El discurso de la traducción
en la historia de la traducción vasca
La mayoría de las teorías de la traducción
que se han ocupado tanto de la evolución histórica
como de la forma actual de los estudios de traducción se
ha desarrollado sobre la base del pensamiento occidental, partiendo
generalmente de las lenguas hegemónicas europeas.(1)
Así, los tratados de traducción que más influencia
han tenido en la evolución histórica de la disciplina
desde el siglo XVI han sido escritos en su mayoría en inglés,
francés o alemán, y han prestado atención preferente
a sus respectivas literaturas. Sin embargo, al desviar nuestra atención
a la historia de la traducción en el País Vasco, observamos
que la reflexión sobre esta actividad no ha seguido los mismos
pasos que en las grandes literaturas europeas, pero su trayectoria
coincide, sin embargo, con la de otras lenguas europeas minoritarias
y minorizadas. Lenguas como el euskera, el catalán o el gallego,
por no mencionar las decenas de lenguas minoritarias europeas que
se encuentran en una situación similar, han tenido que enfrentarse
a problemas que no se plantean necesariamente en el ámbito
de la traducción de lenguas hegemónicas; así,
por ejemplo, el catalán «ha utilitzat sovint la traducció
com una altra forma de “salvar-nos els mots” sempre
que ha estat possible, en fer-se seu el món d’altres
llengües per conservar el seu propi caràcter i, en definitiva,
un cos cultural — i polític, doncs — autòcton»
(Mallafrè 1991: 40-41), y podemos afirmar que ha ocurrido
exactamente lo mismo en ciertas etapas de la historia de la traducción
vasca. En la introducción a Cent anys de traducció
al català (1891-1990), una antología de textos
catalanes sobre la traducción, Montserrat Bacardí
nos ofrece una interesante comparación entre, por un lado,
la clasificación propuesta por George Steiner para el análisis
de la historia de la traducción europea y, por otro, la evolución
del pensamiento sobre la traducción en el contexto catalán.
La conclusión a la que llega Bacardí es que las diferentes
etapas del desarrollo del pensamiento sobre la traducción
en los países de lengua catalana presentan un desfase conla
traducción en la historia de la traducción vascasiderable
en comparación a la evolución histórica de
la teoría de la traducción en el resto de Europa.
Otro tanto se podría decir con respecto a la historia de
la traducción en el País Vasco. En lo que sigue, ofreceremos
algunos ejemplos de textos vascos sobre la traducción, con
el fin de mostrar cómo la teorización de esta disciplina
se ha limitado durante siglos, al igual que en el contexto catalán,
a textos «subjectes a una tradició fragmentària
i a una pràctica sovint circumstancial que, només
en comptades ocasions (…), es preocupa pels fonaments teòrics
del procés» (Bacardí 1998: 12), y cómo
la primera fase descrita por Steiner ha perdurado, al igual que
en el caso catalán, prácticamente hasta el final del
siglo XX. Por último, intentaremos mostrar el cambio que
supuso la innovadora práctica literaria y traductora de Joseba
Sarrionandia y del grupo literario Pott, fundado en 1977 por Sarrionandia
y otros cinco jóvenes escritores vascos, en el advenimiento
de una nueva fase de la teorización de la traducción
en el contexto literario vasco.
La clasificación de George Steiner
En su influyente libro sobre la traducción After Babel
(1975), George Steiner divide la teoría, la práctica
y la historia de la traducción en cuatro fases. La primera
fase comienza en el siglo I a.C. con las recomendaciones de Cicerón
y de Horacio de no traducir verbum pro verbo, y termina
en el año 1804 con los comentarios que incluye Hölderlin
en sus traducciones de Sófocles. Los traductores de esta
primera fase efectúan sus análisis sobre la traducción
desde una perspectiva empírica, basándose meramente
en sus propias experiencias traductoras. Steiner incluye en este
periodo toda una gama de reflexiones provenientes de diferentes
épocas y lugares, con autores tan dispares como San Jerónimo,
Lutero, Montaigne, Chapman, Dryden, Pope, Florio o Huet, por mencionar
solamente los más destacados.
La segunda fase descrita por Steiner empieza con las aportaciones
de Tytler (Essay on the Principles of Translation, 1790)
y de Schleiermacher (Ueber die verschiedenen Methoden des Uebersetzens,
1813), y se extiende hasta el año 1946, fecha en la que Valery
Larbaud publica Sous l’invocation de Saint Jérôme.
Esta época se caracteriza por una reflexión teórica
y hermenéutica sobre la traducción, que da lugar al
desarrollo de importantes teorías poético-filosóficas.
Se comienza a estudiar la cuestión de la naturaleza de la
traducción dentro del marco más general de las teorías
del lenguaje y del pensamiento, sin limitarla a las particularidades
de un determinado texto traducido. Steiner menciona a Schlegel,
Humboldt, Goethe, Schopenhauer, Matthew Arnold, Paul Valéry,
Ezra Pound, Walter Benjamin y Ortega y Gasset, entre otros, como
representantes del pensamiento sobre la traducción de esa
época.
La tercera fase, según Steiner, pertenece a la corriente
moderna, y se desarrolla a partir de la década de 1940. En
esta época se dan los primeros pasos hacia la traducción
automática; por otro lado, investigadores rusos y checos
empiezan a aplicar la teoría lingüística y los
métodos estadísticos al estudio de la traducción.
Es asimismo en esta fase donde adquieren una creciente importancia
los traductores profesionales, las revistas especializadas en traducción,
las asociaciones de traductores, etcétera.
La cuarta fase empieza en la década de 1960 y se extiende
hasta la fecha de la publicación de After Babel,
es decir, el año 1975. La principal característica
de esta época sería el tratamiento interdisciplinario
de la traducción; se plantean problemas concretos según
el tipo de traducción, y cada problema requiere una respuesta
específica. Ya no se permite aplicar a cualquier traducción
el concepto de una fidelidad abstracta. Además, en esta época,
vistos los límites de la traducción automática
y discutidas tanto las perspectivas meramente lingüísticas
como el reduccionismo abstracto del generativismo, algunos pensadores
retoman las reflexiones hermenéuticas planteadas por los
filósofos de principios del siglo XX, lo que supone una relectura
de los trabajos de Benjamin, Heidegger o Gadamer, entre otros (Steiner
1975: 236-238).
La clasificación de Steiner y las
lenguas románicas
A pesar de su asimetría, la clasificación propuesta
por Steiner ha servido de referencia a numerosos análisis
sobre la traducción realizados en las lenguas hegemónicas
de Europa. De hecho, la distribución de Steiner coincide
más o menos con las que proponen Nida, Delisle, Newmark,
Tur, Mounin, García-Yebra y Coseriu. Sin embargo, al estudiar
la historia de la traducción en lenguas minoritarias, salta
a la vista que su evolución difícilmente coincide
con las cuatro fases propuestas. Refiriéndose al contexto
catalán, Montserrat Bacardí observa que «el
primer període assenyalat per Steiner, d’arrel empírica,
es perllonga més enllà de finals del segle XVIII o
de principis del segle XIX» (Bacardí 1998: 10). Esta
fase empezaría hacia el siglo XIV en las tierras de habla
catalana y se extendería hasta el siglo XX, pasando por la
tradición medieval, la decadencia literaria de los siglos
XVI-XVII, la Renaixença del siglo XIX y el Modernismo de
finales del siglo XIX y principios del XX. De esta manera, la reflexión
empírica «s’allargassa ben bé fins als
anys setenta del nostre segle» (Bacardí 1998: 10),
aunque entre el principio del siglo XX y la década de 1930
aparecen también algunos indicios que se podrían incluir
en la fase hermenéutica delimitada por Steiner. Bacardí
concluye que, debido a la opresión y a las prohibiciones
de la dictadura franquista, la tercera fase descrita por Steiner
se ha pasado prácticamente por alto en los países
de lengua catalana, que se ven a finales de siglo sumidos en una
reflexión profunda, que no incluye las etapas anteriores.
