Hay dos grandes poemas sobre la guerra de independencia de Escocia que siguió a la invasión por Eduardo I de Inglaterra a finales del siglo XIII y principios del XIV: el Bruce y el Wallace. Ninguno había sido vertido al español y, en la década de 1990, me propuse como proyecto a largo plazo traducir los dos. En 1998, y con el apoyo de una Ayuda a la Traducción del Ministerio de Cultura de España, publiqué la traducción que titulé La gesta de Roberto de Bruce, de John Barbour (de 1376) pero, por diversos motivos, el segundo poema tuvo que esperar más, y La gesta de sir Guillermo Wallace, de Hary (de 1478), no se publicó hasta 2023. Estaba convencido de que las obras merecían ser publicadas en español, y estas traducciones son fruto de iniciativa propia, no encargos.
Si bien la historia de William Wallace es bastante conocida en el mundo gracias a la novela y película Braveheart, de 1995, no lo son tanto el poema en que se basó ni el que se escribió cien años antes dedicado a Robert Bruce. Así pues, voy a exponer algo sobre el momento histórico, las características de ambos poemas y las decisiones que tomé al traducirlos. Esta primera parte es, en gran medida, común a los dos, y después me centro en cada uno de ellos. Para ejemplificar ciertos aspectos de los poemas, incluyo algunos fragmentos que a la vez sirven como muestra de las traducciones.
Las historias que se cuentan en ambos suceden durante la llamada primera guerra de independencia escocesa contra los ingleses a partir de la invasión, desde la rebelión de Wallace hasta la muerte de Bruce. Es importante tener presente que el orden de los hechos históricos es cronológicamente inverso al de la escritura de los poemas: el primero que se alzó contra la invasión fue Wallace (de 1296 a 1305) y, tras la captura y ejecución de este, la guerra la continuó Bruce (de 1306 a 1328). Sin embargo, el poema sobre Bruce se escribió unos cien años antes que el Wallace, así que este último lo podemos considerar una precuela. Esto tuvo importancia para determinar el orden en que había que traducir. El autor del Wallace conocía la historia contada por Barbour, y en su poema se recogen episodios de ese poema (aunque a veces modificados) y se emplean palabras tomadas directamente de él, así que procedía empezar por el Bruce con el fin de poder reconocer y reproducir, en la traducción del Wallace, los ecos intertextuales. En el cuadro que sigue incluyo también dos textos derivados del Wallace: la versión de Hamilton de 1722 y Braveheart.
Imagen 1. Relaciones entre los poemas Bruce y Wallace y las traducciones
Como se ha indicado, el momento es el mismo. Sin entrar mucho en detalles históricos que recojo en mis introducciones, la guerra de independencia se desencadena al haber quedado vacante el trono de Escocia tras la muerte del rey Alejandro III en 1286 y la de su nieta, que tendría que haber sido su sucesora tras una regencia, en 1290 (su hijo había muerto antes que él). El consejo de regentes de Escocia, ante la disputa sucesoria que se plantea, acuerda que sea el rey Eduardo I de Inglaterra quien actúe de árbitro y decida, tras estudiar las distintas causas, quién tiene derecho al trono. Esa solución aparece muy criticada, retrospectivamente, por Barbour en el Libro I del Bruce:
Ese acuerdo les pareció el mejor, pues en aquella época había paz y sosiego entre Escocia e Inglaterra, y no podían darse cuenta del mal que se les avecinaba. Puesto que el rey de Inglaterra había estado en tan buena compañía y amistad con su rey [Alejandro III], que era tan valiente, pensaron que, como buen vecino y como mediador amistoso, juzgaría el caso lealmente. Mas las cosas tornaron de otro modo. ¡Ah, pueblo ciego, lleno de necedad! Si os hubieseis percatado con cuidado de qué peligros os podían surgir, no hubieseis actuado de ese modo. Ojalá os hubieseis dado cuenta de cómo ese rey siempre y sin descanso intrigaba para ganar más señoríos, y mediante su gran fuerza ocupaba tierras que le eran fronterizas, como Gales, y también Irlanda, a las que sometió de tal modo, que aquellos que eran de alto linaje tenían que huir a pie, como la chusma, cuando a él se le antojaba atacar a las gentes. (Barbour, 1998: 34)
Entre los pretendientes, los tres principales eran Robert Bruce, el abuelo del que después llegaría a ser rey y héroe del poema, John Balliol y John Comyn. Eduardo I les exigió a todos que lo reconocieran como rey soberano por encima de ellos, con lo cual la soberanía de Escocia quedaría sometida a la de Inglaterra. Balliol aceptó y Eduardo lo hizo coronar, pero sus constantes exigencias de hombres y dinero para sus propias campañas en Francia llevaron a que el nuevo rey, instigado por sus consejeros, se negase a seguir cumpliendo los mandatos del rey inglés, quien entonces entró en Escocia, lo depuso y envió preso a Londres y comenzó una ocupación sistemática del país, nombrando un gobernador inglés y poniendo en los cargos principales, políticos, administrativos y eclesiásticos, a ingleses, o a escoceses que le jurasen lealtad. Contra esa situación de opresión se rebelaron en 1296 William Wallace y algunos nobles como Andrew Murray, que comenzaron una guerra de guerrillas que fue aumentando hasta que llegó a haber un auténtico ejército escocés en lucha contra el inglés. La primera gran victoria de Wallace y los suyos es en la batalla de Stirling, en septiembre de 1297, después de la cual será nombrado Guardián de Escocia. Pero su gran derrota militar llega menos de un año después, en julio de 1298, en Falkirk, al parecer por no haberle apoyado suficientemente algunos nobles escoceses. Después, Wallace, que renunció al cargo de Guardián, posiblemente pasó un tiempo en Francia, volvió a estar en la resistencia en Escocia y fue capturado por los ingleses y ejecutado en agosto de 1305. A partir de ahí, Robert Bruce, el nieto del pretendiente, finalmente se alza contra Eduardo I y, tras haberse deshecho de su rival Comyn, al que mata en un encuentro en una iglesia (por lo que fue excomulgado), se hace coronar rey de Escocia en 1306 y comienza su guerra contra Eduardo I. Tras su famosa victoria en Bannockburn en 1314, aún tendrían que pasar catorce años de guerra, con algunas treguas, hasta que en 1328 Inglaterra reconociera que Escocia era un reino independiente y que el rey inglés no tenía soberanía sobre ella. Roberto de Bruce muere en 1329.
