KINDLE TRANSLATE, LA TRADUCCIÓN LITERARIA Y LA IA; O POR QUÉ PREFERIMOS IGNORAR EL PRESENTE Y TEMER EL FUTURO
José Francisco RUIZ CASANOVA
Departamento de Traducción y Ciencias del Lenguaje
Universitat Pompeu Fabra
2025
Recibido: 12 de diciembre de 2025
Aceptado: 20 de diciembre de 2025

El anuncio realizado recientemente por Amazon de ofrecer un sistema incorporado de traducción automática a sus clientes de Kindle Direct Publishing ha movido al profesor Ruiz Casanova a proponernos la publicación de este texto, una suerte de continuación de «Por qué preferimos imaginar el futuro a preguntarnos por el presente: la traducción literaria y la IA», publicado por 1611 en 2023. Dada la velocidad a la que se suceden los cambios que desde el ámbito de la tecnointeligencia se están produciendo en el sector editorial (y, en concreto, en relación con la traducción literaria), se ha juzgado conveniente incluirlo en el presente número. Tras la recepción del artículo se ha hecho pública la decisión de la editorial francesa Harlequin (perteneciente del grupo HarperCollins) de externalizar las traducciones a una agencia de comunicación, encargada en adelante de la traducción automática de los libros y la contratación de servicios de posedición. Las decisiones de Amazon, HarperCollins y, hace un año, VBK (la mayor editorial neerlandesa, perteneciente al grupo Simon & Schuster, que confirmó la realización de pruebas con el uso de la inteligencia artificial para la traducción de algunos títulos) están en línea con lo vaticinado en el libro de Ruiz Casanova ¿Sueñan los traductores con ovejas eléctricas? La IA y la traducción literaria (2023). [Nota de 1611]

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En los últimos días del año 2025, la empresa Amazon, propietaria –entre otros servicios– de la plataforma de lectura, difusión y edición Kindle, anunciaba el lanzamiento en fase beta de una nueva herramienta para sus usuarios/clientes: Kindle Translate. Recojamos, en primer lugar, antes de proceder al análisis del documento y de sus previsibles consecuencias, el contenido del mismo:

Amazon ha presentado hoy, en versión beta, el servicio Kindle Translate, un servicio de traducción impulsado por inteligencia artificial que facilita a los autores de Kindle Direct Publishing (KDP) compartir sus libros electrónicos con un mayor número de lectores en todo el mundo. Con menos del 5% de los títulos en Amazon.com disponibles en más de un idioma, Kindle Translate supone una nueva oportunidad para que los autores autopublicados puedan acceder a un mayor número de lectores y obtener mayores ingresos con sus obras.

El nuevo servicio de traducción, disponible en versión beta para una selección inicial de autores que autopublican con KDP, ofrece traducciones entre el inglés y el español y del alemán al inglés. Los autores pueden gestionar y acceder a sus traducciones en el portal de KDP, incluyendo opciones para seleccionar idiomas, definir precios y publicar contenido. Gracias a este servicio, los autores pueden publicar, en pocos días, traducciones completamente adaptadas al diseño de sus libros. Todas las traducciones son evaluadas automáticamente en cuanto a precisión antes de la publicación, y son los propios autores quienes pueden elegir si previsualizar dichas traducciones o publicarlas automáticamente.

Este lanzamiento forma parte del compromiso continuo de Amazon KDP en apoyar a autores independientes para que lleguen a audiencias globales y aumenten su potencial de ingresos. Kindle Translate ofrece servicios de traducción gratuitos para autores independientes como Roxanne St. Claire, quien ha señalado: «Durante décadas, los autores independientes no hemos podido encontrar una solución fiable y económicamente viable para la traducción a otros idiomas de nuestras obras. Con servicios como Kindle Translate, podemos llevar fácilmente nuestras historias a un amplio público internacional, lo cual representa una victoria tanto para autores como para lectores».

Por su parte, Kristen Painter, también autora de KDP, añadió: «Las traducciones a idiomas extranjeros abren puertas a nuevos lectores en todo el mundo y dan una segunda vida a nuestros títulos. Es una de las estrategias más inteligentes para expandir tanto el alcance como los ingresos».