La historia de la traducción vasca es aún más
breve, ya que no comienza hasta finales del siglo XVI, pero se podría
afirmar, al igual que ocurre en el contexto catalán, que
la fase de la traducción empírica perdura hasta las
últimas décadas del siglo XX. Tal y como veremos en
los ejemplos de la sección siguiente, desde la primera traducción
vasca que se conoce (el Nuevo Testamento de Leizarraga publicado
en 1571) hasta las más modernas traducciones contemporáneas,
la reflexión sobre la traducción se ha limitado casi
siempre a la experiencia personal de cada traductor. No sería
insensato afirmar que las tres últimas fases delimitadas
por Steiner han aparecido todas a la vez en los años posteriores
al fin del franquismo, de manera similar a lo ocurrido en los países
de lengua catalana y gallega. En lo que respecta a la segunda fase,
nuestra hipótesis es que fueron los trabajos de Joseba Sarrionandia
y de los demás escritores pertenecientes al grupo literario
Pott los que dieron inicio a una reflexión «hermenéutica»
en el contexto de la traducción vasca, a principios de los
años 1980. En cuanto a las otras fases, diríamos que
la traducción automática y el tratamiento interdisciplinario
de la traducción empiezan a desarrollarse también
en la misma época (la escuela de traductores de Martutene,
1980; la revista de traducción Senez, 1984; la Asociación
de Traductores, Correctores e Intérpretes de Lengua Vasca
EIZIE, 1987; el Servicio Oficial de Traductores del Gobierno Vasco
IZO, 1989; masteres de traducción de posgrado, 1990; la licenciatura
de Traducción e Interpretación de la Universidad del
País Vasco, 2000; etcétera).
La traducción en el País Vasco entre 1571 y 1975
La historia de la traducción vasca comienza en 1571, con
la publicación de la traducción del Nuevo Testamento
realizada por Joanes Leizarraga. Se trata, de hecho, de la segunda
obra publicada en lengua vasca, siendo la primera el libro Linguae
Vasconum Primitiae (1545) de Bernart Etxepare, publicado apenas
tres décadas antes que el Nuevo Testamento, lo cual nos lleva
a afirmar que la historia de la literatura vasca se desarrolla pareja
a la historia de la traducción en lengua vasca.(2)
La producción literaria vasca fue bastante
limitada hasta el final del siglo XIX, ya que, antes de 1875, solamente
se publicaron 100 libros en euskera. A partir de esta fecha, cuando
los escritores del País Vasco peninsular ven en peligro la
pervivencia de su lengua después de que hayan sido abolidos
sus fueros o privilegios históricos, la literatura vasca
conoce un nuevo resurgimiento, que será nuevamente interrumpido
por la guerra civil española y el régimen dictatorial
que le siguió. Los escritores vascos tendrán que esperar
hasta la muerte de Franco y la llegada de la democracia para encontrar
condiciones más favorables que les permitan recrear un nuevo
sistema literario. Hoy en día, la producción literaria
del País Vasco es bastante fructífera, y cuenta con
unos 300 escritores, para una población de aproximadamente
700.000 vascohablantes.(3)
La traducción ha estado siempre muy presente en la producción
literaria del País Vasco, con porcentajes variables en las
distintas épocas de su historia. He aquí algunos ejemplos:
1545-1700
1701-1875
1876-1935
1960-1980
1993
2003
2006
|
16,0 %
35,2 %
13,3 %
22,3 %
43,6 %
30,8 %
33,7 % |
Fuente: Jakin, 164, enero-febrero 2008
A pesar de las fluctuaciones de estos datos, podemos
afirmar que el peso de la traducción en la producción
literaria total del País Vasco ha sido relativamente grande
a lo largo de la historia, lo que viene a confirmar las teorías
de algunos investigadores como Itamar Even-Zohar, Gideon Toury o
Lawrence Venuti, que observan que cuanto mayor sea la producción
literaria de un país, menor será el porcentaje de
las traducciones, y viceversa, como lo muestran los siguientes datos
ofrecidos por Venuti (1995: 12-14):
Estados
Unidos (1990)
Reino Unido (1990)
Francia (1985)
Italia (1989)
Alemania (1990)
|
2,9 %
2,4 %
9,9 %
25,4 %
14,4 % |
Al comparar estos datos con los que acabamos de exponer en referencia
a las estadísticas del País Vasco, resulta evidente
que la historia de la literatura vasca es la historia de una literatura
minoritaria y minorizada, que se ha servido de la traducción
para crear o para completar su producción literaria. Por
lo tanto, no será de extrañar que la reflexión
sobre la práctica y la teoría de la traducción
no se haya desarrollado de igual manera que en las lenguas hegemónicas
de Europa, y que las fases de la evolución del pensamiento
sobre la traducción no coincidan con las descritas por Steiner.
En las líneas que siguen, intentaremos ofrecer una visión
general del discurso sobre la traducción mantenido por los
traductores a lo largo de la historia de la literatura vasca. Debido
a la brevedad de este artículo, nos limitaremos a presentar
unos pocos ejemplos extraídos de los prefacios de diversas
traducciones vascas u otros textos sobre la traducción.
Joanes Leizarraga. Jesus Christ Gure
Jaunaren Testamentu Berria, 1571
El primer ejemplo proviene de la introducción
a la traducción del Nuevo Testamento realizada por Joanes
Leizarraga, que constituye, como hemos dicho, la primera traducción
al euskera. Dirigiéndose a Juana de Albret, reina de Navarra,
por quien le fue encomendada la tarea de traducir la Biblia al euskera
con el fin difundir entre el pueblo los textos canónicos
de la Reforma calvinista, el traductor explica que el criterio principal
de su proceder ha sido el de guardar fidelidad a la palabra de Dios:
:
me
souuenant tousiours de l'expres commandement de Dieu, qui
est de ne rien oster ni adiouster à sa parole, ie l'ay
fait le plus fidelement qu'il m'a esté possible. Il
reste que ie supplie vostre Maiesté de prendre le tout
en bonne part, regardant plustost à la grandeur &
dignité de l'œuure, qu'aux imperfections &
à la petitesse du Translateur. (Leizarraga 1571:
párrafo 2.) |
La traducción de Leizarraga ha sido considerada
como una traducción «formalista», es decir, una
traducción bastante literaria, que intenta guardar la forma
y seguir al original de la manera más fiel posible, prácticamente
palabra por palabra, obedeciendo a la idea dominante de la época
de que la palabra de Dios no podía ser manipulada en ningún
caso. La traducción vasca de Leizarraga no tuvo la misma
influencia que tuvieron otras traducciones de la Biblia realizadas
durante la época de la Reforma protestante en Europa —como
la de Tyndal en Inglaterra o la de Lutero en Alemania, que contribuyeron
a la consolidación del inglés y del alemán,
respectivamente, al fijar sus códigos lingüísticos
y al adaptarlos a las necesidades modernas—, ya que el fracaso
y la opresión que sufrió el movimiento protestante
en las tierras vascas obstaculizaron la vía abierta por Leizarraga.