Más allá de la alabanza a sus héroes y el canto a las hazañas en defensa de la patria, el objetivo que se desprende de ambos poemas es el de recordar a los lectores (u oyentes) —y sin duda especialmente a la corte y los gobernantes— que costó mucho reconquistar la independencia de Escocia y que hay que protegerla para evitar que se vuelva a perder. Para lograrlo, cada uno teniendo presente la situación en el momento en que escribe, los autores redactaron estos poemas épicos (en los títulos de mis traducciones los he llamado gestas). En ellos se narra la historia de la lucha de ambos personajes, a los que se ensalza, y en ambos se afirma que son verdaderos los hechos que se narran, pero, aparte de las exageraciones propias del género, hay bastante manipulación de la realidad histórica en los dos, tanto por lo que cuentan (y cómo, sobre todo en el Wallace) como por lo que ocultan (sobre todo en el Bruce). Visto desde los estudios históricos que conocemos, el contraste entre la forma de abordar los hechos en uno y otro poema resulta fascinante para estudiar los sesgos según las intenciones en la narración literaria, y es una de las razones por las que merece la pena dar a conocer estas obras en traducción.
Los dos textos están redactados en escocés, y debo dejar claro que uso escocés como traducción de Scots, es decir, la evolución del anglosajón, o inglés antiguo, en las Tierras Bajas de Escocia. Si bien la RAE en su diccionario recoge escocés como «lengua gaélica que se habla en Escocia», encuentro más práctico emplear escocés y gaélico para los términos Scots y Gaelic, y así lo hago en mis escritos. El Bruce está en escocés temprano (Early Scots), y el Wallace en escocés medio (Middle Scots). No hay que olvidar que el inglés antiguo había ido ganando terreno por las Tierras Bajas de Escocia a partir de las invasiones anglosajonas del siglo VII; que en oleadas posteriores quienes llegan desde Inglaterra son anglonormandos, con un inglés ya influido por el francés, y que de hecho muchos aún hablan francés, que se había impuesto como lengua de la corte inglesa después de la conquista normanda: Eduardo I, Plantagenet, hablaba y redactaba documentos en francés. La lengua usada en ambos poemas contiene mucho léxico de origen francés. Para la época de Alejandro III, los reyes de Escocia ya hablaban escocés (y algunos también francés). Cabe señalar que, tanto en el Bruce como en el Wallace, el nombre que se da a la lengua en que están redactados es Inglis. Solo se empieza a usar Scottis o Scots a finales del siglo XV, y la comparación de un embajador español que en esa época anotó que las diferencias entre inglés y escocés vendrían a ser similares a las que se daban entre castellano y aragonés puede darnos una idea de la medida en que eran distintas ambas variedades.
A pesar de que los separan cien años, la lengua de los poemas no difiere mucho, y eso se debe en parte al tipo de texto y a que Hary, al redactar el Wallace, tiene presente el estilo del Bruce, del que toma frases y giros. Ambos incluyen diálogos en estilo directo, y en ambos el autor se dirige a los lectores u oyentes para hacer comentarios sobre su narración, con frases que anuncian que deja una historia o un personaje para pasar a hablar de otra cosa, o cómo va a abordar un asunto. En los dos poemas se hace uso de la aliteración, aunque no de manera sistemática como se había hecho en la poesía anglosajona, y esta aparece a menudo en acumulaciones de epítetos de dos o tres palabras con los que se califica a algunos personajes, como worthy, wicht and wys, «valeroso, fuerte y sabio».
Los manuscritos de los dos poemas se encuentran encuadernados juntos en un códice que se guarda en Edimburgo, en la Biblioteca Nacional de Escocia, fechado en 1489. Un mismo copista, John Ramsay, ejecutó los dos. Del Wallace solo nos queda ese manuscrito; del Bruce hay otro en Cambridge, incompleto y copiado en 1487 por un copista distinto. Así pues, en ninguno de los casos tenemos el original del autor, y mis traducciones se basan, lógicamente, en ediciones críticas modernas, a las que me referiré en cada caso.
Imagen 2. Página del ms. del Bruce (folio 39v). Corresponde al Libro XI de la edición de McDiarmid y Stevenson. El Wallace está encuadernado junto con él, los dos obra del mismo copista, 1489.
Fuente: National Library of Scotland.
Las decisiones fundamentales que tomé para traducir el Bruce las mantuve también para el Wallace. La primera fue la de hacer versiones en prosa. Ambos poemas están escritos en pareados, y tienen unos doce mil versos cada uno. Por supuesto, hay poemas épicos medievales que han sido vertidos en verso, pero considero que si bien lo ideal es que la poesía —especialmente la lírica— se traduzca en verso, en el caso de largos poemas narrativos escritos en pareados la función estilística de la forma no resulta tan relevante, y optar por la versificación puede suponer incurrir en deficiencias literarias similares a las del original. En ambos poemas encontramos versos «no especialmente poéticos», rimas un tanto forzadas y alteraciones del orden sintáctico cuyo único fin parece ser permitir la rima o mantener el metro, deficiencias que sin duda se producirían también en la traducción, a mi entender innecesariamente. La versión en prosa permite mantener el contenido del poema íntegro sin tener que someterlo a la subordinación a metro o rima, y produce un texto más legible para el público de hoy.
La decisión de utilizar la prosa supone que la presentación del texto es como la de una novela, y que los diálogos, frecuentes, siguen las convenciones tipográficas para su disposición en la página empleadas en el español actual. En ambos casos quise producir una versión lo más completa posible de los poemas, de modo que si se usan como apoyo a la lectura del original se encontrarán muy pocas «lagunas». Con este fin, en la traducción del Wallace se incluyen en los márgenes los números de los versos de la edición empleada, de diez en diez, allí donde corresponden, a medida que avanza el texto en prosa. Eso no se hizo en el Bruce, pero se incluirá la numeración en la reedición revisada que está previsto publicar en 2025.
En el Bruce siempre se emplea el mismo tipo de metro y rima (pareados octosílabos), y en mi versión añadí en los apéndices las traducciones en verso rimado de dos fragmentos que traduje en prosa en sus libros correspondientes. Sin embargo, en el Wallace, aunque la casi totalidad del poema está en pareados decasílabos, hay dos libros en los que se incluyen tiradas en estrofas que siguen modelos de Chaucer, y opté por reflejar la diferencia formal traduciendo esas en verso blanco.