Los libros electrónicos traducidos usando Kindle Translate estarán disponibles para compra y descarga en la tienda de Amazon. Al igual que sucede con el libro original, los lectores verán etiquetas claras y tendrán la opción de previsualizar las páginas de los títulos de Kindle Translate. Además, las obras traducidas podrán optar a inscribirse en KDP Select e incluirse en Kindle Unlimited. Los lectores podrán acceder a títulos recién traducidos a medida que se introduzcan más idiomas, dándoles así la oportunidad de descubrir un creciente catálogo de libros.(1)


2

Como se verá, el anuncio es un ejemplo más, tan burdo como queramos, pero efectivo, de lo que Shoshana Zuboff ha llamado «capitalismo de vigilancia», esto es, la estrategia que multitud de empresas tecnológicas sigue en el lanzamiento de sus productos, sean éstos apps, servicios o diversas modalidades de software. Según Zuboff, y tal como es glosada esta idea por Karen Hao, «mientras que en el capitalismo industrial el valor procedía de la producción de bienes materiales que la gente quería comprar, el capitalismo de vigilancia trata a sus usuarios como un producto».(2)

Analicemos el anuncio de Amazon. ¿Qué está ofreciendo la empresa? En principio, una fase beta de Kindle Translate que:

1) Se muestra ceñido a tres idiomas (inglés, español y alemán), ni siquiera a combinaciones en todas las direcciones de traducción entre estos idiomas (únicamente inglés > español; español > inglés; y alemán > inglés).

2) Está destinado a sus usuarios/clientes de la plataforma de autopublicación (o autoedición) de libros Kindle Direct Publishing.

3) Supone, según la empresa, una oportunidad de difusión y comercialización más allá de las fronteras del idioma original de la obra.

4) El servicio no tiene coste alguno para los autores/clientes y, según el discurso de difusión cultural de la empresa, refleja su voluntad de «apoyar a autores independientes para que lleguen a audiencias globales y aumenten su potencial de ingresos».

Es, como decía, un ejemplo clásico del capitalismo de vigilancia. La empresa ofrece a autores que se autoeditan en la plataforma (y que, por lo tanto, son los primeros clientes de Amazon, anteriores obviamente a los que llegarán con la venta de las obras) una herramienta de traducción, que les permite además revisar el resultado antes de lanzarla comercialmente. El comienzo de todo esto son tres de las lenguas literariamente más comerciales (inglés, español y alemán, curiosamente excluida de momento la lengua francesa); pero no solo son lenguas comerciales literariamente hablando, son lenguas con una gran cantidad de autores en el catálogo de KDP y, en consecuencia, una vía de penetración sobre los clientes que ya forman parte del nicho de la empresa y no un reclamo publicitario (aunque también) para atraer a otros autores.

Tenemos, pues, una cantidad potencial de escritores y escritoras que han publicado sus libros con el sistema KDP en sus lenguas originales (inglés, español y alemán) y a los que ahora se les ofrece un sistema gratuito (con una prevalencia inicial en favor del inglés, que puede ser traducido al español o al alemán) y que, por lo tanto, sin coste alguno para ellos, debería tener como consecuencia que su obra alcance mayores audiencias en número. Todos esos libros (sean novelas, libros de autoayuda, ensayos de todo tipo y temática, incluso libros de poemas), todos aquellos que accedan a ser traducidos automáticamente, producirán un efecto de caja de resonancia sobre sus autores (difundidos en más lenguas y, por tanto, con posibilidad de ser leídos en ellas por más lectores) y sobre la plataforma de edición y venta de libros, que duplicará, triplicará o incluso cuadriplicará, en este primer estadio, el número de productos a la venta. Hasta aquí el reino de la felicidad.

El envés de esta moneda es evidente: un sistema beta con unos elementos rudimentarios de traducción basada en redes neuronales, que incluso puede ser un sistema gemelo de otros ya existentes y licenciado para Amazon, o desarrollado por esta empresa, comienza a traducir gratuitamente unas obras que transitan por circuitos en parte ajenos a la producción editorial tradicional: estamos hablando de libros electrónicos, obras de géneros literarios diversos, muchas inéditas, rechazadas por editoriales «tradicionales» o por concursos literarios, fruto algunas de circunstancias personales (como querer escribir un libro aun no siendo escritor, cumplir con un sueño personal, probar suerte, etc.). Imaginemos lo que podría haber ocurrido con A Confederacy of Dunces (La conjura de los necios), cuya publicación, como sabemos, se debió al empeño de la madre de John Kennedy Toole, muerto once años antes de la aparición del libro. Todo ese material lingüístico (los temas, los estilos, la elegancia de la expresión y otros retoricismos no importan) pasa a alimentar gratuitamente la versión del traductor de Kindle: he aquí el ejemplo del capitalismo de vigilancia.

Debemos tener en cuenta el cauto o, mejor, escalado proceder de la empresa Amazon en el tema de las traducciones para Kindle, esto es, para libros en formato electrónico. Ha comenzado con una versión beta, pocas lenguas, y ofrecida a escritores que son sus clientes y que liquidan ingresos con Amazon. El sistema de traducción crecerá en lenguas, en clientes, en obras; pero el beneficio para la empresa vendrá finalmente no de la expansión de su catálogo en diversas lenguas, o no simplemente de esto, sino de que con su estrategia habrá adquirido una segunda fuente de ingresos como futura proveedora de softwares de traducción residentes en otras plataformas o, sobre todo, en las ediciones electrónicas de los libros publicados por las editoriales tradicionales y que son, a día de hoy, las que poseen las mejores alineaciones de escritores (3) y una larga tradición en la selección y edición, eso que ahora, traído del mundo del deporte, llamamos scouting.