Los traductores del siglo siguiente no se valieron del lenguaje
formal y culto creado por Leizarraga, y optaron por otro modelo
más populista promovido por los pensadores de la Contrarreforma
católica.
Axular. Gero, 1643
El segundo ejemplo que queremos mostrar es un fragmento de Gero
(1643), una obra de literatura ascética escrita por Pedro
Agerre Azpilicueta «Axular». Aunque esta obra, única
publicación de Axular, no se considera como una traducción,
contiene sin embargo numerosas traducciones implícitas y
explícitas del latín al euskera. Axular cita normalmente
un fragmento en latín de algún autor clásico,
seguido de su traducción al euskera. Sin embargo, estas traducciones
son más bien extensiones o amplificaciones basadas en el
texto original, tal y como reconoce el escritor en la introducción
dedicada al lector:
al
traducir las santas escrituras y las palabras de los sabios,
no lo hago palabra por palabra, porque la lengua vasca y las
demás lenguas son diferentes. (...) parece que los
demás idiomas y lenguajes comunes están mezclados
los unos con los otros. Pero el vasco mantiene su origen primero
y su pureza. (Axular 1643: párrafo 12) (4) |
Éste es, por lo demás, el método
adoptado por muchos de los traductores religiosos de este siglo,
y que consistía en abreviar, expandir, omitir o añadir
fragmentos con el objeto de crear textos acordes a las normas establecidas
por la contrarreforma católica. Otros traductores, sin embargo,
seguían atendiendo al criterio de fidelidad, creando en numerosas
ocasiones textos de un marcado tono foráneo, repletos de
calcos y préstamos.
Joannes Haraneder. Testament berria,
1740
Las primeras tentativas de los católicos
de traducir la Biblia al euskera datan del siglo XVIII, aunque la
primera traducción completa de la Biblia no aparecerá
hasta finales del siglo XIX. Entre los traductores más destacados
del siglo XVIII se encuentra el cura católico Joanes Haraneder,
quien en 1740 tradujo el Nuevo Testamento. En la introducción
de dicha traducción confiesa que conoce la traducción
del Nuevo Testamento realizada dos siglos antes por Leizarraga,
pero por estar contaminada por la peste de los calvinistas, Haraneder
se compromete a realizar una traducción digna de los católicos:
Es
cierto que un tal Joanes Leizarraga, cura o rector de Berakoitz,
hizo imprimir antaño el libro del Nuevo Testamento,
traducido por él al vasco; pero dado que aquel desgraciado
ya había para entonces abandonado la religión
católica para convertirse a la secta infectada de Calvino,
y estaba por lo tanto contaminado por aquella herejía
venenosa, no pudo su obra quedar exenta de la peste que contrajo
y del veneno que tragó. (Haraneder 1740: párrafo
3) (5) |
Respondiendo así a la petición de
algunos curas católicos, Haraneder se comprometió
a traducir el Nuevo Testamento de una manera «pura y fiel».
En cuanto al procedimiento de traducción, Haraneder declara
lo siguiente:
me
he empeñado con gran vehemencia en mantener no solamente
el sentido del texto llamado Vulgata y aprobado por la Santa
Madre Iglesia, sino también, en la medida de lo posible,
la letra (…). (Haraneder 1740: parráfo 3) (6)
|
Juan Antonio Mogel. Cristaubaren icasbidea
edo doctrina cristiana, siglo XVIII
Aunque ciertos traductores como Haraneder expresan su deseo de conservar
tanto el sentido como la letra del original, cada vez más
traductores del siglo XVIII privilegiarán la traducción
del sentido en detrimento de la forma o de la letra, como lo muestra
este fragmento de la introducción de la Doctrina Cristiana
traducida por Juan Antonio Mogel en el siglo XVIII:
no
me he atenido precisamente á la letra del original,
(...); y asi me he tomado la libertad de añadirle algunas
cosas especialmente en las instrucciones de los Mandamientos
de Dios, y de la Iglesia y abreviandole otros puntos, que
no son tan importantes para los poco instruidos (...). (Moguel
1987: 90) |
Jean Pierre Duvoisin. Carta al Señor
Fouquier, 1864
La razón principal que ha llevado a los traductores vascos
a no alejarse demasiado de la letra o de la forma del original ha
sido el deseo de mantener intacta la palabra de Dios. Al tratarse
de textos bíblicos, los traductores no se atreven a dar rienda
suelta a su creatividad, y permanecen más sujetos a la estructura
del original que en la traducción de textos seculares. Es el
caso de Jean Pierre Duvoisin, quien tradujo la Biblia a petición
del príncipe Louis-Lucien Bonaparte:
La traduction
de la Bible n’est pas elle-même très-propre
à faire ressortir ce cöté original de notre
langue, attendu qu’on exige qu’elle soit textuelle,
et, comme l’on dit, au pied de la lettre. Mais la Bible
est le livre universel par excellence. Sans cela, j’eusse
préféré donner la traduction de Télémaque,
travail dont j’ai exécuté la première
moitié depuis près de trente ans. C’est
là qu’on eût pris une juste idée
des étonnantes ressources de la langue basque (...).
(Duvoisin 1864 apud Daranatz 1928: 463)
|
Además de las restricciones que imponía el criterio
de fidelidad a la palabra de Dios, Duvoisin debía responder
también a otras condiciones asignadas por el príncipe
Bonaparte, quien, movido por el espíritu romántico de
la época, se trasladó al País Vasco con el objeto
de estudiar la lengua y cultura vascas. Con el propósito de
analizar los dialectos vascos y determinar su expansión geográfica,
Bonaparte contrató a varios escritores vascos para que tradujeran
algunos fragmentos, en su mayoría de textos religiosos, al
euskera, utilizando cada uno su propio dialecto y limitándose
a expresiones y palabras pertenecientes a ese dialecto particular.
En otro tipo de traducciones, como en Les aventures de Télémaque
de Duvoisin, el traductor se sentía más libre para modificar
el texto de manera que respondiera a su fin último (objetivo
didáctico-moral, apología de la lengua vasca, difusión
entre el pueblo no instruido de doctrinas religiosas, etc.). En los
últimos años del siglo XIX y sobre todo en los primeros
del XX, en las décadas que precedieron a la guerra civil española,
la traducción adquirió una nueva importancia en el enriquecimiento
de la lengua y literatura vascas.
Orixe. On Kixote, 1928; Tormes’ko itsu-mutila,
1929
El principal representante de esta tendencia que pretendía
utilizar la traducción como medio para enriquecer la lengua
vasca y adaptarla a cualquier fin es Nikolas Ormaetxea «Orixe»,
cuya traducción del noveno capítulo del Quijote
ganó el primer concurso de traducción celebrado en el
País Vasco, organizado por el Ayuntamiento de Pamplona en 1928.