Para la traducción del Bruce, y posteriormente para la del Wallace, decidí evitar el uso de un español arcaizante, teniendo en cuenta que el DRAE define arcaizar como «utilizar en la expresión lingüística, en el arte o en las costumbres palabras o modos arcaicos» (en ediciones anteriores incluía «dar carácter de antigua a una lengua, empleando arcaísmos»). Para un lector de nuestros días, la lectura de un texto medieval en su forma original puede ofrecer en algunos pasajes graves dificultades cuya superación (con la ayuda de quien lo editó) le compensa, pero esto no tiene por qué ser así en la traducción que, a mi entender, no debe añadir la carga de una lengua excesivamente arcaizada. Un criterio que encontré útil fue el expresado por Walter Scott en la Epístola dedicatoria con que prologó su novela histórica Ivanhoe, de 1819. (1) Allí sostenía que el escritor que quiera evocar una época pasada no debe abusar de los arcaísmos, y hacía notar que, salvando las diferencias de ortografía, entre la lengua de Chaucer y la de su época había muchos más elementos en común que diferencias, y señalaba que lo importante es que la lengua del escritor que refleja tiempos pasados no sea exclusivamente obsoleta e ininteligible, advirtiendo de que el autor no debe admitir, si le es posible, ninguna palabra o giro que delate un origen directamente moderno. Estas observaciones me parecen aplicables a la traducción de textos medievales. Tanto en el Bruce como en el Wallace no intenté imitar el castellano antiguo y evité darles una «pátina de antigüedad» basada en grafías obsoletas o en construcciones del tipo la su espada o e díxole. Hay algún vocabulario arcaico, pero sobre todo procuro evitar palabras o expresiones que resulten «modernas». En ambos textos sí incluyo de vez en cuando algunas construcciones que son poco habituales en el castellano de hoy, pero que se entienden sin dificultad, como fue muerto en lugar de «lo mataron», o es llegado en vez de «ha llegado», y empleo mas en lugar de «pero» con mayor frecuencia de lo que lo haría normalmente. Por lo que se refiere al vocabulario, existe un campo en el que es necesario emplear con profusión los términos antiguos, que es el referido a cosas de uso común en la época en que se escribió el texto. En los poemas hay muchas palabras referidas a la guerra y a las fortificaciones que hoy día no se emplean, pero que conviene traducir con su nombre antiguo. Así, por ejemplo, uso palabras como mesnada o batalla (en el sentido de «una parte de un ejército», que aún aparece recogido en el DRAE) para los términos menye y battail(e) (nótese que ambas son galicismos, como la gran mayoría de esos términos).
En cuanto a los nombres propios, siempre que ha sido posible se han dado los equivalentes en español. Robert Bruce aparece como Roberto de Bruce y William Wallace pasa a ser Guillermo Wallace. Aunque la práctica actual evita la traducción o naturalización de nombres propios (salvo los de monarcas y papas), en la literatura medieval y posterior era lo que se solía hacer, y sigo ese criterio. Los nombres de santos aparecen traducidos siempre que sea posible: sanct Bryd es santa Brígida. Los apellidos, naturalmente, no se traducen, aunque aparecen con la grafía moderna, del mismo modo que, para facilitar la localización de personajes en libros de historia y estudios sobre los poemas escritos en inglés, en las notas se citan con las grafías con que aparecen en las obras actuales. Los topónimos no se traducen (salvo los ya consagrados como Edimburgo o Londres), pero se dan con su grafía actual en inglés, en la traducción y en las notas.
Antes mencioné el uso esporádico de la aliteración que se da en ambos poemas. No siempre es posible usarla en los mismos lugares en que aparece (por tomar el ejemplo anterior, no lo hago en worthy, wicht and wys) y, en compensación, a veces uso aliteración en otras partes. En algunos casos consigo reflejarla donde la hay en el original, por ejemplo en strakis that flawnyt fers as fyr (Wallace Libro X, v. 356). «espadazos que fulguraban fieros como el fuego».
El Bruce es el primer gran poema épico escrito en Escocia en lengua no gaélica. Hay uno bastante anterior, Y Goddodin, compuesto por Neirin (o Aneirin), que es, según McDiarmid, el poema heroico en lengua vernácula más antiguo de la literatura europea. Se escribió en Escocia, en algún momento entre los siglos VII y XI, pero está en galés, no en gaélico escocés. Como señala McDiarmid (1988: 27), Escocia tenía desde antiguo una tradición «romántica» de procedencia gaélica en cuanto a sus orígenes como nación. John Barbour, autor del Bruce, escribe desde una tradición clásica con fuerte influencia francesa y narra una historia a la que él llama romance, que adorna con comparaciones sacadas de Le Roman de Thèbes y Le Roman d' Alixandre, basada en hechos históricos sucedidos unos cincuenta años antes. Esto es una diferencia importante con el Wallace, escrito casi ciento ochenta años después de los hechos que narra, lo que permite al autor más libertad para manipular su narración.
John Barbour debió de nacer sobre 1325, aunque la fecha es un cálculo aproximado. Sabemos que fue nombrado arcediano de Aberdeen en 1357 y lo normal para la época, según la práctica de la Iglesia, sería que al ocupar ese cargo hubiera cumplido ya los treinta años. Sí conocemos la fecha de su muerte, el 13 de marzo de 1395. Teniendo en cuenta que Roberto de Bruce se coronó en 1306 y murió en 1329, resulta que Barbour, que sería muy niño a la muerte del rey, pudo conocer a personas que lo hubieran tratado en vida, y a gentes que vivieron algunos de los episodios que narra el poema. Es posible, pues, que algunas de sus fuentes fueran orales, y en ciertos casos se trataría de testigos directos de los hechos narrados. Es evidente que siguió la carrera eclesiástica, pero no es seguro del todo que obtuviera un título universitario, pese a ser llamado Master en algunos documentos. En cualquier caso, para el cargo de arcediano eran necesarios unos conocimientos de derecho canónico que exigirían por lo menos haber asistido a la universidad. Es muy posible que estudiara en París, a donde regresó en 1365 y 1368, pero no se encuentra su nombre en los archivos de la facultad de letras. Por lo que se refiere a su trato con la familia real de Escocia, descendiente de Roberto I, su relación con la corte debió de comenzar a partir de la llegada al trono de Roberto II, nieto de Roberto de Bruce, en 1371. Barbour desempeñó funciones de auditor e interventor de la hacienda pública a la vez que sus obligaciones como arcediano, que eran múltiples. La relación con la corte de Roberto II y la familia real sin duda tuvo que influir en la redacción del poema sobre Roberto I. Si bien parece que el autor ya tenía el plan de escribir una obra sobre Bruce antes de 1371, lo cierto es que solo después hay documentación de pagos hechos al arcediano que seguramente serían para recompensarle por la redacción del poema, quizá concretamente por el manuscrito que él le presentó al propio Roberto II Stewart (nieto del rey Roberto I, hijo de su hija Marjorie y Walter Stewart), que por desgracia no se conserva. Sabemos también que se le pagó para escribir una genealogía «inventada» de los Stewart (los Estuardo), con el fin de proporcionarles unos orígenes no ingleses, que no ha llegado hasta nosotros, pero a la que hay alusiones y referencias en crónicas posteriores. El Bruce, escrito durante el reinado de Roberto II, tras el inestable reinado de su tío, David II, durante el cual Escocia estuvo a punto de perder todo lo que había conquistado su abuelo, pretende ensalzar la figura del rey Roberto I y cantar su entrega a la defensa de la independencia, queriéndolo poner como ejemplo para sus descendientes. Esa intención queda recogida en los últimos versos:
Así murieron, pues, estos señores [Roberto de Bruce y sir Jacobo Douglas, con cuya muerte concluye el texto]. Que aquel que es gran señor de todas las cosas los haga subir hasta su gloria, y conceda su gracia, para que sus descendientes gobiernen esta tierra sabiamente, y estén atentos a imitar, en todo punto de sus vidas, la bondad de sus nobles mayores.
