En las siguientes páginas voy a abordar un problema textual que se plantea en La isla misteriosa de Jules Verne (novela publicada en francés en 1874-1875). Mi propósito es ofrecer una solución a un término que parece estar oculto bajo otra apariencia y que sigue pendiente de resolver muchos años después de que esa novela fuese traducida por primera vez al español; por consiguiente, con una perspectiva histórica, expondré cómo han afrontado esa cuestión diversos traductores de La isla misteriosa, cuyas versiones están convenientemente reseñadas en la bibliografía general. Debo añadir que este artículo es una ampliación de un trabajo anterior, «Crejimba: trois clefs pour un arc et sa corde», publicado en mayo de 2020 en el Bulletin de la Société Jules Verne de París (Navarrete, 2020).
Pese a que mi análisis se centra en ese punto de La isla misteriosa, el razonamiento general que lo motiva y lo ampara es fruto de mi investigación sobre los numerosos escollos de traducción de otras obras de Verne, como Veinte mil leguas de viaje submarino (Verne, 1995 y 2019) o el breve, pero intrincado, cuento Frritt-Flacc (Verne, 2015), así como de la investigación que llevo a cabo actualmente sobre La isla misteriosa.
No por conocido hay que dejar de insistir en uno de los fundamentos de toda labor traductora, independientemente del tipo de texto de que se trate: la necesidad de sospechar, de dudar, de poner en tela de juicio la calidad de un original, por muy clásico que sea este; es más, como demuestran el estudio de los textos clásicos y la labor de siglos de los filólogos, es precisamente ante esos textos ante los que más debe cuestionarse el traductor determinadas lecciones del original.
Hablar de «lecciones» me lleva a aclarar que por calidad de un original me refiero concretamente, en el caso que voy a analizar, no a la calidad estética o literaria de cualquier texto, sino a la calidad de su redacción (que no tiene por qué atenerse necesariamente a la norma de la lengua) y a su calidad física, es decir, al aspecto exterior de la ordenación de sus significantes, a todo aquello que pudiera interesar a la crítica textual y, por tanto, a sus aspectos ecdóticos. En ese sentido, es preciso mencionar como puntos de interés para la investigación: la composición gráfica (manuscrito del autor), la tipográfica (resultado del trabajo conjunto entre la editorial y la imprenta, en caso de que la obra haya sido imprimida) y el subsiguiente establecimiento o fijación del texto, previo estudio, en su caso, de las diversas lecciones, cotejo de las variantes y estudio del manuscrito o manuscritos.
Me refiero, por citar solo algunos problemas, a posibles omisiones, repeticiones involuntarias e insidiosas, erratas, errores o incoherencias que superan todas las fases de corrección y relectura, y también a importantes discrepancias entre diversas ediciones o reimpresiones de la misma obra, incluso muy cercanas en el tiempo. Todo ello dificulta la labor de traducción, máxime cuando el traductor no sospecha que puede encontrarse ante uno de esos escollos o, aunque lo sospeche, no tiene acceso a los recursos necesarios para llevar a cabo una investigación correcta. El traductor puede verse obligado a claudicar y a reproducir acríticamente un término no atestiguado en ninguna fuente o bien una expresión que es incapaz de descifrar.
En cuanto al término «clásico», lo aplico a la obra de alguien a quien yo no dudo en denominar clásico moderno, Jules Verne (1828-1905), y no por el mero dato estadístico que se desprende del cómputo de sus publicaciones, sino porque considero que reúne los criterios de calidad literaria, permanencia en el tiempo y difusión geográfica universal (gracias, evidentemente, a la traducción) que se le pueden exigir a todo clásico; a ello se podría añadir que su obra ha despertado o alimentado numerosas vocaciones de escritor.
Asimismo, es preciso señalar que el problema de la fijación del texto original es recurrente en toda la obra del prolífico Verne, y ello es así por muy diversas razones, íntimamente relacionadas con la manera de trabajar del autor y con el contexto histórico de su creación literaria y de la producción editorial de su obra.(1)
Muchos estudiosos consideran que La isla misteriosa constituye el broche con el que se cierra el primer período, el más brillante, de Jules Verne como novelista (también fue autor de cuentos, teatro y poesía).
Ese primer período había comenzado con la finalización de Cinco semanas en globo, puesto a la venta a primeros de 1863 por su editor, Pierre-Jules Hetzel (1814-1886). En sus doce o trece primeros años de labor literaria con el sello Hetzel, Verne nos dejó algunas obras que han pasado al imaginario de infinidad de lectores: Viaje al centro de la Tierra (1864), Viajes y aventuras del capitán Hatteras (1864-1865), De la Tierra a la Luna (1865) o La vuelta al mundo en ochenta días (1872-1873).
Son también los años de la gran trilogía en ocho volúmenes que componen Los hijos del capitán Grant (1865-1867), Veinte mil leguas de viaje submarino (1869-1870) y La isla misteriosa (1874-1875). Es preciso añadir que es más que dudoso que Verne y el editor Hetzel tuvieran desde el inicio un plan claro de convertir en trilogía esas tres novelas; de ello dan fe, precisamente, las incoherencias cronológicas de La isla misteriosa respecto de las otras dos obras, lo que provocó que el editor se viese obligado a publicar sendas notas explicativas a pie de página en esa novela, sobre las que habitualmente el lector acaba corriendo un tupido velo. Como se verá más adelante, en la génesis de La isla misteriosa se encuentra un proyecto inacabado de Jules Verne: El tío Robinsón (L’Oncle Robinson, obra que desechó Hetzel en su momento y que permaneció inédita hasta 1991).