Jose Maria Agirre «Lizardi», otro de los poetas eminentes
de la preguerra y participante del mismo concurso, elogia de la siguiente
manera la traducción ganadora de Orixe:
Trátase
de un trabajo de positivo mérito, más atento
a interpretar el genio de la lengua que a copiar en detalle
el modelo. Espontáneo, sobrio, fluído, expresivo,
quizás a las veces lo supera suprimiendo hartas redundancias
y alguna oscuridad (Lizardi, Euzkadi, 1928-07-20
apud Iztueta 1991: 646) |
Lizardi compartía la opinión de Orixe
y de los demás escritores-traductores de la época
de que la traducción constituía una herramienta eficacísima
de enriquecimiento de la lengua:
Es
de un lado adiestramiento eficacísimo del escritor;
forja donde pausada y sólidamente puédese ir
adaptando la dúctil masa del idioma nuestro a la varia
y compleja superficie de la esfera presente de la expresión
humana; es, de otro lado, medio llano relativamente de ir
enriqueciendo con joyas de precio nuestro pobre acervo literario.
(Lizardi, Euzkadi, 1928-07-07 apud Iztueta
1991: 647)
|
Orixe es considerado en la tradición vasca
como el pionero de la «traducción del sentido»
o «traducción libre», es decir, de la traducción
que pretende transmitir el sentido general del original respetando
la identidad de la lengua meta, «más atento a interpretar
el genio de la lengua que a copiar en detalle el modelo»,
como decía Lizardi. Es el método de traducción
propuesto por Cicerón y llevado al extremo por los defensores
de «belles infidèles», movimiento desarrollado
en la Europa del siglo XVII. Orixe mismo menciona a Cicerón
para justificar su método de traducción libre:
Cicerón
opinaba que no debía de traducir precisamente, a no
ser como ejercicio, y él nos dice que practicaba la
lectura de los autores griegos y después se ejercitaba
en trasladarlo a su manera al latín, hablándolo
primero, con lo que nos dejó obras maestras. Es la
idea recta de la traducción menos ceñida, pero
del contenido cultural mejor asimilado. (Orixe, Euzkadi, 1928-12-16
apud Iztueta 1991: 649)
|
Un ejemplo que ilustra muy bien esta traducción
«menos ceñida» lo constituye la traducción
del Lazarillo de Tormes por Orixe, quien omitió
por completo el séptimo capítulo para substituirlo
por otro inventado por él, ya que su conciencia moral no
le permitía traducir semejantes obscenidades.
Del
texto original del autor, he suprimido toda esta sección
y la he reemplazado por otra inventada por mí, ya que
no me parecía digna de lectura. Asimismo, he suprimido
una expresión obscena del primer capítulo, dieciocho
líneas en el tercero y dos frases en el cuarto.
El crítico le debe respeto al texto original del autor;
en cambio yo me debo respeto a mí mismo y al lector
vasco (...). (Orixe 1929: 137) (7)
|
No obstante, la licencia que se toma Orixe
para adaptar el texto a su manera no termina aquí. Dado que
la traducción iba a ser publicada junto al texto original
en una edición bilingüe, y como el séptimo capítulo,
fruto de su imaginación, no coincidía con el original
castellano, Orixe tradujo su versión al castellano, de manera
que figurase como original.
Por lo tanto, la práctica traductora de Orixe incluía
las intervenciones que él consideraba imprescindibles para
crear un texto digno de lectura para el público vasco. Por
ello Xabier Mendiguren Bereziartu ubica su método entre la
traducción del sentido y la traducción libre, basándose
en la clasificación propuesta por el crítico búlgaro
Aleksandre Ljudskanov en cuanto a los tipos de traducción.
Ljudskanov (1961: 19-26) distingue cuatro tipos de traducción
en su descripción de la evolución histórica
de la práctica de la traducción: traducción
palabra por palabra, traducción del sentido, traducción
libre y traducción adecuada. El primer tipo se utilizaba
sobre todo en las traducciones que pretendían transmitir
intacta la palabra de Dios. El segundo, basado en los criterios
de traducción propuestos por Cicerón, se consolidó
con la traducción de la literatura laica. La traducción
libre se basa en un pensamiento que emergió en Francia y
se extendió a otros países de Europa durante los siglos
XVI-XVII; este movimiento ha sido denominado como «les belles
infidèles», y su objetivo «no consistía
en transmitir intacto el original, sino en aspirar a una ley abstracta
de lo bello, como si ese ideal de lo bello fuese algo concebido
fuera del tiempo y el espacio». Por último, la traducción
adecuada sería aquella que intenta transmitir tanto la forma
como el contenido del texto original, «y ésta es la
más difundida hoy en día entre los traductores de
todo el mundo» (Mendiguren 1991: 524).(8)
Mendiguren clasifica el método de Orixe entre el segundo
y tercer tipos de traducción descritos por Ljudskanov, es
decir, entre la traducción del sentido y la traducción
libre:
La
traducción de Orixe no ha encontrado la invariabilidad
que requieren la teoría y la práctica de la
traducción posteriores a los románticos alemanes,
es decir, la inquebrantable unidad entre la forma y el contenido,
y por consiguiente ha procurado siempre la transmisión
general del sentido y la búsqueda de unos ideales estético-morales
platonizantes y absolutistas. En este sentido, a Orixe le
tocó cumplir una función histórica imprescindible
dentro de ese ambiente cultural e ideológico del País
Vasco que se encontraba muy atrasado en relación a
los países vecinos: la función de agotar las
etapas intermediarias necesarias para una traducción
integral o adecuada que caracteriza la modernidad, es decir,
las etapas de la traducción del sentido y de la traducción
libre (…) (Mendiguren 1991: 525 ) (9)
|
El método de Orixe fue adoptado por
otros traductores de la época, dando lugar a una práctica
en la que «las traducciones constituían uno de los
principales componentes de la literatura vasca de preguerra».
Los escritores vascos coincidían en que «las traducciones
son necesarias para enriquecer la lengua vasca, para conocer las
cualidades de otras lenguas, para ejercitar la pluma, etc.»
(Iztueta 1991: 662 (10).(10)
Sin embargo, esta práctica no perduraría durante mucho
tiempo, ya que la irrupción de la guerra civil española
interrumpiría por algunos años el resurgimiento que
estaban viviendo la literatura y la traducción vascas en
las primeras décadas del siglo XX. Durante los años
del franquismo, debido a la estricta censura aplicada a toda producción
literaria, la actividad literaria del País Vasco estuvo limitado
al modesto pero importante esfuerzo de un grupo de eclesiásticos
vascos. Asimismo, cabe recordar la importante labor realizada por
los escritores del exilio para mantener viva la lengua y la cultura
vascas, a través de la publicación de poemas, artículos,
relatos y traducciones en varias revistas literarias.
Andima Ibiñagabeitia. «"Orixe" Euskeratzalle»,
1965
El modelo de traducción propulsado por Orixe siguió
siendo la referencia principal de los traductores vascos durante
las primeras décadas del franquismo, y la idea de que la
traducción servía para demostrar la cualidades de
la lengua vasca, así como para su enriquecimiento, perduró
en el espíritu de aquella vieja generación de escritores
y traductores hasta los últimos años de la dictadura
franquista. Así lo demuestra Andima Ibiñagabeitia,
escritor y traductor prolífico, en un artículo incluido
en un volumen de homenaje a Orixe, publicado poco después
de su muerte:
Los
franceses (...) suelen decir: «La traducción
—al igual que las mujeres— es fea si
es fiel, insolente si es bella».