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En 2022 y 2023, cuando andaba yo a vueltas con un ensayo que finalmente se tituló ¿Sueñan los traductores con ovejas eléctricas? La IA y la traducción literaria, ya anticipé este ingenio apoyado en la edición electrónica y que guarda mucha semejanza con los sistemas de subtitulación automática de las plataformas audiovisuales. Decía yo hace dos años:

Se plantearían así dos modelos de producción editorial (comiencen, pues, los editores también a soñar con sus ovejas eléctricas) con estructura y objetivos diversos:

1) Una estructura editorial semejante a la actual, pero en la que los traductores humanos pasarían a formar parte de la etapa última de edición, pues la versión del texto correría a cargo de la IA, esto es, una industria editorial puesta en manos de sus propias licencias de uso de la IA de traducción y en la que el trabajo humano, profesional, de edición seguiría existiendo, o

2) una estructura editorial en la que solo se precisarían versiones de lo publicado en su lengua original y una licencia de uso integrada en el libro electrónico que traduciría a nuestra lengua un texto que, en realidad, hemos adquirido en lengua inglesa, francesa, rumana, china o albanesa.(4)

Por mucho que ahora Kindle Translate se presente como una herramienta altruista, casi humanística, de defensa de la cultura, de la literatura y de la traducción (con evidentes consecuencias económicas positivas, para autores y para Amazon), el objetivo de una operación de capitalismo de vigilancia nunca es el servicio gratuito sino la generación de un nuevo producto comercial (un software de traducción automática integrado en el ebook) y la venta de dicho producto a las empresas productoras de los libros (las editoriales), que verán reducidas las partidas destinadas a la traducción humana de los libros y, por primera vez en la historia reciente de la edición, deberán decidir si su modelo de negocio sigue siendo la impresión de libros en papel, donde obviamente dicho software valdría pero únicamente en uso interno de la editorial y no del usuario/comprador final del libro, o editar exclusivamente en formato electrónico, como hace la plataforma KDP.

En no mucho tiempo, y sobre todo si hay joint ventures entre diversos softwares de traducción por redes neuronales, la traducción editorial y literaria habrá cambiado totalmente; la traducción literaria humana quedará reducida a pequeñas tiradas, colecciones especiales u obras destinadas a estudio filológico: será algo así como la industria editorial del facsímil, cuyos productos llegan a un número reducido de consumidores. Cuando Amazon, o también Google, Microsoft, DeepL y otras empresas tomen cartas en el asunto, el resto de la traducción editorial y literaria se inclinará por una de estas dos vías:

1) Aquellos sellos que opten por mantener los dos formatos (papel y electrónico), podrán usar un sistema automático de traducción facilitado por un proveedor y operado y leído por un traductor-editor humano; y un sistema de software integrado en el fichero electrónico que permita al comprador del libro elegir la lengua en que desea leerlo.

2) Aquellas editoriales que publiquen exclusivamente en electrónico, serán usuarias, en primera instancia, del segundo sistema citado y, a medio-largo plazo, correrán el riesgo de ser subsumidas por la propia plataforma que suministra el software (imaginemos que fuese Amazon), al tener esta mejores y más efectivos canales de publicidad, comercialización y distribución.

Por tanto, y en una primera aproximación, nos enfrentaremos a una modificación radical de la profesión de la traducción literaria y editorial, cosa de la que ya viene hablándose hace unos años y que comienza a mostrar ciertas evidencias en algunos sectores del libro; y, de producirse el giro electrónico definitivo del libro, nos hallaremos, en primer lugar, con la reconfiguración de las empresas editoriales, ceñidas como productoras a la edición y scouting de su propia lengua; y, en segundo, con una profunda modificación y reconfiguración (prácticamente desaparición) de las empresas de distribución de libros, uno de los lastres económicos que el sector siempre ha lamentado y del que siempre se ha quejado amargamente. Y un libro electrónico así concebido, también arrasaría, como consecuencia final, el mundo de las librerías,(5) reducidas éstas a la venta y atesoramiento de los antiguos ejemplares en papel, cual librerías de viejo, o a las exclusivas y nuevas ediciones en papel, al alcance de unos pocos lectores y bolsillos.