Por lo que se refiere a las fuentes históricas que manejó Barbour, McDiarmid (que escribió la introducción y las notas histórico-literarias para la edición) opina que debieron de ser las mismas que utilizó el cronista Fordun: algunas crónicas, sin duda algunos cantares escritos, y las notas cronológicas o documentos que se pudieran encontrar en los archivos de las abadías o catedrales. Quizá leyera la crónica en verso, en latín, de Bernardo de Linton, canciller de Roberto I y abad de Arbroath. McDiarmid sugiere que también pudo conocer la crónica (hoy perdida) de un juglar inglés, Robert le Roy, que sirvió a los tres Eduardos en las guerras contra Escocia.
Aparte de esas fuentes escritas, parece que Barbour recurrió a testimonios orales para muchos de los episodios que narra, así como a canciones populares. Además, debió de tener informantes directos, personas que habían participado en las campañas de Bruce, algunas de las cuales aparecen mencionadas en el poema. Muchas familias, y no exclusivamente nobles, tendrían sus propias tradiciones sobre las guerras. Los veteranos de Bannockburn y sus descendientes parecen haber sido la principal fuente de información para la narración de esa batalla (por contraste, en el Wallace la narración de la gran victoria en Stirling tiene mucho de invención).
Los historiadores y los editores del poema de Barbour lo han cotejado con las crónicas contemporáneas o inmediatamente posteriores, algunas de las cuales manejó después Hary al redactar el Wallace, aunque no las cita. McDiarmid, en su introducción y sus notas a la edición del Bruce, refiere a muchas de ellas al comentar algunos episodios. También señala los conocimientos bíblicos de Barbour. Estos se pueden ver por ejemplo, en la famosa arenga de Bruce a sus hombres antes de la batalla de Bannockburn, que se inspira en Macabeos, I. Es uno de los pasajes más memorables del poema, y por eso fue uno de los que opté por traducir, además de en prosa, en los anexos en verso (también traduje el «elogio de la libertad» del Libro I, del que procede el verso citado en el título). En este caso, empleé la edición de Skeat del ms de Cambridge, que tiene algunas diferencias con el de Edimburgo, lo que hace que la traducción varíe ligeramente en cuanto a sentido de la que hay en la parte en prosa. Reproduzco aquí ese pasaje, junto con el texto original.
Imagen 3. Palabras de Bruce a sus hombres antes de la batalla de Bannockburn.
Libro II, versos 231-258. Manuscrito de Cambridge, editado por Skeat
Como observó McDiarmid, esa arenga está basada en el primer libro de los Macabeos, 3, 19-21:
que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del cielo. Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y nuestros hijos, y hacerse con nuestros despojos; nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes. (Biblia de Jerusalén)
Para la traducción del Bruce, me basé en la edición de McDiarmid y Stevenson del ms de Edimburgo, pero teniendo siempre presente la del de Cambridge, hecha por Skeat; esta tiene en cuenta las variantes del ms de Edimburgo, de una edición de 1571 y de la de Hart de 1616. Me resultó útil entre otros motivos porque Skeat puntúa con criterios modernos, lo que a veces ayuda a la comprensión de pasajes que, editados por Stevenson, resultan difíciles de interpretar. Este profesor, que se ocupó de la edición textual, limitó el uso de signos de puntuación a comas, puntos y comillas —para el estilo directo— y los empleó de forma escasa, queriendo reflejar algo de la libertad del manuscrito de Edimburgo, que carece de puntuación y de mayúsculas.
Por estar relacionado con España, en la edición de mi traducción del Bruce incluí un apéndice dedicado a la historia de la expedición escocesa, también llamada cruzada escocesa, que llegó a España en 1330. Como queda dicho, Bruce muere en 1329, y en Libro XX del poema, el último, se nos cuenta que antes de morir, tras hacer testamento y dejar todo dispuesto, dice:
Cuando yo estaba en mi prosperidad, decidí firmemente en mi corazón luchar contra los enemigos de Dios para salvar mi alma. Puesto que ahora él me lleva consigo, de modo que el cuerpo no puede cumplir aquello que decidió el corazón, yo quisiera que ese corazón, en donde se concibió ese propósito, fuera enviado allí. Así que os ruego a todos que me escojáis a uno entre vosotros, que sea honrado y sabio y fuerte, y un noble caballero por sus hechos, que, cuando se hayan separado mi alma y mi corazón, lleve éste a la lucha contra los enemigos del Señor, pues yo desearía que lo llevasen allí dignamente, puesto que es voluntad de Dios que yo no tenga ya fuerza para ir. (Barbour, 1998: 213)
Los caballeros de su Consejo escogen a James Douglas, el lugarteniente y mejor amigo de Bruce, y este manda hacer un relicario para el corazón, una caja de plata «esmaltada con fino esmero» (aquí utilicé aliteración donde en el original no la había: ennamylyt throw sutelte, v. 315). Douglas la lleva siempre colgada al cuello en su viaje hacia un lugar que hemos de suponer que es Tierra Santa, aunque en el poema no se dice. Sabemos por las crónicas, por una carta papal y por un salvoconducto que Eduardo III le dio a Douglas que la intención era llevar el corazón a Tierra Santa para enterrarlo en Jerusalén, pero nunca llegó allí.