Sin embargo, no son pocos los traductores que han logrado
superar esos rumores, combinando la fidelidad y la belleza
de una manera muy justa. Podríamos incluir a Orixe,
sin ningún pudor, entre ellos.
Sí, la traducción debe ser fiel, no debe apartarse
de la intención y del espíritu del autor extranjero.
Por otro lado, también debe ser bella, de manera que
siga sin desviarse al instinto y al espíritu de la
lengua de traducción. Para ello, no obstante, el traductor
debe conocer en profundidad los dos idiomas, el de la obra
a traducir y el de la traducción. (Ibiñagabeitia
1965: 92-93) (11) |
¿Fin de la fase empírica de traducción?
En este breve repaso no hemos pretendido realizar un examen exhaustivo
del desarrollo de la historia de la traducción vasca;(12)
nuestro objetivo ha sido simplemente dejar constancia de las reflexiones
de algunos de los más destacados traductores de la historia
de esta literatura, a fin de determinar si es posible vislumbrar
en esta historia unas líneas directrices que marquen alguna
tendencia o evolución en el pensamiento sobre la actividad
traductora. Nuestra conclusión es que estos ejemplos, lejos
de reflejar un desarrollo progresivo de la teorización sobre
la traducción, constituyen consideraciones muy diversas y
heterogéneas, que dependen más que nada de la propia
experiencia (o de la inexperiencia) del traductor, que no siempre
conocía la labor realizada por sus precursores. Por consiguiente,
podríamos afirmar que la reflexión sobre la traducción
en el País Vasco, desde sus orígenes hasta finales
de la época franquista, no sobrepasa los límites de
la primera fase delimitada por Steiner, a saber, la fase de la reflexión
empírica de la traducción. Incluso la clasificación
de Aleksandre Ljudskanov, retomada por Mendiguren en su análisis
de la traducción de Orixe, debería incluirse en esta
primera fase empírica, ya que los cuatro tipos de traducción
que en ella se describen (incluido el cuarto, el de la traducción
adecuada, «la más difundida hoy en día entre
los traductores de todo el mundo») presuponen una clara división
entre la forma y el contenido, y aspiran siempre a una abstracta
noción de equivalencia. Es lo que, efectivamente, hemos constatado
en los ejemplos analizados, donde los traductores procuran justificar
su método (sea a favor de la forma o del contenido, o de
un «equilibrio» entre los dos) y se disculpan por las
pérdidas o las modificaciones a las que los ha obligado la
transferencia del texto original a la lengua meta.
Esta percepción de la traducción, basada en la distinción
dualista entre la forma y el contenido, refleja la visión
tradicional desarrollada en Europa a partir del siglo de las Luces,
donde la traducción está ligada a la idea de «transferencia»,
implicando que algo debe ser transferido, algo que se mantiene siempre
constante e invariable. Consecuentemente, el traductor es concebido
como una figura que permanece en medio, entre un origen y una meta,
como si fuera neutro, desvinculado de toda historia y toda ideología.
Según esta percepción, el traductor no llega nunca
a una equivalencia perfecta y se ve por lo tanto obligado a justificar
su procedimiento, como hemos podido constatar en las declaraciones
de los traductores vascos. Existe, sin embargo, una importante contradicción
entre la reflexión y la práctica de estos traductores.
Hemos visto que los traductores vascos han tenido que recurrir a
menudo a modificaciones, recortes, recreaciones, resúmenes
o expansiones en su intento de traducir obras de otras lenguas al
vasco; se diría, por lo tanto, que la actividad traductora
del País Vasco no coincide con esta visión europea
que acabamos de exponer, y que la traducción, debido al peso
que ha tenido en la historia de la literatura vasca, ha tenido una
atención que no se le ha dedicado en otros países
con lenguas más hegemónicas. Sin embargo, aunque la
mayoría de los traductores vascos hayan sido ante todo escritores
eminentes de la literatura vasca que se han empeñado en defender
por medio de sus traducciones la lengua y la cultura vascas, la
figura del traductor aparece siempre representado como un sujeto
secundario, que debe someterse al texto original y a su autor, así
como a la lengua de la traducción, y debe pasar inadvertido
para poder mostrar la grandeza de la obra y de la expresión
de la lengua (recordemos aquí la súplica que hacía
Leizarraga a la reina de Navarra para que prestara atención
«plustost à la grandeur & dignité de l'œuure,
qu'aux imperfections & à la petitesse du Translateur»,
o las declaraciones de Andima Ibiñagabeitia que, ya en la
segunda mitad del siglo XX, seguía refiriéndose a
la metáfora de las «belles infidèles»
para insistir en el deber de fidelidad y de belleza del traductor).
Esta visión tradicional de la traducción, que contradecía
a menudo la verdadera práctica traductora, empieza a perder
su fuerza en la obra del escritor y traductor Gabriel Aresti, y
es refutada de manera más radical en la práctica literaria
de Joseba Sarrionandia.
Gabriel Aresti
Gabriel Aresti (1933-1975) pertenece a una nueva generación
de escritores vascos que, en los últimos años del
franquismo, empieza a cuestionar los valores tradicionales propulsados
por Orixe y defendidos por los escritores de su generación.
Joxe Azurmendi resume de la siguiente manera los motivos de la degradación
del éxito de Orixe: su vinculación al mundo rural,
que resultaba muy extraña para la nueva generación,
más integrada en la vida urbana; su afinidad con la poesía
épica y con los autores clásicos, que chocaba con
las ansias de innovación de los escritores jóvenes;
el tono religioso que desprendían sus obras; y el modelo
lingüístico que proponía para la literatura vasca,
que no complacía a los escritores de la nueva generación,
los cuales insistían en la necesidad de crear una nueva literatura,
propia y unificada, que estaría abierta a las diferentes
tendencias literarias europeas (Azurmendi 1976).
Gabriel Aresti, junto con otros escritores de esta
nueva generación, quiso modernizar la literatura vasca a
través de la apertura hacia las corrientes literarias europeas,
pero desarrollando al mismo tiempo un firme compromiso político
por la lengua y la cultura vascas. Así, Aresti tradujo al
euskera textos de diversos lugares, épocas y estilos, que
comprendían poesía (Shakespeare, Baudelaire, Goethe,
Marqués de Santillana, Antonio Machado, T.S. Eliot...), teatro
(Valle-Inclán, García Lorca, Anton Chejov, Bertolt
Brecht...), cuentos (Giovanni Bocaccio, Tomas Meabe...) y otros
textos de prosa (Cervantes…). Cabe mencionar que, además
de estas traducciones al euskera, Aresti tradujo al castellano los
poemas de su famoso Harri eta herri (1964).
A través de la traducción de diferentes
tradiciones, Aresti pretendía crear un nuevo lenguaje literario,
tal y como declara Joseba Sarrioandia: «Sus traducciones —trabajadas
todas ellas con esmero y calidad— constituyen una tentativa
de búsqueda de un lenguaje literario» (Sarrionandia
apud Aresti 1986: 284).(13)
Además, la influencia de las obras que tradujo en
cada una de las diferentes épocas de su carrera literaria
se refleja de manera notoria en sus creaciones literarias.
