DOÑA MERCEDES DE CASTILLA DE JAMES FEnimORE COOPER, TRADUCIDA POR PEDRO ALONSO O'CROWLEY Departamento de Traducción e Interpretación
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1. Introducción Doña Mercedes de Castilla o El Viaje a Catay, traducción de la novela de James Fenimore Cooper Mercedes of Castile or The Voyage to Cathay, publicada en Boston por Lea and Blanchard en 1840, fue publicada en Cádiz por la Imprenta de la Revista Médica en 1841. La traducción fue realizada por Pedro Alonso O'Crowley y Power, uno de los nueve hijos de D. Pedro Alonso O'Crowley y O'Donnell (1740-1817), descendiente de una familia irlandesa establecida en Cádiz en 1731 (Antón Solé, 1965: 153). Cómo llegó a manos de O'Crowley el original en tan escaso intervalo de tiempo es difícil de imaginar, pero lo cierto es que, un año después de su publicación en los Estados Unidos, la novela de Cooper era ya publicada en Cádiz en lengua española. Esta traducción se publica el mismo año que la primera traducción francesa de la novela, Mercédès de Castille, efectuada por Auguste-Jean-Baptiste Defauconpret (1767-1843), traductor de Cooper y Scott al francés, si bien la traducción francesa es el volumen octavo de un proyecto de traducción mucho más ambicioso, el de las Oeuvres de Fenimore Cooper publicadas por el conocido impresor parisino Furne & Cie, Charles Gosselin. La novela viene precedida por una introducción biográfica y literaria escrita por Charles Romey, autor, entre otras obras, de una famosa Histoire d'Espagne. 2. El traductor O'Crowley (cuyas fechas de nacimiento y defunción se desconocen) es uno de los traductores andaluces más conocidos y prolíficos del siglo XIX y el más activo de los que trabajaron para la Imprenta de la Revista Médica de Cádiz. Tradujo del inglés y del francés: como traducciones localizadas con autoría reconocida pueden citarse el tratado El Spelling Book con reglas claras y sencillas para leer en inglés... (1841), y las novelas A la reina no se le toca de Masson (1841), La nave fantasma: leyenda de la mar de Frederick Marryat (1841), las Memorias de María Fortunata Capelle, viuda de Laffarge (1842), El barbero de París de De Kock (1842), Los pretendientes de Soulié (1843), El palacio de Lambert (1843) y Guy Mannering o El Astrólogo de Walter Scott (1843), todas ellas publicadas por la citada Imprenta de la Revista Médica. Como traducciones no localizadas pueden citarse Bigotes de De Kock (1841) y La condesa Hortensia de Jacques Méry (1843). La última traducción conocida de O'Crowley parece ser la de El paraíso perdido de Milton, incluida en la obra Las cinco joyas épicas (Madrid: Imprenta de Gómez y Fuente, 1844), libro que tampoco ha podido ser localizado en ninguna biblioteca. Se sabe muy poco (Antón Solé, 1965; Rabadán, 1992) de la vida de O'Crowley, aparte de algunos datos comprobados: su padre, Pedro Alonso O'Crowley, de quien se conoce mucho más, fue un adinerado comerciante gaditano, de padres de origen irlandés, que dedicó su vida a coleccionar objetos artísticos que luego depositó en el famoso Museo O'Crouleiano, fundado por él (Antón Solé, 1965: 164). Tradujo una obra de Joseph Addison, Diálogos sobre la utilidad de las medallas antiguas, principalmente por la conexión que tienen con los Poetas griegos y latinos (Madrid: Oficina de Don Plácido Barco López, 1794). Su madre, María Power, era también hija de irlandeses asentados en Cádiz en el siglo XVIII. O'Crowley hijo fue educado en Inglaterra y se dedicó a enseñar inglés y a traducir —muchísimo más que su padre— en su ciudad natal. Ambos, padre e hijo, parecen profesar un catolicismo ortodoxo poco proclive a acoger las ideas liberales que inspiraron la Constitución de 1812. No se sabe cuál fue la postura de la, aparentemente, bilingüe familia O'Crowley ante los acontecimientos acaecidos en el Cádiz sitiado, ni sobre los vaivenes políticos posteriores de Fernando VII y sus gobiernos. Lo cierto es que la ciudad vio apagarse su prosperidad comercial y, más lentamente, su intensa vida cultural