Fig. 1: Ilustración de la contraportada de la edición de La isla misteriosa en un solo volumen de Hetzel
Como ocurriría con otras de sus novelas a partir de 1864, año en que aparece el primer número del Magasin d’Éducation et de Récréation (MER) de Hetzel, La isla misteriosa fue publicada originalmente en francés en forma de folletín quincenal en esa revista. La publicación de la novela en ese formato, y con ilustraciones, dio comienzo el 1 de enero de 1874 y concluyó el 15 de diciembre de 1875.(2)
Constan en la edición de la obra en la colección de La Pléiade (Verne, 2012) las fechas de publicación como libros en formato pequeño (in-18.º, según la nomenclatura francesa), por separado y sin ilustraciones, de las tres partes de la obra: «I. Los náufragos del aire» (veintidós capítulos, publicada el 10 de septiembre de 1874); «II. El abandonado» (veinte capítulos, publicada el 12 de abril de 1875); y «III. El secreto de la isla» (veinte capítulos, publicada el 28 de octubre de 1875). Por último, la gran edición in-8.º, con las fascinantes 154 ilustraciones de Jules Férat (1829-1906), grabadas por Charles Barbant (1844-1921), fue publicada el 22 de noviembre de 1875.
Las versiones de la novela en español, como ocurría con otras obras de Verne (por supuesto, bautizado «Julio» en español, como tantos lectores lo conocimos), no se harían esperar; en julio de 1874 se publica en la Revista europea el anuncio de la distribución de la primera entrega de la obra en nuestro país, presuntamente traducida a partir de la versión publicada en el MER, y el anuncio remite a un hecho producido incluso un par de meses antes, como se puede observar:(3)
Propiedad literaria.
Relación de las obras presentadas
en el Ministerio de Fomento en el mes de Mayo de 1874.
[...]
J. Verne.— La isla misteriosa. 1 entrega.
En forma de libro, la primera edición parece ser la de 1875-1876, a cargo de Nemesio Fernández Cuesta, publicada en la Imprenta y Librería de Gaspar Editores con ilustraciones. Transcurrido algo más de un año desde la breve noticia de la Revista europea, en un anuncio publicado en La Correspondencia de España: Diario universal de noticias el 25 de noviembre de 1875, Gaspar Editores hace la siguiente advertencia:(4)
Los editores avisan [de] que han adquirido el derecho exclusivo de traducción y publicación en España de las obras que dé a luz Julio Verne, y también la propiedad de los grabados de estas obras que publique el editor Hetzel de París. Los editores creen necesario dar este aviso para evitar mala inteligencia, como ha sucedido otras veces.
Son muy numerosas las reediciones de la novela publicadas en España (ya sea como reimpresiones o como nuevas traducciones, e incluso como adaptaciones). Más adelante, para los fines que interesan en este artículo, me referiré a las siguientes, además de a la publicada por Gaspar Editores:
• la de la editorial Ramón Sopena, que carece de ilustraciones y no deja constancia del nombre del traductor);
• la de la editorial Molino, en versión de Joaquín Gallardo, también sin ilustraciones;
• y la de Alianza Editorial, en versión de Miguel Salabert, sin ilustraciones;
• también mencionaré la adaptación de la novela hecha por Genoveva Bernard de Ferrer, de 1958, y publicada en 1967 en la célebre colección Historias Selección de la Editorial Bruguera (Fig. 2), que iba acompañada de ilustraciones de Antonio Pérez García-Carrillo en forma de historietas en las páginas impares.
Fig. 2: Ilustración de sobrecubierta de Bosch Penalva (1958) para Editorial Bruguera
El argumento de La isla misteriosa es sencillo: se trata de una robinsonada que podría denominarse colectiva, como la de El Robinsón suizo de J. D. Wyss (1743-1818), obra que Verne admiró toda su vida, tras la fascinación que le había causado su primera lectura.(5) Al comienzo de la novela, y a raíz de un terrible huracán ocurrido casi al final de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865), cinco fugitivos nordistas y un perro caen, como «náufragos aéreos», desde un globo a una isla desierta del océano Pacífico, a la que bautizarán como isla de Lincoln. Los personajes, que solo cuentan al principio con su ingenio y su fuerza física, consiguen crear un espacio habitable en la isla y prosperar, liderados por uno de ellos, ingeniero. Juntos vivirán una serie de aventuras y serán testigos de algunos fenómenos inexplicables racionalmente —de ahí el «misterio» del título—, que contribuyen por lo general a mejorar sus precarias condiciones de vida iniciales. Al término de la novela, algunos cabos que habían quedado sueltos en Los hijos del capitán Grant y en Veinte mil leguas de viaje submarino quedarán anudados, con lo que Verne pone punto final a su trilogía.
Una vez situada La isla misteriosa en su contexto, paso a analizar el problema textual que justifica este artículo, para lo que me permito tomar un «desvío» momentáneo a otra novela de Verne, La jangada (1881: 2).
Casi al principio de La jangada, novela de ambiente brasileño, Jules Verne escribe:
En effet, il en est de ces langages chiffrés comme des serrures des coffres-forts modernes : ils se défendent de la même façon. Les combinaisons qu’ils présentent se comptent par milliards, et la vie d’un calculateur ne suffirait pas à les énoncer. Il faut le « mot » pour ouvrir le coffre de sûreté ; il faut le « chiffre » pour lire un cryptogramme de ce genre. Aussi, on le verra, celui-ci devait résister aux tentatives les plus ingénieuses, et cela, dans des circonstances de la plus haute gravité.