Tras la muerte del rey, se narra el viaje de Douglas y sus hombres por mar: zarpan desde Berwick y navegan entre Cornualles y Bretaña hasta llegar a the Grunye of Spayn (la Coruña de España) y seguir hasta Sebell the graunt (Sevilla la grande). Estando allí con the king Alfons (Alfonso XI de Castilla) oyen decir que «el gran rey benimerín, con muchos sarracenos corajudos, había entrado en la tierra de España para arrasar todo el país» y Douglas decide apoyar a Alfonso en su lucha. No se citan otros topónimos, pero parece claro que el lugar en donde muere Douglas es Teba (hoy provincia de Málaga, entonces del reino de Granada). En el poema se cuenta que, luchando contra los «sarracenos», Douglas, al querer ir a auxiliar a uno de los suyos que había quedado rodeado de enemigos, carga contra ellos y le dan muerte. En la traducción incluí, entre corchetes, unos versos en los que se cuenta que se quitó el relicario con el corazón y lo lanzó al campo de batalla «bastante más lejos que un tiro de piedra» diciendo «Pasa ahora tú el primero, como solías serlo en el campo; y yo te seguiré, o bien hallaré la muerte.» Los doce versos en donde se narra eso no están en ninguno de los dos ms, pero sí en la edición de Hart de 1616 y en la anterior, de 1571. Skeat supuso que estaban en el original, pero McDiarmid y Stevenson no los dan por auténticos, sino por tomados de The Buke of the Howlat, libro escrito en 1446 por Richard Holland, en donde se recoge esa historia. Decidí incluirlos en la traducción entre corchetes y con una nota explicativa. También, como he dicho, añadí un apéndice sobre la cruzada escocesa en Teba, basado en los trabajos de los profesores Blanca Krauel y J. E. López de Coca, sobre la expedición de Douglas en España, a la que claramente parece referirse la Gran Crónica de Alfonso XI cuando narra que allí «de la hueste del rey [Alfonso] fue muerto un conde estraño, que saliera de su tierra por fazer a Dios serviçio e prouar su cuerpo contra los enemigos de la Cruz». El poema nos dice que cuando los suyos hallan a Douglas muerto regresan a Escocia con sus huesos y el corazón de Bruce para enterrarlos en su país (como así sucedió). Por eso Barbour, sabedor del final de la historia, solo hace alusión al deseo del rey Roberto de haber luchado contra los infieles y de que su corazón fuera «llevado allí». No puede nombrar Tierra Santa, puesto que no llegaron, pero el corazón sí fue a la lucha contra los infieles.
Imagen 4. Teba. Vista del lugar de la batalla desde el castillo. Fuente: FTI
Inagen 5. Monumento colocado en la villa de Teba en 1987 por iniciativa de los descendientes de sir James Douglas, conde de Selkirk. Por el otro lado la inscripción está en inglés. Fuente: FTI
Ese tipo de estrategias narrativas por omisión o confusión es bastante frecuente en el Bruce. Por ejemplo, en el Libro I, cuando se narra la historia de la disputa sucesoria, se cuenta, en estilo directo, el diálogo entre Eduardo I y Robert Bruce el pretendiente, que no acepta su propuesta:
—Si me tienes por tu señor, desde ahora para siempre, e igual tus sucesores, yo lograré que seas el rey.
—Señor —dijo—, así me ayude Dios, yo no deseo ocupar el trono si no es porque me toca por derecho. Y si el buen Dios quiere que así sea, gobernaré tan libremente, en todo punto, cual debe hacerlo un rey; o como mis mayores ya antaño gobernaron con la lealtad más libre. (Barbour, 1998: 35)
Después de eso continúa la narración durante algo más de trescientos versos, hasta que, tras una comparación de los escoceses con los macabeos, leemos: «Este señor de Bruce, del que hablé antes, al ver cómo el reino perecía, y al ver al pueblo tan atormentado, sintió una gran lástima» (Barbour, 1998: 39), y a partir de ahí se empieza a contar la historia de cómo Bruce decide rebelarse contra Eduardo I, pero este ya es el héroe, el nieto, el que será el rey Roberto I. Skeat y otros autores señalaron ese verso (el 477 del Libro I) como un error, pero McDiarmid en su introducción sugiere que puede ser intencionado: así se logra el efecto de atribuir a Bruce desde el principio una postura firme ante Eduardo I (la de su abuelo), cuando en realidad, antes de rebelarse definitivamente, llegó a someterse al rey inglés en 1302.
Si fue manipulación deliberada de Barbour, concuerda bien con su manera de tratar la historia anterior al momento en que Bruce se alza, que es no mencionarla. En todo el poema no hay ninguna alusión a Wallace ni a algunos nobles que, como Andrew Murray, se alzaron contra la invasión inglesa a partir de 1296 (a pesar de que en ese primer momento el propio Bruce estuvo entre ellos). Como hemos visto, Barbour escribe con Roberto II en el trono, y para él, y tiene que obviar esos episodios anteriores poco halagüeños para su abuelo. Por el contrario, como veremos, en el Wallace hay numerosas alusiones a Bruce, que además aparece como personaje.
Unos cien años después de haberse escrito el Bruce, este poema, que toma el anterior como modelo, parece escrito con el fin, entre otros, de demostrar que Wallace es aún más digno de alabanza que Bruce, y de advertir contra los peligros de una excesiva amistad con los ingleses que podría llevar a nuevas calamidades.