En cuanto a las ideas sobre la traducción,
podríamos considerar a Aresti como el principal precursor
de la reflexión desarrollada posteriormente por Joseba Sarrionandia
y los demás escritores del grupo literario Pott. Son interesantes,
en este sentido, las palabras pronunciadas a este respecto por Jon
Juaristi, uno de los escritores pertenecientes a este grupo literario:
Aresti
tiene un poema en castellano: «La poesía no se
encierra en las molduras de un idioma / es como el cóndor
que se asoma / tras cada monte, en cada tierra». Yo
creo que es un homenaje a Huidobro, porque Huidobro también
escribió algo similar, es decir, que la poesía
no reside en las formas de una lengua, sino que la poesía
es lo que se puede traducir, cualquier poema. Yo personalmente
no comparto del todo esa opinión, pero cuando uno traduce
un poema, está reescribiendo ese poema, es decir, los
Cuatro cuartetos de Aresti no son los de Eliot. ¿Qué
es lo que queda del poema de Eliot en el poema de Aresti?
Quizá nada más que tópicos (Juaristi
1984 apud López 1984: párrafo 36) (14)
|
Esta referencia al poeta chileno Vicente Huidobro
y al creacionismo es quizá una tentativa de explicar la forma
en que concebía Aresti la poesía y la traducción.
El creacionismo, basado en la idea de que un poema es algo completamente
nuevo, que no hace referencia a una realidad del mundo externo,
sino que «se hace realidad a sí mismo» (Huidobro
1925: párrafo 16), es una filosofía que va en contra
de la visión tradicional occidental de la lengua, la literatura
y la traducción. Según esa visión tradicional,
respaldada por el humanismo y el racionalismo del siglo XVIII y
consolidada con el positivismo del siglo XIX, un poema o una obra
literaria es fruto de la inspiración de un escritor, quien,
gracias a su capacidad de expresión, refleja mediante sus
palabras una realidad objetiva del mundo externo. La tarea del traductor
consiste por lo tanto en interpretar de una manera «objetiva»
un texto escrito en una lengua, es decir, «descodificar»
su forma a fin de llegar a su verdadero contenido, al sentido que
el autor ha querido darle, para poder después expresarlo
(«recodificarlo») de una manera elocuente en otra lengua.
Por consiguiente, el traductor es concebido como un simple mediador
en ese proceso de transferencia, y debe servir al fin último
de hacer relucir en otra lengua el genio y la originalidad del autor
original.
Esta idea de originalidad y genio del escritor ensalzada por los
románticos empieza sin embargo a ser cuestionada a finales
del siglo XIX, y es poco a poco reemplazada por la visión
de la influencia literaria. Algunos autores demuestran que es imposible
ser original, ya que cada poeta pertenece a una tradición
de cuya influencia no puede escapar. Al mismo tiempo, con el nacimiento
de teorías contrarias al positivismo, la supremacía
de la objetividad empieza a ser cuestionada tanto en las ciencias
(la teoría de la relatividad, el principio de incertidumbre...)
como en las artes (Picasso, Joyce...). Este cuestionamiento de la
originalidad y de la objetividad inducirá a muchos teóricos
de la traducción, sobre todo a partir de la segunda mitad
del siglo XX, a formular otras teorías más abiertas
que definan la traducción como reescritura, recreación
o transformación, donde la figura del traductor es concebida
como un agente dotado de poder y de responsabilidad, ya que la interpretación
(siempre subjetiva) y la reescritura (siempre creativa) que hará
del texto que debe traducir influirá de manera notoria tanto
en la lengua y en la cultura metas como en las del texto original.
En cuanto al País Vasco, nos atreveríamos
a afirmar que esta nueva manera de comprender la literatura y la
traducción, sugerida por primera vez por Gabriel Aresti,
es retomada y llevada a la práctica de manera más
explicita por Joseba Sarrionandia, tal y como procuraremos mostrar
en la siguiente sección.
Joseba Sarrionandia
Joseba Sarrionandia (Durango, Bizkaia, 1958)
fue miembro del grupo literario Pott, creado en 1977 e integrado
por seis jóvenes escritores vascos: Bernardo Atxaga, Manu
Ertzila, Jon Juaristi, Ruper Ordorika, Joxemari Iturralde y Joseba
Sarrionandia. Cabe recordar la situación en la que se encontraba
la literatura vasca en aquellos primeros años posteriores
al franquismo. El ámbito cultural y literario del País
Vasco se encontraba en un impasse, y las condiciones sociopolíticas
de las décadas anteriores habían sumergido a los escritores
vascos en una lucha política contra la dictadura. Los llamados
«poetas sociales» se habían comprometido a luchar
a favor de la lengua y la cultura vascas, y se habían servido
de la literatura como instrumento para crear un lenguaje literario
y para reforzar la identidad vasca. Su práctica literaria
mezclaba la política con la actividad cultural, las cuestiones
lingüísticas con las literarias. Ser escritor significaba
ser militante. Asfixiados en este clima de compromiso político,
los miembros del grupo literario Pott reivindicaron la autonomía
de la literatura. Estimaban que era imposible escribir buena literatura
si ésta quedaba encerrada dentro del marco impuesto por la
«cultura oficial». Alegaban que la literatura no debía
ejercer ninguna función política o ideológica,
incluso si la mayoría de los miembros del grupo estaban implicados,
de manera más o menos comprometida, en alguna lucha política
(recordemos que Sarrionandia fue encarcelado por pertenencia a ETA
en 1980, y que desde su fuga de la cárcel de Martutene en
1985 vive y escribe en la clandestinidad). Asimismo, la traducción
debía quedar según ellos libre de obligaciones políticas
o ideológicas, y su función no debía limitarse
a compensar las carencias de la literatura vasca, como habían
pretendido muchos traductores anteriores. La finalidad de los miembros
de Pott era completamente distinta: pretendían crear un nuevo
sistema literario, donde la traducción sería un medio
de experimentar con la lengua y la literatura y de contribuir a
esa tarea innovadora de creación. Querían crear un
sistema literario propio, que no sería una simple imitación
de otros sistemas literarios más hegemónicos o prestigiosos,
sino un sistema que se alimentaría de diferentes literaturas
y tradiciones.
De hecho, estimaban que toda literatura, sea «mayor»
o «menor», es heredera de la tradición universal,
que una cultura no es más que el conjunto de saberes y de
costumbres extraídas de diferentes fuentes y orígenes.
Defendían que «toda literatura es literatura de la
literatura, es decir, que trata de la literatura, y cada poema tiene
sus raíces en la tradición poética que le ha
precedido» (Sarrionandia 1981: 6).(15)
Aunque más conocido como poeta
que como traductor, Sarrionandia ha traducido textos de una gran
variedad de autores pertenecientes a diferentes épocas y
tradiciones. Además de algún que otro poema traducido
y publicado en revistas literarias, Sarrionandia ha publicado ocho
libros que contienen traducciones:
• Lur eremua (1983). Traducción de The
Waste Land de T. S. Eliot.
• Hamairu ate (1985). Colección de cuentos
de humor negro, traducidos en colaboración con Mitxel Sarasketa.
• Marinela (1985). Traducción de O Marinheiro
de Fernando Pessoa.
• Izkiriaturik aurkitu ditudan ene poemak (1985).
Colección de diversos poemas (Atharva Veda, Tu Fu, Herman
Melville, Fernando Pessoa, Lucian Blaga, Cesare Pavese, Bobby Sands...).