[Así es, existen algunos lenguajes cifrados que son como las cerraduras de las modernas cajas fuertes: se defienden de igual manera. Sus combinaciones se cuentan por miles de millones, y no bastaría la vida de un calculador para formularlas todas ellas. Se necesita la «contraseña» para abrir la caja fuerte; se necesita la «clave» para leer un criptograma de ese tipo. Así pues, como se verá, este iba a resistir las tentativas más ingeniosas, y además en circunstancias de extrema gravedad].
En circunstancias de menor gravedad que las que sirven de argumento a Jules Verne, este párrafo bien conocido del principio de La jangada conviene perfectamente para el propósito de este artículo, sobre todo porque, como se verá a continuación, aunque esté lejos del océano Pacífico de La isla misteriosa, Brasil también desempeñará un papel importante en mi argumentación.
Como si se tratara de un criptograma, voy a proceder metódicamente en el intento de descifrar la palabra crejimba, solamente atestiguada en La isla misteriosa de Verne, que la utiliza en dos pasajes distintos, una en el contexto de la fabricación de arcos y flechas por los colonos de la isla de Lincoln y otra, en el de la construcción de una piragua (Verne, 1875: 115, 219):(6)
Chemin faisant, Harbert avait découvert un arbre dont les Indiens de l’Amérique méridionale emploient les branches à fabriquer leurs arcs. C’était le « crejimba », de la famille des palmiers, qui ne porte pas de fruits comestibles. Des branches longues et droites furent coupées, effeuillées, taillées, plus fortes en leur milieu, plus faibles à leurs extrémités, et il n’y avait plus qu’à trouver une plante propre à former la corde de l’arc.
[Mientras andaba, Harbert había encontrado un árbol cuyas ramas utilizan los indios de Sudamérica para fabricar sus arcos. Se trataba de la «crejimba», de la familia de las palmas, que no da frutos comestibles. Cortaron unas ramas largas y rectas, las deshojaron y las tallaron, más gruesas en el centro y más finas en los extremos, y ya no les quedaba más que encontrar una planta que sirviera para formar la cuerda del arco].
Le 29 octobre, le canot d’écorce était entièrement achevé. Pencroff avait tenu sa promesse, et une sorte de pirogue, dont la coque était membrée au moyen de baguettes flexibles de crejimba, avait été construite en cinq jours.
[El 29 de octubre, el bote de corteza estaba completamente acabado. Pencroff había cumplido su promesa y había construido en cinco días una especie de piragua cuyo casco tenía las ligazones hechas con varillas flexibles de crejimba].
Si se analizan las ediciones francesas más recientes de La isla misteriosa, la de Jacques Noiray (2010), por ejemplo, no incluye ningún comentario sobre la palabra crejimba; en la de La Pléiade, Marie-Hélène Huet (Verne, 2012: 1165, n. 3) indica que el término no figura en los diccionarios de la época, pero ofrece una cita de El tío Robinsón que contiene esa palabra y que será muy útil en esta operación (Verne, 2016 : 200-201):(7)
Fort heureusement, Harry Clifton trouva au milieu d’un bouquet de cocotiers une certaine espèce connue sous le nom d’airi ou de crejimba, dont le bois sert à fabriquer les meilleurs arcs des Indiens de l’Amérique méridionale.
[Felizmente, Harry Clifton encontró en medio de un cocotal una especie conocida con el nombre de airi o de crejimba, cuya madera sirve para fabricar los mejores arcos de los indios de Sudamérica].
De la lectura de esta cita se puede deducir la primera clave para encontrar la solución al enigma: según Verne, airi y crejimba son sinónimos. Por consiguiente, resulta muy interesante leer el final de la nota de La Pléiade acerca del «aïri» [sic] (Verne, 2012: 1165, n. 3):(8)
[...] recensé par Ferdinand Denis dans Histoire géographique du Brésil (Paris, Bellemain, 1834, p. 64) : «le coco de Aïri Assù ou le grand palmier aïri, fournit un bois propre à fabriquer des arcs».
[Ferdinand Denis lo hace constar en Histoire géographique du Brésil (París, Bellemain, 1834, p. 64): «el cocotero de Airi Assú o gran palmera airi suministra una madera idónea para fabricar arcos»].
En cuanto a las traducciones de La isla misteriosa a otras lenguas, en 2001 el investigador y traductor William Butcher ya había subrayado en sus notas la falta de referencias lexicográficas acerca del término crejimba, tanto en francés como en inglés, y también había aportado la cita de El tío Robinsón que acabo de mencionar (Verne, 2001: 642).
La pista brasileña de esta operación de desciframiento se confirma gracias a la referencia de W. Butcher al viajero y escritor francés Jean de Léry (1536?-1613?): «Airi, un árbol espinoso y su fruto» (Verne, 2001: 642). En su grafía original, he aquí las frases que Jean de Léry dedica al aïri en su libro Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil, autrement dite Amérique, ya mencionado par W. Butcher (Léry, 1578: 200-201):
Vn autre arbre que les Sauuages appelent Aïri, lequel, bien qu’il ait les fueilles cõme le Palmier, qu’il soit garni tout à lentour d’eſpines, aussi deſliees & picquantes qu’eſguilles, qu’il porte auſsi vn fruit de moyenne groſſeur dans lequel ſe trouue vn noyau blanc comme neige, qui toutes fois n’eſt pas bon à mãger, eſt neãtmoins à mon aduis vne eſpece d’hebene : car outre ce qu’il eſt noir, & que les Sauuages à cauſe de ſa durté en font leurs eſpees & maſſues de bois ; voire vne partie de leurs fleſches [...].