Si la población lectora, o si al menos la nueva población lectora que convive a diario con dispositivos tecnológicos, toma el libro electrónico como principal soporte de lectura, no solo los libros en papel quedarán confinados a las bibliotecas públicas, estatales o históricas, o a algunas bibliotecas personales, sino que la potencia que en algún momento tengan los argumentos ecologistas o de otro tipo en favor del libro electrónico nos llevarán por un camino no muy distinto al que ya estamos conociendo en términos de la movilidad y de la automoción. Puede que estemos asistiendo, o que las próximas generaciones asistan, a la desaparición del mundo del libro tal y como Gutenberg lo concibió hace casi seiscientos años.(6)

No obstante, esta nueva industria del software integrado de traducción y de la edición electrónica se enfrenta a un enemigo silencioso que ya mostró sus credenciales hace tiempo en otros ámbitos como la música, la fotografía o la cinematografía: la copia ilegal de materiales y su distribución por vías alternativas y totalmente gratuitas. Actualmente Anna´s Archive anuncia «61,344,044 books, 95,527,824 papers — preserved forever».(7) Hay libros que, a las pocas horas de su lanzamiento comercial (y sobre todo si tienen versión electrónica, aunque si no la tienen, esto tampoco es un inconveniente), ya están en acceso libre en la plataforma mencionada. Y aquí ya entramos en otros campos: legislativos, obviamente, de cierre de «webs ilegales», etc.; pero también de soluciones salomónicas como sistemas gemelos al pay-per-view, algo así como un pay-per-read o un sistema de suscripción a una o varias plataformas de difusión de libros electrónicos.


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Las reacciones contra Kindle Translate no han tardado, a pesar del corto alcance de esta versión beta inicial, tanto en cuanto a número de lenguas como en cuanto a obras afectadas o susceptibles de abrazar el sistema gratuito de traducción. El 24 de noviembre de 2025, apenas dos semanas después del anuncio de Amazon, el CEATL (European Council of Literary Translators’ Associations) emitió un comunicado titulado Books cannot be translated in a click!, un comunicado que –como otros que han aparecido– llega tarde, es erróneo en sus planteamientos y en su defensa de la traducción literaria, y podría entenderse simplemente como el legítimo derecho al pataleo.

Recojo aquí la totalidad de dicho documento, para abordar después el análisis de sus fundamentos argumentativos:

Books cannot be translated in a click!

We, CEATL and EWC, represent around 260.000 individual authors and translators from 91 associations in the book and text sectors, who work as writers and literary translators in all genres in Europe and beyond. We are deeply troubled by the recent announcement from Amazon to launch Kindle Translate, a new AI-powered translation «service», for Kindle Direct Publishing (KDP) authors. Currently in beta, Kindle Translate will initially offer translation of e-books between English and Spanish and from German into English, to selected KDP authors for free.

Kindle Translate promises to:

“Create publication-ready translations in a few days, for free.”

“Preview quality of translations before publication.”

“Reach new readers worldwide and earn more royalties.”

This is another blow to literary translators (fiction and nonfiction alike), whose profession is being increasingly threatened by AI: from Audible’s recent announcement to launch a new automated translation service for audiobooks to Dutch publisher Veen Bosch & Keuning’s announcement that they will use AI to translate books into English, the ease with which translators seem to be removed from the translation process in favour of AI services and tools is incredibly worrying and should be a wake-up call for all players in the global book sector.

Writing a book takes intense labour time, life-long development of craft, and highly professional skills and creativity. The same applies to the translation of a book: the skills, crafts and expertise of translators are instrumental in the creation of high-quality translations, which respect the writer’s sense of storytelling and style as well as enrich the reader’s experiences.

AI does not translate, it merely generates textual material and most AI models have been unlawfully trained on copyright-protected works without consent, attribution or remuneration of the writers and translators.

Many AI-powered translation services claim to provide perfectly accurate translations but there is no such thing. A literal translation is the opposite of a good translation.

Imagination, creativity and sensitivity are intrinsically human. AI does not grasp humour and metaphors, cannot experience the emotions, nor interpret the intention behind the words. On the contrary, it flattens and impoverishes texts and stories, and reports suggest that it reinforces biases and stereotypes, and increases the risk of inaccuracies and errors. Every author must be aware that a machine translation might harm their text, style, and hence their reputation.

Additionally, AI raises many questions in terms of accountability of the automated, non-protected output that is remixed and generated by an AI model. CEATL and EWC call on the global book sector, including writers, agents, publishers and readers, to stand in solidarity with human literary translators.

Let’s protect writers’ and translators’ work, their diverse creativity and their livelihood.

Let’s protect culture and champion rich human creativity.