• Hezurrezko xirulak (1991). Colección de
diversos poemas (Beowulf, textos nahuatl, Ho Xuan Huong, Johann
Wolfgang von Goethe, Alexandr Pushkin, Bertolt Brecht, Ezra Pound,
Miquel Marti i Pol...).
• Galegoz heldutako poemak (1991). Colección
de poemas gallegos (Manoel Antonio, Álvaro Cunqueiro, Luis
Pimentel, Celso Emilio Ferreiro...).
• Marinel zaharraren balada (1995). Traducción
de The Rime of the Ancient Mariner de S. T. Coleridge.
• Manuel Bandeira. Antologia (1999). Colección
de poemas de Manuel Bandeira.
La declaración más explícita que ofrece Sarrionandia
en relación a su visión sobre la traducción
es quizá un fragmento de la introducción a Izkiriaturik
aurkitu ditudan ene poemak («Poemas míos que he
encontrado escritos»), donde sitúa la traducción
literaria al mismo nivel que la creación:
Al
fin y al cabo, la creación misma de la poesía
es una lectura, antes de ser una escritura. Según la
teorización propuesta por el crítico Harold
Bloom, todo poema pertenece a otro poema que se ha leído
antes, y todo poeta escribe en respuesta a otro poeta. El
poeta trata en sus poemas los poemas que ha leído.
Su lectura es interesada e intencionadamente errónea,
y, como una reelaboración o una negación de
la tradición, su creación no puede ser otra
cosa que revisión, comprendiendo la palabra revisión
como una versión, o en un sentido más amplio,
como una traducción. (Sarrionandia 1985: 8-9). (16)
|
Sarrionandia ve la traducción y la creación
«original» como las dos caras de una misma moneda. Por
un lado, la traducción ofrece un medio de crear algo nuevo,
algo original, y por otro lado, la creación original no es
más que una traducción de todas las tradiciones y experiencias
vividas por el escritor. En esta nueva visión de la traducción,
el concepto de «origen» o texto «original»
no existe, y por consiguiente todo es copia. O al revés, no
existe copia alguna, ya que todo es original y toda composición
es una nueva creación. Sea como sea, desaparece la dicotomía
que se establecía entre original (de primer rango, fruto del
genio de un autor) y traducción (pura imitación imperfecta
de un mediador servil), y todo se torna copia de la copia, traducción
de la traducción, o «literatura de la literatura».
Esta concepción de la traducción nos recuerda las teorías
hermenéuticas de Walter Benjamin, Ezra Pound u otros escritores
incluidos en la segunda fase de Steiner, así como las teorías
propuestas por el movimiento deconstruccionista iniciado por Jacques
Derrida y respaldado por numerosos traductores de los años
1970 y 1980, entre los que se encuentra, por ejemplo, Harold Bloom.
Estas teorías invierten la jerarquía de la visión
tradicional de la traducción para defender que es el texto
original el que depende de la traducción; que sin la traducción,
el original deja de existir; que el sentido de un texto no se encuentra
en el original, sino en la traducción; que el texto original
no tiene una identidad fija, y que necesita ser traducido para poder
crear, recrear y redefinir una identidad. Estas ideas servirán
asimismo como marco teórico a las diferentes corrientes postmodernas
de la traducción, como son las teorías postcoloniales,
la traducción feminista o las reflexiones filosóficas
de la traducción.
Sarrionandia utiliza procedimientos recreativos a fin de demostrar
la fragilidad de la frontera entre traducción y creación.
Uno de los más sugestivos sería la inclusión
en sus colecciones de traducciones de poemas apócrifos o pseudo-traducciones,
es decir, de poemas cuya atribución a un autor determinado
es falsa. Sabemos, por ejemplo, que Izkiriaturik aurkitu ditudan
ene poemak incluye poemas apócrifos, aunque no resulta
fácil identificarlos con total certeza, ya que el traductor
en ningún caso proporciona demasiada información acerca
del origen de los poemas, limitándose casi siempre a citar
el nombre del autor (real o inventado), o incluso, en el caso de los
poemas supuestamente anónimos, a mencionar la tradición
de la que proviene el poema, como es el caso de los poemas Tuareg,
Miskito o Chippewa.
Otro de los procedimientos de Sarrionandia donde se cuestiona la pertenencia
exclusiva de un texto a un autor es el empleo de referencias intertextuales,
en los que Sarrionandia «se apropia» de un fragmento de
un autor para adaptarlo e incluirlo en sus composiciones. Podríamos
mencionar, en este sentido, el relato titulado «Marinel zaharra»,
incluido en una de las más elogiadas obras de Sarrionandia,
Narrazioak (1983). El título mismo evoca el poema
de S. T. Coleridge, The Rime of the Ancient Mariner, y es
que el relato no es más que una versión de dicho poema,
cuya traducción publicó el propio Sarrionandia posteriormente,
como ya hemos señalado. El relato es una versión...
¿o es ya una traducción? Al fin y al cabo, ¿qué
diferencia existe entre esta «versión» en prosa
y el poema Marinel zaharraren balada, considerado como la
traducción del poema de Coleridge?
Podríamos seguir enumerando
los procedimientos literarios del que se sirve Sarrionandia para
demostrar que «toda literatura es literatura de la literatura»,
pero dicha labor excedería la extensión de este artículo.
Por lo tanto, nos limitaremos a concluir que Sarrionandia rompe
de manera radical con la visión tradicional de la traducción
que ha predominado durante siglos entre los escritores y traductores
vascos, y que por consiguiente resulta imposible analizar sus traducciones
desde un punto de vista tradicional, es decir, midiendo el grado
de equivalencia que ha obtenido en sus traducciones, o evaluando
si ha sabido mantener el equilibrio entre la «fidelidad»
al texto original y la «belleza» de la lengua meta.
Estimamos que es mucho más interesante analizar las estrategias
que utiliza para reescribir o responder a los textos que ha escogido.
Conclusión
Si retomamos la clasificación propuesta por Steiner y la
comparamos con este breve repaso de la historia de la traducción
vasca, podemos confirmar que la fase empírica dura en el
País Vasco hasta los últimos años del franquismo,
época en la que se inicia la segunda fase, la cual aborda
una reflexión filosófica o hermenéutica, gracias
especialmente a la obra de Gabriel Aresti. Su trabajo será
reanudado por Joseba Sarrionandia, cuyas reflexiones sobre la traducción
pondrán de manifiesto la necesidad de ampliar la definición
de la traducción, limitada durante siglos a la noción
de «transferencia». Mediante procedimientos literarios
inusitados y recreativos, Sarrionandia muestra que las diferencias
entre las traducciones y otros tipos de reescritura, como son la
adaptación, la modificación o la transformación,
no son tan nítidas como lo pretenden las teorías tradicionales
sobre la literatura y la traducción, y que una teoría
que sirva para el análisis de la traducción en diferentes
contextos debe adoptar una definición de la traducción
que incluya todos estos tipos de reescritura, que constituyen la
mayoría de las traducciones de la historia de la traducción
vasca, como ha ocurrido en muchos otros contextos de lenguas minoritarias
y minorizadas donde las relaciones entre diferentes lenguas y culturas
no son igualitarias. Por ello consideramos que el análisis
de la traducción en lenguas minoritarias puede contribuir
a extender la definición demasiado restringida y prescriptiva
que ha perdurado en Occidente hasta nuestros días.