conforme avanzaba el siglo XIX, a raíz de la independencia de las colonias americanas, por lo que estos cambios podrían haber influido en el estatus social y económico de la familia. El último dato que se conoce sobre el traductor es que O'Crowley figura como escribiente de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Barcelona en una relación del personal universitario, fechada en 1845 (Palomeque Torres 1979: 67). Por otro lado, la Imprenta de la Revista Médica de Cádiz es, sin duda, la más productiva de las imprentas gaditanas del siglo XIX en cuanto al número de traducciones: entre 1841 y 1863 se publicaron en torno a veintisiete, sólo de obras literarias, mientras que la labor traductora en el campo de la traducción científica, y sobre todo médica, es decisiva para entender el progreso de la ciencia en España en el siglo XIX. Entre los autores traducidos, además de Cooper, figuran, entre otros, Alejandro Dumas, Paul de Kock, Frederick Marryat, Joseph Méry, Walter Scott, Frédéric Soulié y Eugenio Sue (López Romero, 1996-1997: 321). El modus operandi de las imprentas andaluzas como ésta, en cuanto a la selección y publicación de traducciones, sigue siendo una incógnita. Se puede conjeturar, en este caso, que O'Crowley actuara más como «agente cultural» que como simple traductor, y que fuera él mismo el que propusiera, después de leerla, la traducción y posterior publicación de la novela de Cooper. Es un hecho comprobado que en la ciudad de Cádiz, y en otras andaluzas como Málaga, había por entonces lectores de novelas en inglés y francés, como lo demuestran los catálogos de las librerías locales,(2) lo que permite pensar que a Cádiz llegaban libros directamente de puertos franceses, ingleses o norteamericanos por vía marítima, al menos en los períodos liberales. Cooper, además, era ya un autor conocido en España, del que se habían traducido hasta 1840 no menos de cinco novelas (Lanero y Villoria 1996, 67-77). 3. Traducciones de Mercedes of Castile Mercedes of Castile ha sido traducida al español en otras ocasiones. La segunda traducción fue publicada seis años después, en 1847, por la Imprenta de D. Agustín Espinosa, en Madrid, en un volumen en el que también se incluye la novela El bañista de Dieppe de Roger de Beauvoir. En ninguna de estas dos obras, que comparten el mismo volumen, aparece el nombre del traductor. Es una traducción dividida en cinco tomos, pero con la numeración de capítulos correlativa, en la que se han suprimido la mayoría de las citas, situadas al comienzo de cada capítulo, y las notas al pie del autor, de las que sólo se mantienen cuatro. Esta misma traducción apareció, con el título Cristóbal Colón, publicada por Mellado en Madrid en 1852. Se trata de una edición profusamente ilustrada que forma parte de la colección «Biblioteca española», en la que tampoco figura el nombre del traductor. La siguiente versión, publicada en México por la conocida imprenta de Andrade y Escalante en 1857, es copia de la de O'Crowley. Luego hay tres traducciones más: la de Ángel Pérez (Barcelona: Imprenta Luis Tasso, 1863), que es también básicamente copia de la de O'Crowley con mínimas alteraciones y nuevas o reformadas notas al pie;(3) la de Jesús de Amber (París: Garnier Hermanos, 1915), probablemente efectuada a partir de alguna versión francesa, y finalmente la publicada en Madrid por Editorial Tesoro en 1952 para su colección «Capa y espada», que en realidad es una adaptación de la novela original dividida en veinticinco capítulos y una conclusión, publicada en rústica, desprovista de prefacio y notas, en la que no se encuentra referencia alguna al traductor o adaptador. Esta última edición fue preparada, como se reconoce en la propia solapa del libro, con motivo del estreno de la película Alba de América (Juan de Orduña, 1951), superproducción de los estudios Cifesa que narra el descubrimiento desde la óptica franquista, y en cuya génesis pesó decisivamente el afán de contrarrestar la visión antiespañola de la gesta de Colón que, a juicio del régimen, impregnaba el guión de la película británica Christopher Columbus (David MacDonald, 1949) protagonizada por Fredric March y nunca estrenada en España. 