No disponemos de datos documentados sobre la fecha y lugar de nacimiento (ni de muerte) del autor, ni de otros que nos indiquen cuáles fueron sus estudios y su profesión. Además solo sabemos que quien escribió el poema se llamaba Hary. Esa falta de nombre (o de apellido, Hary podría ser las dos cosas), así como el apodo que se le añadió, le perjudicó en términos de prestigio en la historia literaria. En unas referencias a él en las cuentas de la corte para el periodo 1490-1492, se cita en cinco ocasiones a Blind Hary (Hary el Ciego), al que se hacen pagos puntuales por lo que parece ser la asistencia a actos en palacio en los que tal vez podría haber recitado partes del poema. Autores posteriores, como el poeta William Dunbar en su Lament for the Makaris (Lamento por los poetas, ca. 1505), hablan de Blind Hary, autor del Wallace. Curiosamente, cuando empieza a haber ediciones del poema ni siquiera se pone su nombre. En las del s. XVII aparece como Blind Harry, y también en la versión modernizada de Hamilton de 1722. En su edición de 1820, queriendo dignificarlo, John Jamieson le puso el nombre de Henry the Minstrel (el juglar), que es el que se usó habitualmente en los libros de literatura al menos hasta mediados del siglo XX. Posiblemente esa idea del «juglar ciego» hizo que los críticos, pese a las pruebas en contra que les ofrecía el mismo poema, considerasen que se trataba de un poeta ciego de nacimiento que había recogido historias orales y a quien le leían crónicas, con conocimientos fragmentarios de historia y literatura. La lectura de la introducción de McDiarmid, y también de sus notas al texto, demuestra que no fue así en absoluto. Él llega a aventurar una posible biografía de Hary partir de su evaluación de lo que llama «los hechos contrastados y las considerables conjeturas» que hace, algunas basadas en lo que leemos en el propio poema, y la imagen que obtenemos es la de un hombre culto y muy leído.
Podemos suponer que Hary nació sobre 1440, hijo de una familia respetada de apellido Hary o Henry. Recibió una educación bastante esmerada, posiblemente en Dundee, que le permitió consultar con soltura crónicas escritas en latín. Puede que estuviese destinado a la Iglesia, pero nada indica que llegase a entrar en ella, ni que tuviera estudios universitarios. McDiarmid estima que su buen conocimiento del francés (varias crónicas y obras literarias que evidentemente leyó están en esa lengua) se puede deber a tiempo pasado en el ejército escocés en Francia; en los años en que es más probable que desempeñara actividad castrense, más o menos entre 1460 y 1470, la Guardia Escocesa de Luis XI estaba presente en ese país. El conocimiento de la vida militar que se desprende del poema, no solo en cuanto a la terminología y a descripción de la estrategia sino en lo referido a la vida cotidiana, parece reflejar experiencia personal del autor. La descripción de las batallas y del entorno también apunta en ese sentido, y nos da otra pista sobre él: no era ciego de nacimiento. Tal como describe el desarrollo de las escenas guerreras, se diría que había visto otras similares. Además, las referencias y citas de otras obras que incluye en el Wallace, algunas de ellas literales, nos sugieren a alguien que trabaja con los libros a la vista, no a quien le leen o resumen esas obras. Lo más seguro es que se quedara ciego después de haber terminado el poema. Así pues, tenemos a un hombre culto que, tras haber estado en el ejército, sobre 1477 comienza a escribir el Wallace, que estaría terminado en 1478.
Mi traducción está hecha a partir de la edición crítica de McDiarmid (1968 y 1969) pero también manejé de la John Jamieson, de 1820, y la de Anne McKim, de 2003. Como en el caso del Bruce, consultar las tres me ayudó a veces en casos en donde la puntuación podía causar alguna confusión. Aquí, además, procedía tener en cuenta la versión en inglés moderno que hizo William Hamilton en 1722. Está en pareados, y aunque (según la costumbre del siglo XVIII) elimina bastantes versos y además añade algunos de su propia invención, en ciertos pasajes en donde sigue estrechamente el texto de Hary me resultó útil para la interpretación. (2) También tuve presente la versión en prosa, en inglés moderno, que hizo Thomas Walker en 1910. Como esa está basada en la edición de Jamieson, de 1820, que tiene diferencias con el texto establecido por McDiarmid, y además Walker, que dispuso de menos medios de los que tenemos hoy, a veces dejó pasajes solo transcritos a inglés moderno más que propiamente traducidos, hay que usarla con atención.
Para la traducción de ambas obras, aparte de los glosarios preparados por quienes hicieron las distintas ediciones, la gran ayuda fue, naturalmente, el Dictionary of the Older Scottish Tongue (DOST, que llega hasta el año 1700). Aquí noté una gran diferencia, y para bien, entre los momentos en que hice una y otra traducción. En la década de 1990, con el Bruce, tuve que ir a Escocia para consultar los tomos del diccionario, que además aún estaba incompleto; no pasaba de la letra S. Hoy día se puede consultar íntegro, de forma electrónica, en Dictionaries of the Scots Tongue https://dsl.ac.uk/ .
En el texto, Hary hace numerosas alusiones a su «libro de Wallace en latín», una supuesta biografía en la que se basa para componer su historia en verso. Sostiene que el autor fue John Blair, sacerdote guerrero que en el poema acompaña a Wallace y le hace de capellán, e insiste en que lo que cuenta es lo que leyó en ese libro. En el pasado los críticos dieron por cierta la existencia de esa obra aparentemente perdida, pero parece claro que nunca la hubo; se trata de un autor ficticio, un recurso literario. En cuanto a sus otras fuentes, es evidente que manejó varias crónicas, algunas en latín, como la Scotichronicon del escocés John Bower. Escrita entre 1441 y 1449, es la continuación de la Chronica Gentis Scotorum del sacerdote escocés John de Fordun, también escrita en latín, seguramente en la penúltima década del siglo XIV, y la primera crónica que intenta presentar una historia continua de Escocia, de tono nacionalista. McDiarmid advierte de que la enmienda en algunos lugares, y sostiene que Bower es una de las principales «fuentes de inspiración» de Hary. También toma mucho de la Origynale Cronykil de Andrew of Wyntoun (canónigo de St. Andrews, muerto ca. 1423), una historia de Escocia en verso hasta la llegada al trono de Jacobo I Estuardo en 1406. Está escrita en escocés medio, y traduce mucho de Fordun, que a su vez es la fuente principal de Bower, y hace alusión a unas gestes populares, de donde pudo tomar algunas anécdotas referidas a Wallace. Además, incorpora unos 280 versos del Bruce.
Parece evidente que Hary consultó también otras crónicas, algunas inglesas, como la Scalacronica de Thomas Gray, de mediados del s. XIV, escrita en francés anglonormando, o las Chroniques de Jean Froissart, en prosa francesa, que abarcan el periodo de 1336 a 1400 (sobre todo le interesarían por la guerra de los Cien Años), que toman mucho de las Vrayes Chroniques de Jean Le Bel (que murió en 1370). Teniendo en cuenta todo esto, resulta claro que Hary no era, desde luego, un juglar poco instruido, y que aquello que en el pasado se criticó como inexactitud histórica es alteración intencionada.