Let’s defend ourselves against the logics of mere profit. Let’s keep fostering an industry that nurtures a love of reading of works written, translated, illustrated and published by human beings.(8)

Como puede comprobarse, el documento aborda el asunto desde la perspectiva defensiva de la cultura de la queja, esto es, existe un status quo y una tradición y nos manifestamos en contra de que tales realidades cambien; y para ello mezclamos argumentos de autoría, filológicos y humanísticos con otros semejantes a aquellos a los que acudiría un sindicato de trabajadores ante el cierre de una empresa. Veamos: si la editorial Veen Bosch & Keuning declara que traducirá con IA, lo anuncia, y comercializa sus productos de este modo, como compradores y lectores podemos descartar sus libros, pero no podemos impedir que utilicen dichas herramientas de automatización, sean estas más o menos perfectas, y siempre que no se produzca fraude o engaño hacia el consumidor. Por otra parte, quizá la editorial deba también invertir en software, licencias y, probablemente en trabajadores que deberán revisar, leer o incluso corregir el trabajo inicial de traducción, o no; pero en todo caso nos hallamos en un contexto en el que una empresa decide cuáles serán sus medios de producción y las herramientas con las que llevarán a cabo su tarea: ¿Qué puede decir aquí una asociación profesional? ¿Puede esta advertir o intentar persuadir al futuro lector de la supuesta baja calidad de tales traducciones? Sí. ¿Puede impedir su difusión, comercialización o compra? No.

En las soflamas finales de la CEATL –es de ver– hay mucho de defensa gremial, de fórmula sindicalista y de intención contraria al desarrollo tecnológico que puedan suponer los sistemas de traducción asistidos por IA. Pero, ¿no debería haber ocurrido lo mismo con los sistemas previos de traducción automática (Trados, Dejà-vu y otros) que llevan usándose en determinados ámbitos de la traducción desde hace décadas? ¿Seguimos acaso entregando nuestros originales en formato manuscrito? He aquí la debilidad de estas argumentaciones. En ningún momento se habla del futuro, de los nuevos traductores, de su formación, del rol que deberán desempeñar en esta nueva industria, de qué conocimientos deberán tener y cómo piensan prepararlos las instituciones responsables de su educación. Se plantea el debate en términos Sociedad Humana frente a Sociedad Robótica, y en términos de Suplantación y Desaparición.

Un documento como el de la CEATL no tiene otro receptor que los propios traductores humanos que, por otra parte, carecen de elementos de fuerza para cambiar lo que son decisiones de estrategia económica o empresarial: simplemente, guste o no guste, están fuera del ámbito de la decisión. Un documento como este de la CEATL nada le dice a Amazon, y menos que nada a aquellos autores de KDP que, con muchos esfuerzos, se autofinancian la publicación de su libro y que lo que desean es precisamente lo que Kindle Translate les ofrece: un servicio gratuito (cuyos costes de otro modo quizá no podrían asumir) y una posibilidad real de expansión de su obra y de sus beneficios económicos. Este documento de la CEATL –como el próximo que leeremos– no tiene receptor; no es más que un lamento, en absoluto un posicionamiento, término que precisamente emplea ALITRAL (Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria) en su documento.

ALITRAL publicó en su blog, el 8 de diciembre de 2025, su «Posicionamiento de ALITRAL ante el anuncio de Kindle Translate»:

La Industria del Libro será muy industria, pero el Lenguaje y la Palabra, aquello de lo que se hacen los libros, responden a y son patrimonio de, ante todo, las personas; una, dos, mil, todas, ninguna de las cuales es apenas un engrane y sí, en cambio, una entidad maravillosa, por naturaleza y no artificialidad, en su totalidad.

Las organizaciones profesionales integrantes de la Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria exigimos:

El reconocimiento al trabajo y las relaciones humanas como generadores de riqueza intelectual, emocional y económica;

La defensa de la calidad de obras autorales producidas por equipos humanos, trabajadores de carne y hueso conocedores de sus campos;

La transparencia respecto al uso de datos, cesión de derechos de obras autorales con la autorización, el reconocimiento y la remuneración consecuentes;

La solidaridad entre distintos colectivos profesionales, conscientes de que los derechos y espacios de trabajo perdidos al interior de una profesión generarán siempre reverberaciones y sentarán precedente para la pérdida de otros derechos y espacios, aunque en apariencia no guarden relación con los primeros.

Por lo anterior, expresamos nuestra preocupación ante el anuncio de Kindle Translate (de Amazon), servicio de la llamada traducción automática a distintos idiomas para obras autopublicadas en su plataforma KDP, toda vez que amenaza aquello que apoyamos.

Denunciamos, además, el paradigma central en torno al desarrollo de la llamada inteligencia artificial generativa, es decir, su surgimiento, avance y uso para la generación de riqueza económica sustentado, en su génesis, en el robo, la opacidad y la manipulación (de datos, obras, derechos autorales, gente), «pecado original» cuyas consecuencias negativas sobre la vida de las personas, imposibilita hablar de usos 100 % éticos o responsables.

