teoría de la traducción que más me ha influido. Respondo que son muchas, pero que la relación entre teoría y práctica no es mecánica y que cualquier lectura de teoría de la traducción es una extensión de una conciencia crítica subjetiva que se ha formado por medio de la interacción con muchas otras teorías ?de las que deriva la teoría de la traducción? y de todo el proceso de vivir, leer y escribir en un contexto histórico concreto. Algunos estudiosos de la traducción, como Mona Baker y Gabriela Saldanha, han estudiado mi estilo como traductor basándose en el análisis de corpus y han realizado comentarios relevantes, pero son en su mayoría conclusiones basadas en repeticiones desencarnadas y periféricas con respecto a lo que creo que es clave en las propias traducciones. Cuando están tan de moda conceptos como la «mediación del traductor» o la «voz del traductor», quizá los estudios de traducción deberían volverse hacia el examen de la vida de los traductores, su reescritura artística del original (no los interminables intentos reduccionistas de identificar lo que es «domesticador» o «extranjerizante»). Existen hoy, al menos en los Estados Unidos (en la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana en Bloomington o la Biblioteca Harry Ransom de la Universidad de Tejas en Dallas), colecciones de archivos de traductores, correspondencia con autores, editores, contratos, etcétera. Ésa es la materia prima que habla de la práctica de la traducción.
BIBLIOGRAFÍA
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© 2009 SGR 873 TRADIA 1611 (Traducción ibérica y americana) Departamento de Filología Española y Departamento de Tradución, UAB | Spanish Philology Department and Translation Department, UAB | Departament de Filologia Espanyola i Departament de Traducció, UAB |
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