4. La traducción de O'Crowley: nivel macrotextual Rosa Rabadán (1992: 273), a partir del análisis de la traducción de The Spelling Book, aventuraba la hipótesis de que la labor traductora de O'Crowley se decantaba a ultranza por el «principio de aceptabilidad», esto es, reconvertir y recrear el texto original a las necesidades y expectativas de los lectores del polisistema de llegada por medio, sobre todo, de adiciones y añadidos. El análisis traductológico de Mercedes de Castilla, como veremos, muestra sin duda indicios de esta «norma» de traducción, pero con interesantes matices, como puede verse a continuación. Hay una diferencia fundamental entre el texto original y esta primera versión castellana de Mercedes of Castile: en la edición gaditana no se incluye el prefacio de cuatro páginas escrito por Cooper en la primera edición de su novela, como tampoco aparecen en la traducción anónima publicada por Espinosa (1847), ni en el Cristóbal Colón de 1852, ni en la edición mexicana de 1857, ni en la de Ángel Pérez (1863).(4) No parece haber otros motivos para esta exclusión que cierta dejadez en el proceso de edición o, quizá, que el traductor considerara que este prefacio era irrelevante para el lector español. Otra diferencia evidente consiste en que la traducción de O'Crowley difiere del original en su secuenciación. Mientras que la edición original de 1840 publicada en Boston consta de dos volúmenes, el primero con 16 capítulos y el segundo con 15, la traducción publicada en Cádiz consta de tres, el primero con 9 capítulos, el segundo con 12 y el tercero con 10. El número de capítulos es, por consiguiente, el mismo, es decir, 31 capítulos, pero distribuidos de forma distinta. También, a diferencia del original, esta edición incorpora once ilustraciones en once páginas no numeradas donde se muestran episodios del argumento o retratos de sus personajes. No se menciona en ningún lugar al autor de estas ilustraciones. Sin embargo, O'Crowley conserva escrupulosamente y traduce las citas literarias que Cooper coloca al comienzo de cada capítulo. Entre otras, se encuentran abundantes citas de la poeta norteamericana, hoy prácticamente olvidada, Ms. Felicia Hemans, y de los poetas románticos ingleses Wordsworth, Byron y Coleridge, así como diversas citas de obras dramáticas de Shakespeare, por aquel entonces aún no traducidas al español, como The Tempest o Macbeth. O'Crowley también mantiene y traduce todas las notas al pie del original de Cooper, entre ellas la más crítica con el proceso de colonización española de América, que Klibbe (1989:1327) relaciona con la visión moralizadora del enfrentamiento entre conquistadores y aborígenes, presente en su novela más famosa, El último de los mohicanos:
A pesar de la confusa frase final —O'Crowley traduce «this country» por «aquel país» y suprime así la referencia de Cooper a los Estados Unidos de América—, esta nota se mantuvo tal cual en la edición mexicana de 1857, que es copia fiel de la traducción de O'Crowley, pero no en la de 1863, realizada por Ángel Pérez. El traductor, además, introduce notas propias que en algunos casos aparecen con el título «N. del T.». Son las siguientes: 1. Explicativas de figuras o hechos históricos. Sólo se localizan dos: La primera (p. I-179) aclara que Cooper probablemente está aludiendo en un comentario a María Amalia de Borbón-Dos Sicilias, reina consorte de Luis Felipe, rey de Francia. O'Crowley aprovecha para establecer un paralelo entre las conocidas virtudes de esta reina francesa y las de la reina de España María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, fallecida unos años antes. La segunda (p. II-102) explica que doña Beatriz Enríquez, a la que se alude en el texto de Cooper, tuvo relaciones amorosas con Cristóbal Colón. 