Difícilmente hay irresponsabilidad mayor que llevarse por delante los recursos naturales, la tranquilidad y el tejido social de comunidades enteras, a cambio de poder enfriar los servidores de «la maquinita» que, supuestamente, permite que los mensajes lleguen más lejos y a más personas, si esas personas no tendremos mundo en el cual sobrevivir.

ARGUMENTOS GENERALES QUE CIMIENTAN NUESTRO POSICIONAMIENTO

Sobre la calidad de las obras

La traducción de obras, producto del pensamiento humano original, con herramientas de IA produce versiones planas y robóticas que, más que acercar al público, lo aliena.

La producción de obras sin riqueza lingüística, estilística o de contenido está generando un desierto creativo, carente de diversidad; diversidad que, en distintos ámbitos de la sociedad, se ha buscado destacar, promover y proteger en las últimas décadas. Además, se crean sesgos —por ejemplo, de género— peligrosos.

La responsabilidad por la calidad del libro, y ahora, de su versión en traducción, recae completamente en el autor, lo que afecta la calidad del resultado y, por lo tanto, presenta el riesgo de no reportar beneficios económicos.

Si el autor no domina la lengua de destino, ¿cómo podrá controlar la revisión del texto final? De nuevo, se alza el riesgo de la mala calidad de la traducción y, con ello, el daño a la reputación del autor.

¿Vale la pena traducir la obra si en la lengua de origen no tiene buena recepción/ventas? ¿O si, incluso teniéndolas, no cuenta con el apoyo de un equipo editorial y se dirige a un mercado y un(os) público(s) que le es/son desconocidos?

Los distintos mercados y públicos funcionan de formas distintas; los traductores y, en general, el equipo editorial, son agentes culturales que muchas veces abren brechas y crean interés sobre las obras, para que éstas verdaderamente trasciendan fronteras.

Sobre el beneficio económico y la opacidad en torno al uso de datos

Si la traducción no es buena y no hay ventas, no habrá beneficio para el autor y, en cambio, sí existe el riesgo de:

a) que Amazon obtenga beneficios mediante el uso, tanto de la obra primigenia como de la traducción, para el entrenamiento del propio sistema Kindle Translate —muy posiblemente sin reconocimiento o remuneración alguna para los autores;

b) Amazon, al tener métricas de lo que vende más y los datos de dichos textos en su haber, desplace a los autores humanos para potenciar la generación automática de sus «propias obras».

c) como ya pasó durante el boom inicial de la IAG, cuando Amazon tuvo que limitar a tres el número de libros publicados al día por autor, la plataforma corre el riesgo de quedar saturada de traducciones de mala calidad. Esto, de nuevo, repercutirá en las ventas y en la posibilidad de que las obras autopublicadas despeguen y obtengan reconocimiento entre los lectores.

No se valora aquello que, aparentemente, no reporta beneficios económicos o no los reporta de inmediato.

Sobre las implicaciones económicas, sociales y éticas

Oponerse a la pérdida de empleos no es «lloriquear» por lo propio; es luchar por garantizar que el valor del trabajo humano, de la vida, la creatividad y la diversidad humanas, prevalezcan sobre el más puro rendimiento económico. De otra forma, todos nos veremos cada vez más expuestos a ser prescindibles y ser los próximos cuyos medios de subsistencia se vean afectados.

La mentalidad de la extracción, el enriquecimiento sin miramientos y el posterior desecho de lo/de quien alguna vez fue útil, ha demostrado generar, nutrir y/o fomentar conflictos y disparidades sociopolíticos.(9)

Dejando a un lado ahora el primer párrafo, que daría para un semestre en un curso de redacción, vayamos a la parte sustancial del texto: lo primero que encontramos, no muy diferente del tono y de la forma habituales (la dialéctica Sociedad Humana-Sociedad Robótica), es ese «exigimos» (¿pero a quién?). Y ya entrados en materia (la preocupación por el anuncio de Kindle Translate, que «amenaza aquello que apoyamos»), viene toda una batería argumentativa que lleva repitiéndose desde los albores del software gratuito, y no otros asuntos son que la extracción, el uso o la procedencia de los datos, etc., esto es, la contravención de las leyes de propiedad intelectual por parte del capitalismo de vigilancia; pero, ¿hasta qué punto cuando a alguien se le ofrece un servicio gratuito, acepta un pliego de condiciones, lo lea o no, y utiliza dicho servicio, tiene derecho después a reclamar la ilegitimidad del uso de los datos que voluntariamente ha cedido?