[Otro árbol, que los Salvajes denominan Airi, el cual, aunque tenga las hojas como las de la palmera, esté todo guarnecido de espinas alrededor, tan finas y punzantes como agujas, dé un fruto de tamaño mediano, de pulpa blanca como la nieve en su interior —que, sin embargo, no es comestible—, es, pese a todo y a mi juicio, una especie de ébano, ya que, además de ser negro, y de que los Salvajes a causa de su dureza fabrican sus espadas y sus mazas de madera e incluso una parte de sus flechas (...)].
Respecto de la primera cita de La isla misteriosa que he dado más arriba, las versiones españolas que he mencionado y consultado reproducen el presunto préstamo crejimba tal cual, ya sea en cursiva o entrecomillado, y con artículo masculino (Verne, 1875: I, 47; 1958: 73; 1980: 99; 1991: 90; 1989: 134).
En cuanto a la segunda cita de La isla misteriosa, se observa de nuevo la utilización del préstamo, pero también una omisión y la utilización de la palabra «juncos» (Verne, 1875: II, 8; 1958: 116; 1980: 185; 1991: 168; 1989: 240).
En una reciente versión en portugués publicada precisamente en Brasil, el término que se reproduce vuelve a ser crejimba en las dos ocasiones en que aparece mencionado en la novela (Verne, 2017: 137, 257).
La edición alemana revisada por Günter Jürgensmeier reproduce el término entrecomillado y con un artículo masculino, pero no contiene ninguna nota explicativa (Verne, s. d: 196, 369).(9)
Pese a que el término crejimba está ausente de los diccionarios y de las enciclopedias franceses, el término airi sí está incluido en el Grand dictionnaire universel du XIXe siècle de P. Larousse, que la define como un término botánico que designa una «especie de palmera del Brasil, de tronco espinoso.(10)
No obstante, toda vez que la investigación parece confirmar la pista brasileña, resulta lógico y oportuno consultar la lexicografía en lengua portuguesa. El término crejimba tampoco aparece en los diccionarios ni en las enciclopedias, pero sí se encuentra la voz airi, acompañada esta vez de otro término, harto interesante:(11)
AIRI: Espécie de coqueiro espinhoso do Brasil, do género astrocário (Astrocaryum ayrii). Com a madeira, muito rija, faziam os índios os seus arcos. «Em Minas fazem os arcos do airi espinhoso, a que chamam brijuba, e os tupinambas airi-açu», Gonçalves Dias, Brasil e Oceania I, cap. 4, p. 74.
[AIRI: Especie de cocotero espinoso de Brasil, del género Astrocaryum (Astrocaryum ayrii). Con la madera, muy dura, hacían los indios sus arcos. «En Minas [Gerais] hacen los arcos del airi espinoso, al que llaman brijuba, y los tupinambás airi-açu» Gonçalves Dias, Brasil e Oceania I, cap. 4, p. 74.]
En esta definición se observa el término brijuba, que sirve de guía hasta la salida del laberinto, puesto que se puede sospechar legítimamente que podría tratarse de una forma ligeramente estropeada de crejimba.(12)
Y la salida del laberinto se encuentra, como suele suceder, no muy lejos de la entrada, tal vez un poco oculta, pero ahí está. Es preciso volver al principio, a la sinonimia detectada en El tío Robinson; y ¿por qué no recurrir a los manuscritos vernianos, afortunadamente accesibles y que podrían constituir el auténtico punto de partida?
Los manuscritos conservados de El tío Robinson son dos, que custodia la Biblioteca municipal de Nantes, la ciudad natal de Verne. En lo que se refiere al fragmento del manuscrito más antiguo (Ms1, vid. un detalle en la fig. 3), mi intento de transcripción ofrece el siguiente resultado:(13)
Après cela, Oncle Robinson attira l’attention de Clifton sur la [quête ?] des armes ; il tenait [essentiellement ?], et les enfants y tenaient aussi, à fabriquer des arcs qui leur permissent de chasser autrement qu’à coups de bâton, et à pouvoir au moins se défendre contre des animaux plus dangereux.
Comme ils n’avaient à leur disposition, ni [acier ?], ni corde, il fallait nécessairement construire ces arcs en bois ; la question était de trouver ce bois, aussi Clifton, pensa qu’il le trouverait parmi certaines espèces de cocotiers qu’il avait remarqués au nord du lac, mais en arrière de la falaise. Le père, Flip et les enfants s’y rendirent donc et après quelques recherches, ils trouvèrent un arbre de l’espèce de celui qu’on appelle airi ou breuj brejeuba, et qui sert aux naturels de l’Amérique méridionale à faire leurs meilleurs arcs. On coupa donc les branches qui parurent le mieux répondre à cet [usage ?], et on revint à la grotte.
[Tras aquello, el tío Robinsón hizo que Clifton reparara en la [necesidad de hacerse con] armas; [fundamentalmente], estaba empeñado, como lo estaban los niños, en fabricar arcos que les permitieran cazar de otra forma que no fuera a bastonazos, y poder defenderse al menos contra los animales más peligrosos.
Como no tenían a su disposición ni [acero] ni cuerdas, estaban obligados a utilizar madera para elaborar los arcos; la cuestión era cómo encontrar esa madera, y Clifton pensó que la encontraría entre ciertas especies de cocoteros que había observado al norte del lago, pero por detrás del acantilado. Así pues, el padre, Flip y los niños fueron hasta allí y, tras buscar por aquí y por allá, encontraron un árbol de la especie conocida como airi o breuj brejeuba y que sirve a los nativos de Sudamérica para hacer sus mejores arcos. Cortaron las ramas que les parecían más indicadas para ese [uso] y regresaron a la gruta.]