NOTAS
(1)
La realización de este trabajo
ha sido posible gracias a la beca de Formación y Perfeccionamiento
de Personal Investigador concedida por el Departamento de Educación,
Universidades e Investigación del Gobierno Vasco.
(2)
El manuscrito de Joan Perez de Lazarraga,
descubierto recientemente (2004), constituiría la segunda
obra literaria escrita en lengua vasca, ya que según los
expertos habría sido escrito hacia el año 1564. Si
bien todavía no se han esclarecido muchas de las dudas concernientes
a las referencias literarias que contiene el manuscrito, existe
la sospecha de que ciertos fragmentos son de hecho traducciones
de otros textos.
(3)
Los datos de 2000 muestran que durante
este año se publicaron 1.519 libros en euskera, de los cuales
509 (33,5 %) pertenecían a material escolar, 371 (24, 5 %)
a la literatura infantil y juvenil, 256 (16,8 %) a libros de ciencias
humanas y sociales, y 256 (16,8 %) a la literatura para adultos.
De estos 1.519 libros, el 26,3 % fueron traducciones (fuente: Jakin,
128, enero-febrero de 2002).
(4)
Esta cita aparece en euskera en
el original, pero la hemos traducido al castellano para incluirla
en el artículo. Hemos procedido de la misma manera con todas
las citas escritas originariamente en euskera. Ofrecemos los textos
originales en las notas: «eztitut bethiere, eskritura saindua
eta doktoren erranak ere, hitzez hitz euskarara bihurtzen. Zeren
euskara eta bertze hitzkuntzak diferent baitira. (...) badirudi
ezen bertze hitzkuntza eta lengoaia komun guztiak bata bertzearekin
nahasiak direla. Baiña euskara bere lehenbiziko hastean eta
garbitasunean dagoela».
(5)
«Egia da bada Joanes Leizarraga
zeritzan Berakoizko aphez edo erretor zen batek noizbeit aspaldi
inprimarazi izan zuela Testament berriko liburua, berak eskararat
itzulirik; baiñan nola dohakabe hura, errelijione katholika
eta egiazkoa utzirik ordukotz ja itzulia baitzen bera Kalbiñen
sekta izurriztaturat eta haren heresia pozoatuaz kutsatua, ezin
gelditu da bere obrari iretxeki gabe zenbeit lekhutan berak hartu
izan zuen izurritik eta iretsi izan zuen pozoinatik.»
(6)
« iretxeki izan gaizko lehia handi
batekien Eliza Ama Sainduaz beregainki aprobatua Vulgata daritzan
textuaren ez xoilki sensuari, baiñan oraiño egin ahal
bezanbat letrari berari (...).»
(7)
«Erdel jaubearen idazti jatorretik,
jardun hau osoa kendu dot, eta neure buruz ordaindu, edonoren eskuetarako
irudi etxatalako. Kendu dodaz ganera, esan zantar bat lehelengo
jardunean, hamazortzi lerro hirugarrenean, eta bi koma-tarte laugarrenean.»
«Kritikuak begirapena zor ei deutsoe jaubearen idazti jatorrari;
nik ostera begirapena zor deutsot neure buruari eta irakurle euskaldunari».
(8)
«ez zen jatorrizkoa bere hartan
transmititzea baizik eta ederraren arau abstrakto batera hurbiltzea,
denbora eta espazioaz at kontzebituriko zerbait bailitzen ederraren
ideal hori. (...) eta hauxe da gaur egun mundu guztiko itzultzaileen
artean hedatuena.»
(9)
«Orixeren itzulpenak ez du
aurkitu alemaniar erromantikoen ondotik itzulpen teoria eta praktikak
beretzat eskatzen duen inbariantzia, hots forma eta edukinaren arteko
batasun etenezina, eta horregatik zentzuaren transmisio orokorrean
eta ideal estetiko-moral platonizante eta absolutisten atzetik ibili
da. Zentzu honetan, Euskal Herrian inguruko herrialdekin alderatuta
atzeraturik zebilen kultur eta ideologi giro baten barruan funtzio
historiko ezinbesteko bat burutzea egokitu izan zaio. Modernitatea
ezaugarritzen duen itzulpen integral edo egoki baterako tarteko
etapak diren zentzuzkoarena eta librearena erretzea (...).»
(10)
«itzulpenek gerraurreko euskal literatura-gorenaren zatirik
funtsezkoenetako bat osatzen dutela. / itzulpenak beharrezko dira
euskara aberasteko, beste hizkuntzen kualitateak ezagutzeko, lumak
trebatzeko, etab.»
(11)
«Prantzitarrek (...) esan oi dute: "Itzulpena, —emakumeak
bezela—, zintzoa balin bada itsusia, ederra balin bada lotsagabea".»
«Ala ere badira esames orien gainetik gaillen iarri diran
itzultzalle ez gutxi, zintzotasuna eta edertasuna egoki aski elkartu
ditutenak. Aien artean ezarri genezake, lotsarik gabe «Orixe»
ere.»
«Bai, zintzoa bear du itzulpenak idazle arrotzaren asmo ta
gogoetarik saldu gabe egiña. Ederra bear du bestalde, itzulketan
darabillen izkuntzaren sen eta ispirituari azpi-ioko ta biurrikeri
gabe iarraituz. Ortarako berriz, sakonki ezagutu bear ditu itzultzailleak
izkera biak, itzulgaia eta itzulia, alegia.»
(12)
A este respecto, el lector puede
remitirse a las obras de Xabier Mendiguren Bereziartu (1992, 1995)
y de Manu López (2005).
(13)
«Bere itzulpen lanak
–beti arretaz eta kalitatez landuak– lengoaia literario
baten bilaketa entseguak dira.»
(14)
«Arestik badu erdal
poema bat: «La poesia no se encierra en las molduras de un
idioma / es como el condor que se asoma / tras cada monte, en cada
tierra.» Nik uste dut hori Huidobroren omenaldi bat zela ze
Huidobrok holako zerbait idatzi zuen baita ere, hau da, poesia ez
datzala hizkuntza baten moldetan baizik eta poesia dela itzul daitekeena,
edozein poema. Neu ez nago oso konforme honekin baina poema bat
itzultzen denean, poema hori berridazten da, hau da, Arestiren «Lau
kuartetoak» ez dira Eliotenak. Zer gelditzen da Arestiren
poeman Elioten poematik? Agian topikoak bakarrik.»
(15)
«literatura oro literaturaren
literatura da, hots, literatura berari buruzkoa, eta poema orok
aurreko poemagintzan du erroa.»
(16)
«Funtsean, poemagintza
bera ere irakurketa da, izkiriatzea izan orduko. Harold Bloom kritikoak
proposatu duen teorizazioaren arauera, edozein poema lehenago irakurritako
beste poema bati dagokio, eta edozein poetak aurreko beste poeta
bati erantzunez idazten du. Poetak, irakurriak dituen poemak tratatzen
ditu bere poemetan. Bere irakurketa interesatua eta apropos okerra
da eta, tradizioaren ber elaborazio zein ukazio gisa, bere kreazioa
ezin da errebisio besterik izan, errebisio hitza bertsio edo, zentzu
zabal batean, translazio gisa konpreniturik.»
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