2. Explicativas de índole lingüística o cultural. Son, sin duda, las más interesantes. La primera (p. I-151) explica que en España es el martes y no el viernes el día tenido por aciago entre la gente supersticiosa, a diferencia de la tradición anglosajona. La segunda (p. III-145) establece un curioso paralelo ante el hecho de que Ozema, la princesa haitiana protagonista de la novela, relacione el nombre de Mercedes con «cualquier cosa de sobresaliente valía» y el hecho de que en Cádiz los «tragineros» del muelle llamen a los marineros ingleses «I say!», por oír tanto esta frase inglesa, o a los franceses «didones», por oír constantemente «Dis donc!». Es la única nota que evidencia el origen del traductor al mencionarse explícitamente la ciudad de Cádiz. Fue suprimida en la traducción de Ángel Pérez (1863). La tercera (III-194) trata de explicar la alusión a «Mac-Homer» de la estrofa que se cita al comienzo del capítulo, original del poeta Townshed. Finalmente, la cuarta (p. III-333) relaciona la faluca que aparece en el original con los «místicos», barcos utilizados por aquel entonces en Andalucía. La naturaleza de estas notas pone de relieve, por un lado, el rigor histórico que O'Crowley otorga implícitamente a la narración de Cooper, pues sólo introduce dos notas de este carácter, mientras que, por otra parte, tampoco considera necesario incluir muchas notas de índole lingüística o cultural. Esta contención a la hora de incluir notas del traductor puede extenderse, por lo que hemos podido ver, a otras de sus obras traducidas. Finalmente, hay que mencionar en este apartado ciertos desajustes del TM respecto al original, en el caso de las alusiones de Cooper a la realidad de su tiempo y a la historia de los Estados Unidos, como el que ya se ha visto en relación con la nota al pie. El traductor omite, en la página I-127 de su traducción, el comentario de Cooper referido a los arabescos como objeto de decoración artística: «and got to be so familiar in Europe, though little known on this side of the Atlantic» (TO, I-69), por razones obvias. Sin embargo, en la página II-283 traduce literalmente: «contestó Colón quien, semejante a nuestro Washington...», sin percatarse de lo absurdo de la frase. No hay más alteraciones textuales dignas de mención en el TM con respecto al TO, exceptuando la omisión de tres réplicas poco importantes en el diálogo entre Mercedes, Beatriz y la reina Isabel que aparece en la página III-247. 5. Nivel microtextual Al tratarse de un argumento que se desarrolla en la España del siglo XV, la novela incluye numerosas palabras españolas que O'Crowley mantiene o corrige. Este es el caso de los nombres propios, que se naturalizan en la traducción:
Como puede verse, tanto Cooper como O'Crowley utilizan indistintamente Isabel o Isabella para referirse a la reina de Castilla, aunque no siempre en los mismos casos. Sin embargo, la alternancia entre Fernando y Ferdinand que se produce en el original no se encuentra en la traducción, que siempre prefiere Fernando. Debe hablarse también, en el apartado de los nombres propios, del anacronismo que supone la utilización de Pepe como nombre de uno de los marineros que acompañan a Colón en su travesía, que también es uno de los personajes secundarios más sobresalientes de la novela. Pepe no se utilizó como sustituto de José hasta bien entrado el siglo XVIII. El caso de Mercedes es también discutible: aunque se trata de una advocación antigua (siglo XIII), el nombre no es en absoluto frecuente en la Edad Media castellana, y ni siquiera en el Siglo de Oro. Podríamos deducir, por consiguiente, que estos detalles no fueron comprobados por Cooper cuando asignó estos nombres a sus personajes. Que O'Crowley no los modificara tampoco pone de manifiesto cierto descuido en su labor, o bien el deseo del traductor de modificar lo menos posible los nombres escogidos por el autor, como es evidente en la tabla anterior. Otras palabras españolas utilizadas por Cooper se mantienen también en la traducción de O'Crowley. Entre ellas pueden citarse olla podrida (I-17), doblas (I-18), El último suspiro del moro (I-93), señora (I-181), Señor