Fig. 3: Detalle del Ms1 de L’Oncle Robinson, Biblioteca municipal de Nantes
En cuanto al manuscrito más reciente (Ms2, vid. un detalle en la fig. 4), el pasaje en cuestión, tachado con una cruz a lápiz, se convierte en: (14)
Fort heureusement, Harry Clifton trouva au milieu d’un bouquet de cocotiers une certaine espèce connue sous le nom d’Airi ou de crejimba, dont le bois sert à fabriquer les meilleurs {quoi [ajouté au crayon]} des Indiens de l’Amérique Méridionale. Le père et les enfants coupèrent quelques branches de ce créjimba et ils les rapportèrent à la grotte. En quelques heures de travail, l’Oncle Robinson fabriqua trois arcs d’une courbure régulière [...].
[Felizmente, Harry Clifton encontró en medio de un cocotal una especie conocida con el nombre de airi o de crejimba, cuya madera sirve para fabricar los mejores {qué [añadido a lápiz, probablemente por Hetzel]} de los indios de Sudamérica. El padre y los niños cortaron algunas ramas de la crejimba y las llevaron a la gruta. En unas horas de trabajo, el tío Robinsón fabricó tres arcos de curvatura regular (...)].
Fig. 4: Detalle del Ms2 de L’Oncle Robinson, Biblioteca municipal de Nantes
La grafía del Ms1 de El tío Robinson a manos de Jules Verne deja traslucir una duda, un comienzo de palabra incompleto, tachado, quizá breuj antes de otra palabra que interpretamos como brejeuba. La grafía del Ms2 de El tío Robinson no es de Verne, sino de Honorine, su esposa, que presuntamente copió el resto de la novela, precisamente a partir de dicho párrafo.(15) Mi hipótesis es que el origen de la crejimba de La isla misteriosa se encuentra en ese término brejeuba casi fallido, del manuscrito de El tío Robinson.
¿Puede ser que Jules Verne no hubiese descifrado su propia grafía y creyera que tenía que leer crejimba?(16) ¿O acaso la Sra. Verne creyó leer otra cosa al ver una palabra tan extraña? Lo que es cierto es que esta llegó a La isla misteriosa, y la imprenta la hizo pasar a ese gran catálogo de hápax y cuasicriptogramas léxicos tan conocidos por los estudiosos vernianos.
Hasta aquí todo parece ir como la seda, pero, evidentemente, los sagaces lectores se habrán planteado ya una pregunta, dado que falta una prueba incriminatoria en esta operación de desciframiento. ¿Cómo probar que airi y un término como brejeuba (o cualquiera de sus variantes) coexisten en un texto francés que hubiese podido consultar Jules Verne para documentarse, es decir, que hubiese inspirado a una u otra de sus fuentes para la novela?
Una de las fuentes, directa o indirecta, de Verne pudo haber sido el Voyage au Brésil dans les années 1815, 1816 et 1817, escrito por S. A. S. Maximiliano, príncipe de Wied-Neuwied (1782-1867), y traducido del alemán al francés por Jean-Baptiste-Benoît Eyriès (1767-1846), versión de la que figuran a continuación algunos párrafos (1821: I, 79-80; 1822: II, 241-242; 1822: 242-243):
Le cocotier nommé aïri assú dans la Lingoa gèral et brejeùba dans la province de Minas, est commun dans cette forêt [...] les sauvages en font des arcs. Son tronc est brun foncé [...] auxquelles succèdent des noix d’un brun noirâtre et luisant, très-dures, et de la grosseur d’un œuf de pigeon.
[En esta selva es común el cocotero que llaman airi assú en la língua geral [lengua general o común] y brejeúba en la provincia de Minas [...]; con él hacen arcos los salvajes. Tiene el tronco de color pardo oscuro [...]. [A las flores] suceden unos cocos de color pardo negruzco y brillante, muy duros y tan gruesos como huevos de paloma].
Beaucoup [de tribus] se servent [...] pour leurs arcs d’un bois fort et élastique ; celles qui vivent le long de la côte orientale, et dans la capitainerie de Minas-Géraës, les font avec le bois du palmier – aïri épineux, nommé à Minas brejuba, et par les tribus toupinambas aïri assu.
[Muchas tribus utilizan [para fabricar] sus arcos una madera fuerte y flexible; las que viven en la costa oriental y en la capitanía de Minas Gerais las hacen con la madera del airi espinoso, palmera que se llama brejuba en Minas y que las tribus tupinambás denominan airi assú].
La plus grande force de cet arc réside dans le milieu.
[La máxima fuerza de este arco está en el centro].
Con esta tercera clave encima de la mesa, se puede dar por concluido el desciframiento. Ya sabemos de qué especie de la familia de las palmas y de qué madera se trata.(17) De las citas que preceden a este párrafo, en la tercera destaca la observación de Verne a propósito de las ramas del árbol sobre el hecho de que la fuerza se concentra hacia el centro del arco.
A ese respecto, y en lo relativo a la utilidad del fruto de esta palmera como alimento, sería bueno recordar esta frase de J. de Léry ya citada:
[...] vn fruit de moyenne groſſeur dans lequel ſe trouue vn noyau blanc comme neige, qui toutes fois n’eſt pas bon à mãger.
[...] un fruto de tamaño mediano, de pulpa blanca como la nieve en su interior —que sin embargo no es comestible.
Pese a todo, sin entrar en demasiados detalles gastronómicos, debe subrayarse que no todo el mundo es del mismo parecer.