En el siguiente apartado («Sobre la calidad de las obras»), el argumento pivota en torno al desconocimiento, por parte de los autores traducidos, de la lengua de destino, cosa nada nueva en el mundo de la traducción, automática o no, y que se sella con un tácito contrato (no escrito) de delegación y confianza en el traductor o en el sistema automático de traducción. Si esta asociación de traductores cree que, llegados a este punto, Kindle debería someter las versiones automáticas a la revisión o la edición de un traductor humano, como casi parece que esté a punto de sugerir, que lo diga; de otro modo, la cuestión que Amazon plantea es una relación comercial-empresarial entre dos partes (los autores de KDP y Amazon) en la que no tienen cabida tales exigencias o críticas, puesto que Amazon no contrata traductores humanos para estos casos y, además y aun cuando alimente su Kindle Translate, se trata de un servicio voluntario y gratuito.

El apartado final (“Sobre las implicaciones económicas, sociales y éticas») destila en la propia raíz de su argumentación inicial las razones finales que llevan a elevar el discurso a las categorías éticas, económicas, etc. Asistimos, simplemente, a un discurso anticapitalista, que se remonta a las etapas coloniales y postcoloniales. Los autores de este «Posicionamiento», que no es más que un anuncio porque a nadie apela y, además, nada dice de la plasticidad o de la capacidad de cambio de un espacio profesional, bien harían en revisar el reciente libro de Karen Hao y sus reflexiones en torno al «colonialismo de datos». Ya en el preámbulo escribe esta autora:

A lo largo de los años solamente he encontrado una metáfora capaz de resumir la naturaleza de los máximos exponentes del juego de poder de la IA: los imperios. Durante la larga época del colonialismo europeo, los imperios se adueñaron y extrajeron recursos que no eran de su propiedad y explotaron a los pueblos sometidos para extraer, cultivar y refinar dichos recursos para el enriquecimiento de los imperios. Proyectaron ideas racistas y deshumanizadoras acerca de su superioridad y modernidad para justificar –e incluso persuadir a los conquistados para que aceptaran– la invasión de la soberanía, el robo y el sometimiento. Justificaban su lucha por el poder por la necesidad de competir con otros imperios: en la carrera armamentística, todo vale. En definitiva, todo esto sirvió para afianzar el poder de los imperios e impulsar su expansión y su progreso. En términos sencillos, los imperios amasaron unas riquezas extraordinarias a lo largo del tiempo y del espacio gracias a la imposición de un orden colonial mundial a expensas de todos los demás.(10)


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Vayamos, como siempre que se trata sobre el tema de la IA, con unas conclusiones provisionales, muy provisionales, probablemente de obsolescencia inmediata; pero, aun así, necesarias para traductores, lingüistas, filólogos y escritores, en suma, implicados en estos procesos de transformación de la escritura, la traducción, su comercialización y en relación con el papel que los agentes (editores, autores, traductores, profesores o formadores y empresas de software) deberán afrontar en plazo corto de tiempo.

El anuncio de Kindle Translate es, como ya he dicho, un primer aviso, o una pequeña alarma de lo que puede suceder a corto plazo. De momento, Amazon, en este caso como empresa editora y distribuidora, ofrece a sus clientes (los autores de KDP) un servicio gratuito que puede reportarles beneficios (o no, eso está por ver), pero que puede terminar siendo un servicio que se alimente de los textos de autopublicación controlados y registrados en Amazon: esto es, no hay intervención alguna de otros sellos editoriales, de los traductores profesionales o las asociaciones que los representan ni de ninguna otra instancia que el proveedor de un servicio (Amazon) y el cliente (el autor o autora que acceda voluntariamente al uso de Kindle Translate).

Obviamente todos esos «ejercicios de traducción» alimentarán un software que irá afinándose y almacenando cada vez más y más datos. De ese entrenamiento (ese es el término) puede resultar un software de traducción susceptible de venderse a las editoriales que se dedican a la edición electrónica (o decidan dedicarse en exclusiva a ella) o un software residente en dispositivos de lectura (tablets o libros electrónicos) o, tercera opción, un software para el que las editoriales suscriban un contrato con el suministrador del software y de este modo puedan integrarlo en sus ediciones electrónicas, como pago único, como pay-per-read (o pay-per-translate) o como suscripción a una plataforma.

Sea como sea, parece adecuado pensar que, previa al lanzamiento de un nuevo título traducido pueda haber una revisión-edición; pero eso sucederá en los casos en que el software no se integre en el dispositivo o en el libro, o en el caso de que lo que se integre, con la compra del libro electrónico, sean las versiones que el lector desee poseer de dicho libro, algo así como un catálogo de archivos informáticos con las diversas lenguas. Todas las señales que nos envían los distintos elementos actuales (por ejemplo, DeepL y su catálogo de lenguas, descargable según necesidad en nuestro dispositivo), indican que los sistemas de suscripción y de traducción automática a la carta serán el futuro inmediato de una buena parte de los libros que se editen. Esto, no obstante, siempre y cuando la industria editorial, todavía muy aferrada al papel, se sacuda dicha carga, gasto y esfuerzo y se reestructure; y, al hacerlo, reestructure (o aniquile) servicios adyacentes de su negocio como son el almacenamiento de ejemplares o la distribución de libros, que, hasta ahora se han convertido en cargas económicas para las empresas editoras.