Colón (I-285), señorita (III-182), que se mantienen tal cual, y algunas exclamaciones que también se mantienen total o parcialmente, como peste! (II-34), by San Pedro! (Por San Pedro, II-62), o by St. Iago! (¡Por Santiago!, I-16). Por otra parte, el traductor emplea deliberadamente un castellano popular y colorista, al traducir, entre otras muestras, truant por novillero (I-291),(5) jokes por cuchufletas (I-64), fellows por pobretes (II-263), o al recurrir sistemáticamente a chusma o chusmas (6) para traducir las palabras inglesas crew (III-134), rude seamen (II-364), knaves (II-357), people (II-272; II-326; II-348) o mariners (II-253). Otro rasgo de la traducción completamente distinto es la variación léxica como procedimiento recurrente. Un caso especial es la variedad de términos castellanos empleados para traducir la palabra inglesa girl. Quizá el más llamativo, no exento de connotaciones sexistas, sea el uso del virgen:(7)
Virgen se añade también a modo de explicitación en otros segmentos de la traducción, como los que siguen a continuación:
Además, girl también se traduce por moza en seis ocasiones (I-182, I-192, II-27, II-433, III-88 y III-89) y por mozuela en tres (I-52, I-54 y II-219). La variación léxica se extiende también a otros términos, como los que utiliza el traductor para verter al castellano las palabras inglesas Moor y Moorish: mahometano (I-87), sarraceno (I-97), alarbe (I-265), agareno (II-141) y árabe (III-14). Conclusiones Esta traducción se enmarca en el conjunto de obras literarias traducidas en las décadas centrales del siglo XIX por la Imprenta de la Revista Médica de Cádiz, uno de los ejemplos paradigmáticos de la actividad traductora realizada en la España del siglo XIX desde núcleos periféricos como Cádiz y otras ciudades andaluzas y españolas distintas de Madrid y Barcelona. Pedro Alonso O'Crowley es uno de los traductores más destacados que trabajaron para la citada Imprenta, y su traducción, a falta de más datos de investigación, podría ser una muestra de las prácticas editoras seguidas por la institución gaditana, entre ellas la supresión del prólogo original, la inclusión de ilustraciones y la falta de una revisión a fondo, que explicaría ciertos errores ya señalados. Sí lo es, evidentemente, del estilo de traducción de O'Crowley, que podría definirse, grosso modo, como proclive a la naturalización, o a la aceptabilidad en la cultura receptora, pero en términos moderados y sensiblemente distintos a los de otros traductores de su tiempo. Lo poco que conocemos del habitus del traductor, en este caso, podría justificar algunas de las decisiones tomadas. Sirvan como ejemplo el más que posible bilingüismo de O'Crowley, que podría explicar sus propuestas de traducción, su propia dedicación al oficio de traducir, e incluso su contención a la hora de naturalizar, y su educación católica y tradicional, presente en muchos detalles de la traducción. La historia de las traducciones de la novela de Cooper al español demuestra un progresivo desinterés por los acontecimientos narrados en Mercedes of Castile. Además, como ya se ha dicho, los críticos especialistas en la obra de Cooper la consideran hoy una de sus obras menos logradas. Con todo, esta crónica novelada, donde se refleja una visión externa y distanciada del descubrimiento de América que en su momento interesó tanto en España, probablemente merezca una retraducción. BIBLIOGRAFÍA 1. Fuentes primarias: COOPER, Fenimore, Mercedes of Castile or the Voyage to Cathay, Boston, Lea and Blanchard, 1840. 2. Fuentes secundarias: ANTÓN SOLÉ, Pablo, «El anticuario gaditano Pedro Alonso O'Crowley». Archivo hispalense, 136 (1965), 151-166. NOTAS (1) Por citar un ejemplo que demuestra el conocimiento del escritor norteamericano en una publicación española periférica, Lanero y Villoria (1996:82) mencionan el artículo biográfico sobre J. Fenimore Cooper aparecido en la revista malagueña El Guadalhorce en su número de 23 de junio de 1839, p. 125-126.
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