Fig. 5: Ilustración de Astrocaryum ayrii (aculeatissimum, actualmente). Fuente: Carl F. P. von Martius, Historia naturalis palmarum, vol. 2, Leipzig, T. O. Weigel, 1823-1837, ilus. 59A
G. L. D. de Rienzi (1789-1843), fuente de muchos pasajes de Veinte mil leguas de viaje submarino y de otros de Los hijos del capitán Grant, también podría haber sido la fuente de la palabra que designa el material que permite a los colonos de La isla misteriosa fabricar las cuerdas del arco, ya que es el autor de la siguiente frase: «La corteza del Hibiscus heterophyllus podría servir para fabricar cuerdas».(18)
No obstante, cabe la posibilidad de evocar como fuente, al menos indirecta, la obra de J.-B.-B. Eyriès (1823: 22), el ya mencionado traductor al francés del príncipe de Wied-Neuwied, pues, si los datos bibliográficos son correctos, la obra de este es anterior a los volúmenes de Rienzi: «El Hibiscus heterophyllus que crece en las orillas del río Hawkesbury tiene una corteza que puede servir para fabricar cuerdas».
Sea como fuere, es necesario señalar que, en los dos casos, de Rienzi y Eyriès se refieren a Australia, de donde esta planta parece ser endémica y por donde corren las aguas del Hawkesbury, no lejos de la ciudad de Sídney. Con todo, los lectores avezados son más que conscientes de que el biotopo de la isla de Lincoln solo pertenece al ámbito de la ficción y de que se trata de un biotopo novelesco.(19)
Fig. 6: Ilustración de Hibiscus heterophyllus a cargo de Pierre-Joseph Redouté. Fuente: E. P. Ventenat, Jardin de la Malmaison, vol. 2, París, Crapelet, 1804, ilus. 103.
Oficio obliga, el traductor procura ser una «especie» tan tenaz como las fibras del Hibiscus heterophyllus.
El trabajo realizado a lo largo de los años por los investigadores vernianos, digno de elogio y de agradecimiento, así como la posibilidad de consultar los manuscritos de las obras de Jules Verne abren vías para continuar explorando los textos y resolver muchas cuestiones pendientes relacionadas con las lecciones correctas, y un buen número de dudas, erratas y errores que pueden repercutir notablemente en la calidad de la traducción. Como en tantos otros casos, el método es similar al que se utiliza para encontrar las claves que permiten resolver criptogramas sencillos: dar con las letras o las palabras que ocultan otras distintas.
Este artículo es una contribución, mínima y modesta, de un traductor a esa relectura necesaria de las obras de Jules Verne a la luz de los manuscritos disponibles, con la intención de descubrir todo lo que todavía pueden ocultar los textos originales.
En definitiva, y volviendo casi al principio, el traductor no deja de ser un lector que obligatoriamente ve con otros ojos un finale tan dichoso como el que utiliza Verne (1881: 328) para concluir La jangada:
« À une lettre près, disait-il, Lina, Liane, n’est-ce pas la même chose ? ».
[Una letra más o menos —decía—, Lina, Liana, ¿no es lo mismo?]
Fig. 7: Mapa de la isla de Lincoln (p. 201 en la edición de Hetzel en formato grande)
* Salvo que se indique otra cosa, la traducción de los pasajes y las citas que figuran en este artículo es mía (Miguel Á. Navarrete).
(1) Cf. Ishibashi, 2014.
(2) Comenzó a publicarse en el n.º 217 (tomo XIX) y llegó hasta el n.º 264 (tomo XXII) del Magasin d’Éducation et de Récréation, París.
(3) Revista europea (1874), Medina y Navarro, Editores, Madrid. N.º 21, 19 julio 1874, tomo II, año I; p. 32, disponible en https://prensahistorica.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=10003032605 [consultado: 10 septiembre 2020].
(4) La Correspondencia de España: Diario universal de noticias (1875) [Año XXVI, n.º 6564, 3.ª ed., 25 noviembre 1875, p. 4] disponible en http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000181667 [consultado: 10 septiembre 2020]. Actualizo la ortografía del anuncio.
(5) Este tipo de robinsonadas escritas por Verne e influidas, al menos parcialmente, por El Robinsón suizo son varias, entre las que cabe destacar L’école des Robinsons (1882), Deux ans de vacances (1888), y Seconde patrie (1900).
Entrar en los avatares y entresijos de la traducción y adaptación al francés de Der Schweizerische Robinson (1812) excede con mucho de los márgenes de un artículo como el presente. Es de señalar que en una de esas versiones de la obra de Wyss también dejó una más que notable impronta Hetzel.
(6) Cito por la edición in-8.º de Hetzel.
(7) En la versión española de El tío Robinsón (Verne, 1992: 177-178) solamente figura el término crejimba, no airi.
(8) Entre otras cosas, Ferdinand Denis (1798-1890) fue coautor con Hippolyte Taunay (1793-1864) del libro Le Brésil, ou Histoire, mœurs, usages et coutumes des habitans de ce royaume, publicado por Nepveu (París) en 1822 y en el cual se puede leer (tomo IV, p. 265): « Le grand palmier Aïri fournit aux indigènes un bois excellent pour fabriquer leurs arcs ; mais on ne le trouve que dans la partie sud » [La gran palmera airi suministra a los indígenas una madera excelente para fabricar sus arcos, pero solo se encuentra en la parte sur], https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k5651043w/f296.image [consultado: 10 septiembre 2020].
(9) Agradezco a Volker Dehs que me indicara la existencia de esta edición alemana.
(10) Tomo 1, p. 165. Es de destacar la existencia, en esa misma enciclopedia de una variante de la palabra: «AYRI s. m. (é-ri). Bot. Palmier épineux du Brésil, qui fournit aux habitants du pays une boisson fermentée» (ibid. p. 1105) [Palmera espinosa de Brasil, de la que obtienen una bebida fermentada los habitantes del país].