Trataré de enumerar unas reflexiones (o unas consecuencias) finales de lo que un anuncio como el realizado por Amazon puede suponer, no sólo para los traductores sino para la industria del libro en general:

1) El anuncio de Kindle Translate supone una muestra más de lo que se viene llamando capitalismo de vigilancia: un laboratorio de pruebas que, a buen seguro, llevará a desarrollar sistemas de traducción asistida por IA.

2) Estos sistemas podrán presentarse en varios formatos de integración con la edición electrónica, el dispositivo de lectura del libro electrónico o la plataforma online de venta del libro.

3) Si finalmente se produce el giro hacia el libro electrónico, las empresas editoras deberán adoptar uno de estos tres sistemas de traducción por IA, y las consecuencias de la producción y comercialización de los nuevos libros electrónicos con sus traducciones a la carta reconfigurarán definitivamente no sólo el almacenaje de ejemplares y la distribución (uno de los costes mayores del libro en papel) sino también la actividad de las propias librerías.

En conclusión, la traducción mediante IA no está atentando contra uno de los medios de producción (los traductores) sino que puede llegar a reconfigurar la producción entera de los libros, su distribución y comercialización, lo cual afecta a otros sectores secundarios de la industria editorial (distribuidoras y librerías) que hasta ahora se creían inamovibles. El proceso puede ser inmediato o tardar décadas, puede ser para el total de la producción libresca o para una parte de ella; pero lo que debemos ahora pensar es cuál será el lugar del traductor humano en esta nueva industria, cuáles sus habilidades y conocimientos demandados (sus skills); y cómo deberán prepararse académica e intelectualmente, ellos y sus formadores, para un giro de trescientos sesenta grados en la industria del libro: Kindle Translate solo es un banco de pruebas, una tentativa, un primer ensayo. No será el último ni el único.


NOTAS

(1) Amazon, «Amazon presenta Kindle Translate, un servicio de traducción con IA para que los autores autopublicados lleguen a lectores de todo el mundo», 6 de noviembre de 2025, disponible en www.aboutamazon.com/news/books-and-authors/amazon-kindle-traducir-libros-autores [consultado el 12 de diciembre de 2025].

(2) Shoshana Zuboff, The Age of Surveillance Capitalism. The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power, Londres, PublicAffairs, 2019 (cfr. Karen Hao, El imperio de la IA. Sam Altman y su carrera por dominar el mundo, trad. de Jorge Paredes, Barcelona, Península, 2025, p. 158).

(3) Y que siempre sonará algo mejor, y menos zoológico, que el término «cuadra», empleado por el propietario de una editorial barcelonesa en los años noventa.

(4) José Francisco Ruiz Casanova, ¿Sueñan los traductores con ovejas eléctricas? La IA y la traducción literaria, Madrid, Cátedra, 2023, p. 79.

(5) En España, algunos grandes grupos de librerías vinculados con grandes grupos editoriales, como es el caso de Casa del Libro, ya hace tiempo que desarrollaron su propio sistema de venta online de libros electrónicos cuyas copias adquiridas se alojan en la página web del usuario o se descargan en el libro electrónico comercializado por la propia librería.

(6) Todo lo dicho hasta aquí, amplía, matiza o redunda sobre las cuestiones que ya insinuaba en mi libro citado de 2023 y en un artículo publicado en esta misma revista: «Por qué preferimos imaginar el futuro a preguntarnos por el presente: la traducción literaria y la IA», 1611. Revista de Historia de la Traducción, 17 (2023), disponible en www.traduccionliteraria.org/1611/art/ruizcasanova5.htm [consultado el 12 de diciembre de 2025].

(7) A fecha de 10 de diciembre de 2025.

(8) CEATL, «Books cannot be translated in a click!», 24 de noviembre de 2025, disponible en www.ceatl.eu/wp-content/uploads/2025/11/KindleTranslate_ CEATL-EWC-joint-letter-251124.pdf [consultado el 12 de diciembre de 2025].

(9) ALITRAL, «Posicionamiento de ALITRAL ante el anuncio de Kindle Translate», 8 de diciembre de 2025, disponible en www.alitral.org/2025/12/posicio namiento-de-alitral-frente-al.html [consultado el 12 de diciembre de 2025].

(10) Karen Hao, op. cit., p. 38.



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