En relación con lo dicho antes sobre las omisiones en el Bruce, con respecto al uso de esas crónicas (que no están nombradas en el poema) McDiarmid observa que, por razones obvias, Hary no puede citar a Wyntoun ni a Bower (1968, 211); la comparación delataría su manipulación deliberada de algunos hechos y episodios. En cambio, sí menciona en más de una ocasión el Bruce, y da el nombre de Barbour.
Uno de los propósitos de Hary es recordar que Bruce llegó a ser rey porque Wallace le instó en varias ocasiones a que abandonase su juramento de lealtad al rey inglés y acudiese a Escocia a reclamar su corona y ponerse al frente de la lucha contra el invasor. Esta relación entre Bruce y Wallace, que por otra parte no está demostrada, produce algunos momentos memorables del poema, como la conversación entre los dos después de la batalla de Falkirk (la gran derrota militar de Wallace) narrada en el libro XI. Más adelante me ocuparé de la manipulación de la cronología y los hechos que hace Hary con respecto a esta, pero de momento baste indicar que, según él, después de que los escoceses hayan sido derrotados por el ejército inglés, los dos personajes se hablan de una orilla a otra del río Carron. Incluyo a continuación algunos fragmentos de esa escena, en mi traducción. Tras unas primeras palabras, Bruce le pregunta a Wallace:
—¿Por qué te empeñas de este modo, cuando podrías vivir en buena paz?
A eso le contestó Wallace:
—Solo lo hago porque no estás tú. Tu traición ha hecho que tu propio entendimiento se equivoque. Yo no reclamo derecho alguno, pero quiero defender esta tierra, a la que tú destruyes con tus crueles guerras. (Hary, 2023: 364-365)
Más adelante, Bruce, que quiere que Wallace deje de luchar contra los ingleses, insiste:
—¿Harás lo que te aconseje?
—No —contestó Wallace—. Tal como vives tú, me pedirías que me sometiera a la voluntad de Eduardo, ¡y yo antes prefiero que me ahorquen al amanecer!
—No obstante, voy a darte mi consejo, y si lo siguieras podrías vivir como un lord, como más te gustara, y gobernar Escocia a tu antojo y en paz, reconociendo a Eduardo como rey.
—De ese rey felón nunca aceptaré nada, y me opondré a él con todos mis recursos. No reclamo nada por título de derecho, aunque podría, ya que Dios me ha concedido fuerzas para ello, quitarte la corona de esta tierra para llevarla yo. Pero no quiero asumir esa carga. Dios todopoderoso sabe que la guerra que he emprendido es para mantener libre la tierra a la que tú te estás enfrentando. Podrá decirse, en tiempos venideros, que para Escocia en mala hora naciste. ¿No te avergüenza no haber obrado bien jamás, renegado devorador de tu propia sangre? (Hary, 2023: 365)
Estas últimas palabras (thow renygat deuorar off thi blud) encuentran su eco literal en el momento en que Bruce, después de la conversación, se vuelve al campamento del rey Eduardo:
Se habían sentado a cenar, y cuando Bruce entró en el pabellón vio su asiento vacante. No quiso agua a las manos, y se puso a comer; estaba en ayunas y había pasado por grandes peligros, sus armas y armadura estaban bañadas en sangre. Los nobles ingleses se mofaron de él con palabras groseras. Dijo uno de ellos:
—Mirad, ese escocés se come su propia sangre.
Al rey le pareció mal que se rieran de él así. Mandó que le llevasen agua a Bruce, y le instaron a que se lavara, pero él no quiso:
—Esta sangre es mía. Eso es lo que más me duele.
Con tristeza le remordían en la mente aquellas verdades que le había recordado Wallace. Entonces se arrepintió amargamente, porque la razón le hizo ver que la sangre y las tierras de Escocia deberían ser suyas. Aún siguió mucho tiempo con los ingleses antes de poder escaparse, pero a partir de ese día nunca volvió a pelear contra los escoceses. (Hary, 2023: 366-367)
Este es el inicio el cambio de actitud de Bruce, que no logra escapar del rey inglés hasta mucho más adelante (tres años, dice el poema). Entonces regresa a Escocia, a reclamar su corona, tras haber recibido una carta de Wallace, pero llega cuatro días después de que este, traicionado, haya sido capturado por los ingleses y llevado a Londres.
La magnífica escenificación que hace Hary de la «conversión» de Bruce tiene tanto de bien construida como de falsa. En primer lugar, pese a que Fordun, Bower y Wyntoun afirman que Bruce estaba con el ejército inglés en Falkirk, ninguna crónica inglesa lo menciona. De hecho, la batalla sucedió en julio de 1298, mucho antes de la sumisión de Bruce a Eduardo I en 1302. Es muy posible que Bruce no estuviera allí y que jamás hubiera tal conversación entre los dos. Por otra parte, los insistentes llamados de Wallace a Bruce para que reclame la corona y luche contra el inglés son invención de Hary. El rey de Escocia por el que luchaba Wallace era John Balliol, el elegido y luego depuesto por Eduardo I, como queda reflejado en documentos como el Scrymgeour Charter, de marzo de 1298, en el que se dice que Wallace, Custodis Scotia, actúa en nombre de ese rey, Nomine Iohannis Balliol Regis, y con su sello.
Imagen 6. Reproducción de la Carta de Scrymgeour. Fuente: James Anderson, Diplomata, 1739, il. XLIII
Este episodio da pie, además, a comentar algo que ya he apuntado y que es una de las grandes habilidades de Hary como narrador: su manera de alterar la cronología. Me pareció importante recoger, en la introducción a mi traducción, la tabla que ofrece McDiarmid en donde, libro por libro, nos indica cuál sería el año y qué edad tendría Wallace en cada momento de la historia, según se deduciría de las indicaciones de Hary, para que podamos ver cómo consigue falsear los tiempos manteniendo la sensación de que está siendo muy escrupuloso. Incluyo la tabla, traducida y con algunos comentarios míos añadidos en cursiva, pues me parece una aportación fundamental para apreciar lo que realmente pretende hacer Hary, y desmontar el mito del juglar poco instruido que manejaba mal los datos históricos, por comparación con el culto e instruido Barbour. Hary estira la cronografía. El único año que cita es 1297, el de la batalla de Stirling. A partir de ahí (es el Libro VII) comienza a alargar los tiempos, dando referencias a meses y estaciones, pero no a los años, y contando cuánto tiempo transcurrió entre unos sucesos y otros. Si echamos la cuenta como hace McDiarmid, resulta que la batalla de Falkirk, la gran derrota de Wallace, ocurriría en 1303, casi seis años después de Stirling, cuando en realidad pasaron unos diez meses entre una y otra: la de Falkirk se libró en julio de 1298. El tiempo de las victorias y los periodos de paz y prosperidad para Escocia conseguidos por Wallace se dilata, y sus tres grandes momentos de triunfo contra los ingleses superan a los dos de Bruce; este parece ser otro de los objetivos de Hary.