(11) El texto del escritor A. Gonçalves Dias (1823-1864), con ligeras variantes ortográficas, puede consultarse en la Biblioteca Brasiliana Guita e José Mindlin https://digital.bbm.usp.br/view/?45000018363&bbm/4445#page/96/mode/2up, p. 93 [consultado: 10 de septiembre de 2020]. Agradezco a mi compañero Paulo Silva Correia la confirmación de uno de los nombres habituales de la palmera en cuestión en portugués, que es airi-açu, así como de que, en el caso de brejaúba, se trata de una palabra de origen tupí-guaraní que significa «árbol de frutos duros» (mbará-yá-bá). Brejaúba también es un topónimo de un distrito del Estado brasileño de Minas Gerais.
(12) En realidad, la Grande enciclopédia portuguesa e brasileira (vol. V, pp. 70 y 87, respectivamente) contiene tres variantes de la palabra: brejaúba, brejaúva y brijaúba; de estas, los diccionarios brasileños parecen preferir la primera.
(13) La signatura del manuscrito más antiguo (Ms1) de L’Oncle Robinson en el catálogo de manuscritos del Fondo Jules Verne que posee la Biblioteca Municipal de Nantes es B 48. Los párrafos citados se encuentran en la p. 45.
(14) La signatura del manuscrito más reciente (Ms2) de L’Oncle Robinson en el catálogo de manuscritos del Fondo Jules Verne que posee la Biblioteca Municipal de Nantes es B 49. La cita se encuentra en la p. 159. En el margen derecho de dicha página se puede leer la respuesta a ese quoi [qué] añadido a lápiz: arcs [arcos]. Además, se pueden encontrar comentarios del editor Hetzel que no están relacionados con la cuestión de los arcos. Cf. L’Oncle Robinson (Verne, 2016: 304-305); cf. W. Butcher (2015: 237-251; en particular, 250).
(15) Cf. Dumas y Van Herp, 1994: 31-41; en particular, 39; L’Oncle Robinson, pp. 286 y 291; y W. Butcher, 2015: 246-249 y n. 15).
(16) Como puede verse en la fig. 4, existe la variante fonética créjimba, que aparece dos líneas más abajo. Esa variante créjimba la recoge también Jean Guermonprez, 1995 (1951): 5.
(17) Actualmente, se identifica como Astrocaryum aculeatissimum la palmera conocida con el antiguo nombre científico de Astrocaryum airi o ayrii.
(18) G. L. D. de Rienzi (1836: 46). Cabe destacar, muy especialmente, la proximidad de la referencia de Rienzi al Hibiscus heterophyllus con una referencia al «maná», otro producto natural mencionado en un pasaje de La isla misteriosa (1.ª parte, cap. XII, p. 107) que no está lejos del de la mención a la crejimba: «Cunningham ha descubierto un eucalipto que proporciona un maná dulce, similar al de la India» (de Rienzi, loc. cit.), disponible en la base de datos de Gallica: https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k307862/f54.image [consultado: 10 septiembre 2020]. Existe traducción española del libro de Rienzi, Historia de la Oceanía o quinta parte del mundo, publicada en 1845 en Barcelona por la Imprenta del Fomento (y... «traducida por una sociedad literaria»).
(19) Cf. Dalimier, 1937.
En el caso de las obras originales de Jules Verne, retomamos aquí la cronología establecida por Daniel Compère (1996), pero no tenemos en cuenta la de las obras publicadas en el MER. En el caso de las primeras ediciones en español de las obras de J. Verne traducidas, seguimos, en general, la cronología y los datos establecidos en la Colección Verne recopilada por el grupo T3AxEL y albergada por la Biblioteca Virtual de la Diputación de Zaragoza, disponible en http://www.bivizar.es/i18n/contenido/coleccion-verne.do [consultado: 10 septiembre 2020].
En el sitio Gallica de la Biblioteca Nacional de Francia se pueden consultar distintas ediciones de las obras de Verne, tanto de las publicadas por Hetzel como de las que aparecieron en algunos periódicos o revistas.
VERNE, Jules, Cinq semaines en ballon, París, Hetzel, 1863.
— Voyages et aventures du capitaine Hatteras, París, Hetzel, 1864-1865.
— Voyage au centre de la Terre, París Hetzel, 1864.
— De la Terre à la Lune, publicada inicialmente por el periódico Journal des Débats politiques et littéraires, 1865; publicada posteriormente por Hetzel (París, 1865).
— Les enfants du capitaine Grant, París, Hetzel, 1865-1867.
— Los hijos del capitán Grant, trad. F. N., Imprenta de la Biblioteca Universal Económica, Madrid, 1865-1867. Primera tradución española.
— De la Tierra a la Luna, Imprenta del Diario de Barcelona, Barcelona, 1866. Primera traducción española, no consta el nombre del traductor.
— Viaje al centro de la Tierra, Correspondencia de España: Diario universal de noticias, Madrid, 1867. Primera traducción española, no consta el nombre del traductor.
— Cinco semanas en globo, trad. Federico de la Vega, Librería de Alfonso Durán, Madrid, 1867. Primera traducción española.
— Aventuras del capitán Hatteras, trad. F. N., Imprenta de la Biblioteca Universal Económica, Madrid, 1867-1868. Primera traducción española.
— Vingt mille lieues sous les mers, París, Hetzel, 1869-1870.
— Veinte mil leguas de viaje submarino, trad. Vicente Guimerá, Madrid, Imprenta de Tomás Rey y Compañía, 1869. La primera traducción española parece datar de 1869. En 1870, la publica Gaspar Editores, edición esta que se puede consultar en el sitio de la Biblioteca de Catalunya, disponible en https://mdc.csuc.cat/digital/collection/llibimps19/id/53145.
— Le tour du monde en quatre-vingts jours, Le Temps (París), 6 noviembre-22 diciembre 1872; publicada posteriormente por Hetzel (París, 1873).
— La vuelta al mundo en ochenta días, trad. Vicente Guimerá, Zaragozano y Jayme Editores, Madrid, 1873. Primera traducción española.
— L’île mystérieuse, París, Hetzel, 1874-1875.
— La isla misteriosa, trad. Nemesio Fernández Cuesta, Madrid, Imprenta y Librería de Gaspar Editores, 1875-1876. Primera traducción española.
— La jangada, París, Hetzel, 1881.
— La jangada, trad. Nemesio Fernández Cuesta, Gaspar Editores, Madrid, 1882-1883. Primera traducción española.
— Frritt-Flacc, Le Figaro illustré (París), n.º de 1884-1885 (1984), 6-7.
— La isla misteriosa, adap. Genoveva Bernard de Ferrer, ilus. Antonio Pérez García-Carrillo, Barcelona, Bruguera, 1958/1967.
— La isla misteriosa, Barcelona, Ramón Sopena, 1980. No consta el nombre del traductor.
— La isla misteriosa, trad. y pról. Miguel Salabert Alianza Editorial, Madrid, 1989.
— La isla misteriosa, trad. Joaquín Gallardo, Barcelona, Molino, 1991.
— L’Oncle Robinson, ed. Christian Robin, colab. Luce Courville, Jacques Davy y Claudine Sanlot, París, Le livre de poche, 2016. [Manuscrito perteneciente a la ciudad de Nantes, publicado originalmente por Le cherche midi éditeur, París, 1991].
— El tío Robinsón, trad. María Teresa Gallego Urrutia y María Isabel Reverte Cejudo, Madrid, Debate, 1992.
— Veinte mil leguas de viaje submarino, trad., not., pról. y apénd. Miguel Á. Navarrete, Anaya, Madrid, 1995.
— The Mysterious Island, trad. al inglés Sidney Kravitz ed. Arthur B. Evans, intr. y not. William Butcher, Middletown (Connecticut), Wesleyan University Press, 2001.
— L’île mystérieuse, ed., present. y not. Jacques Noiray, París, Gallimard, col. Folio, n.º 5099, 2010.
— L’île mystérieuse, ed., present. y not. Marie-Hélène Huet, dir. Jean-Luc Steinmetz, París, Gallimard, col. La Pléiade, 2012.
— Frritt-Flacc, ed., trad. intr. y trans. ms. Miguel Á. Navarrete, Oportet Editores, Paracuellos de Jarama (Madrid), 2015.
— A ilha misteriosa, trad. al portugués André Telles, Río de Janeiro, Zahar, 2017.
— Veinte mil leguas de viaje submarino, ed. trad., intr. y not. Miguel Á. Navarrete, Cátedra, Madrid, 2019.
— Die geheimnisvolle Insel, rev. Günter Jürgensmeier a partir de traducciones alemanas de la época, s. d., disponible en www.gasl.org/refbib/Verne__Geheimnisvolle_Insel.pdf [consultado: 10 septiembre 2020].
BUTCHER, William, Les manuscrits déchiffrés, Lyon, ENS Éditions / Institut d’histoire du livre, 2015.
COMPÈRE, Daniel, Jules Verne. Parcours d’une œuvre, Amiens, Encrage, 1996.
DALIMIER, Paul, «Zoologie et botanique dans la trilogie», Bulletin de la Société Jules Verne, 8 (1937), 132-143.
DUMAS, Olivier, y Jacques VAN HERP, «Un Oncle Robinson, une Île mystérieuse, et autres, sous influence» en Bulletin de la Société Jules Verne, 111 (1994), 31-41.
EYRIÈS, Jean-Baptiste-Benoît, Abrégé des voyages modernes, depuis 1780 jusqu’à nos jours, tomo V, París, Étienne Ledoux, 1823, disponible en https://books.google.be/books?hl=es&id=CJ73_ZWZEKgC [consultado: 10 septiembre 2020].
GUERMONPREZ, Jean, «Du navet au chef-d’œuvre», Bulletin de la Société Jules Verne, 113 [1951 (1995)], 4-7.
ISHIBASHI, Masataka, Le projet Verne et le système Hetzel, Amiens, AARP & Encrage Édition, 2014.
LÉRY, Jean de, Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil, autrement dite Amérique […], La Rochelle [¿Ginebra?] A. Chuppin, 1578, disponible en la base de datos de Gallica https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k3128810 [consultado: 10 septiembre 2020]. Aparte de versiones en alemán y en neerlandés, existen diversas versiones en latín de este libro de Jean de Léry. La primera fue la Historia Nauigationis in Brasiliam, quæ et America dicitur […], publicada por Eustache Vignon en Ginebra en 1586.
NAVARRETE, Miguel Á., «Crejimba: trois clefs pour un arc et sa corde», Bulletin de la Société Jules Verne (París), 200 (2020), 16-24.
RIENZI, Grégoire L. D. de, Océanie ou cinquième partie du monde, tomo I, París, Firmin Didot, 1836.
WIED-NEUWIED, Maximilian Alexander Philipp, príncipe de, Voyage au Brésil dans les années 1815, 1816 et 1817, trad. J.-B.-B. Eyriès, tomos I y II, París, Arthus Bertrand, 1821-1822.
WYSS, Johann David, Der Schweizerische Robinson, Zúrich, Orell, Füssli und Compagnie, 1812. La primera traducción y adaptación al francés se debe a Isabelle de Montolieu (entre 1813 y 1824).
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