Como queda dicho, en el Wallace se interrumpe el uso de pareados decasílabos en dos ocasiones, para adoptar estrofas diferentes, basadas en modelos de Chaucer. Ocurre en los libros II y VI. En el II se cuenta cómo el joven Wallace es capturado y encarcelado por los ingleses en la ciudad de Ayr, y a partir del verso 171 comienza una tirada de veintiuna estrofas de nueve versos decasílabos rimados. Esas las traduje en endecasílabos blancos, para reflejar el cambio en la forma de narrar. En ellas encontramos una «oración de Wallace encarcelado», un «lamento del juglar» y la narración de cómo Wallace logra escapar gracias a que, de tan débil y exhausto como ha quedado en la cárcel, lo dan por muerto y lo arrojan por la muralla. Reproduzco aquí cuatro estrofas traducidas de ese episodio, con el texto original.
Imagen 7. Wallace rescatado por su antigua ama. Libro II, versos 252-287, edición de McDiarmid.
En el Libro VI, Hary vuelve a usar doce estrofas chaucerianas a propósito de la historia del enamoramiento y matrimonio de Wallace. Esas también las traduje en endecasílabos blancos. Además de eso, traduje en endecasílabos blancos el «lamento por Escocia» que se encuentra en el Libro XII, cuando Wallace, traicionado, ha sido llevado a Inglaterra, y antes de la muy sucinta narración de su ejecución. El lamento (veinte versos) está en pareados como la mayor parte del poema, pero decidí destacarlo traduciéndolo en verso, y también se reproduce, enfrentado con el texto original, en los apéndices.
En esa sección de apéndices se incluye además una tabla con las fechas claves de la independencia de Escocia desde 1280. En las entradas inserto, en cursiva, comentarios sobre cómo se reflejan algunos de los hechos históricos en el poema y también en Braveheart, para que se vean las diferencias. Hay un cuadro simplificado de la disputa sucesoria que llevó a la entrada de Eduardo de Inglaterra en Escocia, otro con el origen de los Estuardo a partir de Bruce y también el cuadro de las relaciones entre los dos poemas, sus ediciones y las traducciones que ya se ha reproducido aquí.
El Bruce y el Wallace son dos obras que están íntimamente relacionadas, y la traducción tenía que comenzar por el Bruce. Ambas necesitaban unos textos de acompañamiento (introducciones, notas, apéndices) que ayudasen a situar y comprender estas obras fundamentales de la literatura escocesa, por fin vertidas las dos al español.
(1) No se solía traducir esta epístola en las numerosas ediciones que ha habido de Ivanhoe en español, pero sí se incluyó en la traducción con introducción, apéndice y notas que publicó Mª del Mar Hernández en Anaya en 1990, y la que publicaron, con introducción y notas, Antonio Lastra y Ángeles García Calderón en Cátedra en 2013.
(2) Se da la paradoja de que este Wallace de Hamilton, pese a ser un texto encendidamente contrario a los ingleses, está redactado en inglés estándar, el que se acabó imponiendo en Escocia como lengua literaria después de la Unión de las Coronas en 1603 y sobre todo a partir de la Unión de los Parlamentos en 1707, al crearse el Reino Unido. Cabe recordar aquí que, antes de esas uniones políticas, el primer golpe que recibió el Scots fue el hecho de que en la Reforma nunca se hiciera una traducción de la Biblia a esa variedad, y se utilizaran versiones inglesas procedentes de las de Tyndale y Coverdale. Eso empieza a minar el prestigio del escocés frente al inglés, considerado la lengua de la Biblia, muy leída en la Escocia presbiteriana. Me ocupé la versión de Hamilton y de sus diferencias con el texto de Hary en Toda, 1999.
BARBOUR, John, La gesta de Roberto de Bruce, trad., intr. y not. Fernando Toda Iglesia, Salamanca, Colegio de España, 1998.
HAMILTON, William, Blind Harry's Wallace, intr. y not. Elspeth King, Edimburgo, Luath Press, 1998.
HARY, La gesta de sir Guillermo Wallace, trad., intr. y not. Fernando Toda Iglesia, Málaga, UMA Editorial, 2023.
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KRAUEL, Blanca, «Sir James Douglas’s Death in Spain, 1330», en The Scottish Historical Review, LXIX, I, nº 187, 1990, pp. 84-95.
— y J. Enrique LÓPEZ DE COCA, «Cruzados escoceses en la frontera de Granada (1330)», Anuario de estudios medievales, Barcelona, CSIC, 1988, 245-261.McDIARMID, Matthew P., Hary’s Wallace, vol. I (Introducción y libros I-IX), Edimburgo, Scottish Text Society, 1968.
— Hary’s Wallace, vol. II (Libros X-XII, índice onomástico, notas y glosario), Edimburgo, Scottish Text Society, 1969.
— «The Metrical Chronicles and Non-alliterative Romances», en R. D. S. Jack, (ed.), The History of Scottish Literature, Volume I: Origins to 1660 Aberdeen University Press, 1988, pp. 27-38.
— y James A. C. STEVENSON, Barbour's Bruce, Edimburgo, Scottish Text Society, 1980-1985. (El vol. I (1985) contiene la introducción y las notas de McDiarmid y las notas textuales y el glosario de Stevenson. El II (1980), los criterios editoriales de Stevenson, y los libros I-X del poema. El III (1981), los libros XI-XX.)
McKIM, Anne (ed. e intr.), Blind Harry: The Wallace, Edimburgo, Canongate Classics, 2003.
TODA, Fernando, «El Braveheart del s. XVIII: La versión de The Wallace de William Hamilton of Gilbertfield», en Trans. Revista de Traductología, 3 (1999), 105-118, disponible en https://doi.org/10.24310/TRANS.1999.v0i3.2392 [consultado: 30 junio 2023].
WALKER, Thomas, Sir William Wallace: His Life and Deeds, by Henry the Minstrel, Glasgow, Muir, 1910.
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